
William S. Burroughs esperó 35 años en publicar su novela autobiográfica ‘Queer’, por ser demasiado explícita. Ahora, el cineasta detrás de ‘Call Me By Your Name’ o ‘Rivales’ recoge su espíritu existencialista destartalado para contar el viaje de William Lee (un Daniel Craig definitivamente aparcado del James Bond elegante y carismático), un ocioso estadounidense telépata que vive aparcado en el México de los años 50. Lee se aferra desesperado a las drogas, al alcohol y al amor de un estudiante mucho más joven y emocionalmente indisponible, Eugene Allerton (Drew Starkey, recién descubierto).
Una fábula deliberadamente romántica alrededor de la dependencia, de una erótica siempre a flor de piel. Casi hiperbólica, ‘Queer’ invocará a los maestros de la ensoñación nostálgica para ser contada, evocando como imágenes descosidas desde las brochas el fauvismo hasta los retablos de René Magritte, Luis Buñuel o Lisando Alonso. El resultado no se parece en nada al Guadagnino de ‘Cegados por el sol’ o ‘Hasta los huesos’ pero, a la vez, este escaparate kitsch sólo podría ser obra suya.
De hecho, hoy el cineasta italiano ha definido la historia, con todas sus excentricidades, como un «interrogante del yo». «¿Quiénes somos cuando estamos a solas, quiénes somos cuando estamos buscándonos en alguien? ¿Quién eres cuando te dejan tirado en la cama, echando de menos a quien te ha plantado?».
Sergi López, un asesino en serie para Fabrice Du Welz
‘Maldoror’ recrea la escandalosa investigación alrededor de un asesino en serie en la Bélgica de 1995, un Alcàsser marcado por la cantidad apocalíptica de descuidos y medias verdades que arbitraron la gestión de la policía. Du Welz, responsable de las pantanosas fronteras entre la pasión y la demasía de ‘Adoration’ (Mejor Película Europea en Sitges, 2019) ficciona el caso desde la perspectiva de un joven (Anthony Bajon) que llega a la Policía completamente obcecado por su misión benefactora a la par que incapaz de controlar sus frecuentes rabietas contra los engranajes (disfuncionales) de la autoridad.
La persecución de ‘Maldoror’ funciona como ‘Seven’ ahora retorcido por la distancia absurda y trágica –en definitiva, kafkiana— entre los sucesos y el discurso mediático que sobre ellos se construye. Se despliega como una pregunta retórica: ¿Podrá nuestro policía demostrar la culpa evidente del asesino (Sergi López, brillando en modo Tobe Hooper), antes de que el papeleo lo exculpe o su ira lo excluya? Clásico y no por ello menos extremo que la filmografía anterior del belga, el thriller se interesa antes por capturar, en dos relajadas horas y media, las sombras crecientes de un protagonista que no puede dejar de ser él mismo: desde los excesos de energía en los festejos de su boda hasta la radiografía de la rabia a la que De Welz aspira congelando fotogramas esporádicos durante las trifulcas, verbales o a puñetazos, de su protagonista iracundo. ‘Maldoror’ bebe del conde que le da nombre, de noche tan oscura que en su intensidad roza lo adolescente.
El poder y la responsabilidad de tomar la palabra
Venecia es la célebre cuna del autor con categoría de estrella, una tarima que se alimenta del ruido mediático de sus cineastas mientras les ofrece una plataforma desde la que nutrir su propia visibilidad. Por ello, el marco de excepción de la Sección Oficial Fuera de Concurso suele aprovecharse como escaparate de voces reconocibles, que no autorizadas. En ficción, como ‘Wolfs’, o en no-ficción, un terreno muy concurrido por directores con Opiniones acerca del estado del mundo. Dos pájaros: la Mostra se cubre las espaldas abordando conflictos políticos urgentes eximiéndose de llevar cambio alguno a la práctica, y se asegura la desfilada de nombres importantes con obras de calibre menor. Este año es el caso de Asif Kapadia (‘Amy’, ‘Diego Maradona’), que con ‘2073’ anoche insultó la inteligencia de la sala con un popurrí culpabilista y genérico de todos los males del mundo, o de Amos Gitai (‘Why War’, un teatrillo con la guerra por tema, de presupuesto y sentido del ridículo nulos). Habrá excepciones, como ‘One To One: John & Yoko’ de Kevin McDonald y Sam Rice-Edward (lean la crónica del viernes)… Que deberían ser la norma.

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