
Emma Stone, Leos Carax y el opio para la prensa
En la crítica de ‘Kinds of Kindness’, nueva película del hijo pródigo de Cannes Yorgos Lanthimos, referíamos a la reverencia religiosa del cineasta hacia lo gore, sexual y grotesco como la mayor virtud de una cinta, por lo demás, poco interesante. Como era de esperar, todo lo escandaloso fue el gran tema de una rueda de prensa dirigida esencialmente a Emma Stone y a Lanthimos, hasta ignorar completamente a Margaret Qualley y Hunter Schafer, también presentes en la sala.
En la mesa se esquivaron preguntas como balas y, para la prensa, quedaban las palabras de una Emma Stone algo mosqueada: «Soy feminista y me gusta trabajar con Yorgos Lanthimos».
En mejores noticias, Leos Carax presentaba ayer noche ‘C’est pas moi’, mediometraje autobiográfico encargado por el Centro Pompidou a partir de la pregunta: «¿Dónde estás, Leos Carax?». El resultado se acerca con orgullo a la forma chispeante de las últimas películas de Jean-Luc Godard, eso sí, mirando los sacrificios tras la idolatría con la filmografía del propio Carax (de Mala sangre a Annette) por centro. ¿Se puede cantar el Modern Love de Bowie en tiempos de muerte y de guerra?
Jia Zhangke, doble olímpico
Veintisiete años han pasado desde que Jia Zhangke debutara con ‘Pickpocket’, panorámica desencantada a La China moderna de presupuesto cero y sin autorización del gobierno. Hoy Jia Zhangke ha desfilado por la Croisette avalado, entre otros, por una Palma al Guion por ‘Un toque de violencia’, el León de Oro por ‘Naturaleza muerta’ y el Premio del Público en Donostia por ‘Más allá de las montañas’.
Por la mañana aparecía como actor en ‘Black Dog’, una mona buddy movie del subgénero ‘hombre duro con perro’
firmada por el sólido Guan Hu (¿recuerdan la patriotísima superproducción militarista ‘Los 800’?) y ambientada poco antes de las Olimpíadas de Beijing.
Por la tarde, volvía a subir las escaleras al Gran Teatro Lumière –esta vez como director a Competencia– con ‘Caught By The Tides’. Traducida al castellano como ‘Atrapados por las olas’, se trata de una película ahora sí inevitablemente atravesada por la historia y que ha atravesado las décadas: el cineasta lleva veinte años aprovechando sus propios sets de rodaje para grabar fragmentos de sus dos actores fetiche (Zhao Tao, con quien está casado, y Zhubin Li). Luego los ha montado entre sí, construyendo un relato mínimo sobre cómo ella persigue a quien fuera su amante, sin importar la vastedad de la China y del tiempo.
A este collage, además, el cineasta ha trenzado material de archivo (de contenidos para televisión, películas y documentos a pie de calle), de forma que su romance imposible queda contaminado para siempre de la fuerza de una historia real, de un tiempo vivido... Y viceversa.
¿Ve Jia Zhangke las gentes de su país con el mismo afecto que mira el cine, o es al revés? Importa poco. El resultado es un álbum de fotos tan particular como valioso.
Jacques Audiard firma un completo sobre el México actual
Para su décima película, el otro francés completista –porque Ozon este año no estrenaba–, maestro de vaqueros en ‘Los hermanos Sisters’ y estudioso de la juventud en ‘París, distrito 13’, compite en Oficial virando otra vez al thriller, género con el que ganó la Palma de Oro hace nueve años gracias a ‘Dheepan’ noir con twist musical queer y generosas notas de comedia.
Emilia Pérez sigue la relación entre una abogada (Zoe Saldaña) que colabora con un todopoderoso capo de la mafia mexicana cuando decide someterse a una operación de confirmación de género y llamarse Emilia (a ella la interpreta Karla Sofía Gascón).
Plagada de sorpresas relativas, aunque con un staccato narrativo digno de David Fincher, el camino de Saldaña se dibuja como montaña rusa entre la euforia y el vértigo, hilando pasajes de una reafirmación ideológica evidente (dando una salida positiva a los universos trans y a las injusticias del Sur latinoamericano) y momentazos expresivos dignos de culebrón...
Naturalmente, ninguna de las dos alegaciones es negativa de por sí. Donde falla la película de Audiard no es en la audacia, sino en la ejecución: la banda sonora compuesta por la cantante Camille y Clément Ducol no llega nunca a despegar, quizás porque no hay verdaderos cantantes en el reparto, y los sucesos en el arco dramático acaban pareciendo algo aleatorios. Huele a futurible obra de culto.

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