El Festival de Cannes arranca pasándose de listillo
La edición número 77 del Festival de Cine de Cannes ha arrancado con el protagonismo de la actriz estadounidense Meryl Streep, galardonada con la Palma de Oro de Honor; y con la proyección de la película ‘Le Deuxième Acte’, dirigida por Quentin Dupieux.
«Tratemos de evitar las controversias», pedía Thierry Fremaux… antes de proyectar la película más repugnante e innecesaria que ha abierto este festival. Y sí, viene dirigida por Quentin Dupieux.
Sobre el #MoiAussi
«El año pasado, como saben, tuvimos algunas polémicas que nos hicieron darnos cuenta de determinadas cosas. Este año hemos decidido organizar un festival sin polémicas para asegurarnos de que el principal interés de todos los que estén aquí sea el cine. Así que si hay otras polémicas, no nos conciernen», explicaba en la rueda de prensa inaugural el director artístico de Cannes.
También ayer por la mañana, la revista ‘Elle’ publicaba un reportaje con los testimonios de nueve mujeres acusando al productor francés Alain Sarde, productor de ‘El pianista’ de Roman Polanski, de ‘Adiós al lenguaje’ de Godard (ambas, Palma de Oro) y de ‘La pianista’ de Michael Haneke (Gran Premio del Jurado), de distintas agresiones sexuales y violaciones. Las polémicas no les conciernen, pero las tienen en la puerta.
Fantasmas de la huelga y el exilio
Una treintena de personas trataban de subir la voz por encima de la música machacona de la proyección inaugural, con pancartas imprimidas en folios de papel, arrinconadas a una distancia prudencial de la alfombra roja y con seguridad de por medio. La jornada inaugural, la proyección más visible al retransmitirse en cines de toda Francia, ha ocultado sin problemas las reivindicaciones del grupo ‘Sous les écrans, la dèche’.
¿Harán lo mismo con el cineasta Mohammad Rasoulof, quien ha dado a conocer su huida de Irán después de haber sido condenado a ocho años de cárcel por ‘Seed of the Sacred Fig’, aquí en Competición? Esta mañana se rumoreaba que el realizador se ha escondido en algún lugar de la Costa Azul y que podría comparecer en público en la rueda de prensa de presentación de la película, el último fin de semana. Pero quién va a escuchar, si el festival no es capaz de reconocer su necesario talante político.
Cine sin aditivos
La actriz Camille Cottin ha presentado una gala de inauguración simpática y algo socarrona, que ha apelado a la cinefilia sin refinar para hurgar lacrimales. Greta Gerwig, presidenta del jurado, reaccionaba emocionadísima a un complejo número musical de homenaje. Luego, Juliette Binoche ha loado a Meryl Streep, Palma de Oro honorífica del arranque cannois: «En ti veo energía, amor, verdad, fluyendo todas al mismo tiempo. ¿De dónde viene?», y añadía, ya completamente rota por la emoción, «has cambiado nuestra forma de ver a las mujeres. Has cambiado cómo nos miramos a nosotras». En mi fila no había un solo ojo seco.
Meryl Streep respondía elocuente alrededor de la rapidez de la vida: «Hace 35 años, la última vez que estuve aquí, iba a cumplir cuarenta… Entonces pensaba que mi carrera estaba acabada. La única razón por la que hoy estoy aquí son el talento que me ha acompañado y también por vosotros, que no os habéis cansado de mi cara». A unos sentidos agradecimientos a su estilista y a su agente, ha sumado un pensamiento a su madre: «Mi madre me decía que todo iba a pasar muy rápido. Y así ha sido. Salvo mi discurso, que ha sido demasiado largo». Y cuánto hemos aplaudido.
De los cretinos mejor ni hablar
Cannes, el festival que apoyó a Gerard Depardieu y a Johnny Depp, no sólo va tarde y mal en el amparo contra las violencias machistas. Además, ha tenido la genial idea de programar como inauguración una película que, siendo generosos, es un chiste sin gracia y, siendo realistas, es de lo más listillo y problemático que a 2024 alguien nos puede echar en cara.
Quentin Dupieux ha querido torpedear todas las hipocresías de la industria del cine con una historia metaficcional sobre cuatro energúmenos (Louis Garrel y Raphaël Quenard, Léa Seydoux y Vincent Lindon) que se alternan soltando pullas de categoría cuñado-sin-filtro como forma de interpelar a los excesos de nuestra corrección política.
Para Dupieux, que en los créditos agradece la obra a «su cerebro y a Dios», convocar dichos temas como «balas para todes y quien se ofenda es tonto» debe de ser gracioso de por sí. Pero la película, tan llana que podría estar diseñada por una Inteligencia Artificial, incluye sin cuestionar desde discursos de odio contra los ‘travelos’ hasta una sátira sobre la reacción exagerada ante un abuso sexual. No nos reímos, no.