
El bombardeo israelí del miércoles contra la escuela Al-Jaouni, en el campo de refugiados de Nuseirat, en el que mató a 18 personas, supuso la mayor matanza del personal de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (Unrwa) en un solo incidente. Seis de sus trabajadores murieron en el ataque, entre ellos el director del refugio de la Unrwa, junto a otros miembros del equipo que prestaba asistencia a las personas desplazadas.
La agencia recordó que esta escuela, hogar de 12.000 personas desplazadas –principalmente mujeres y niños– ha sido atacada ya cinco veces, causando la muerte a unas 40 personas. En el último ataque, el pasado 6 de julio, murieron 16 palestinos y otros 50 resultaron heridos. «Nadie está a salvo en Gaza. Nadie se salva», añadió.
El comisionado general de la Unrwa, Philippe Lazzarini, señaló que Israel ha matado ya al menos a 220 miembros de su personal en la Franja. «Matanzas sin fin y sin sentido; día tras día», denunció. «El personal humanitario, las instalaciones y las operaciones han sido ignoradas de manera flagrante e incesante desde el comienzo de la guerra. Cuanto más prevalezca la impunidad, más irrelevantes serán el derecho humanitario y la Convención de Ginebra», insistió.
También el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, consideró totalmente inaceptable lo ocurrido y exigió «poner fin ahora a estas dramáticas violaciones del derecho internacional humanitario».
Israel, lejos de asumir responsabilidades, cargó contra las propias víctimas, asegurando que son «terroristas que operan en edificios civiles usados previamente por Unrwa, no son inocentes».
El representante permanente del régimen sionista ante la ONU, Danny Danon también arremetió contra Guterres y dijo no entender que la ONU siga condenando a Israel «en su justa guerra contra los terroristas», una guerra que anunció que continuará, afirmando además que «la solución no es un alto el fuego».
Siguió así el patrón que la víspera denunció la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese: una «doctrina del shock» similar a la de EEUU tras el 11S, basada en «matar a cualquiera» bajo la idea de que «todo es Hamas. Periodistas, médicos, profesores, científicos...».
Ayer el Ejército identificó con nombres a varias de las personas a las que mató en Nuseirat asegurando que eran miembros de Hamas.
Esta guerra contra la Unrwa arreció ya el pasado enero, cuando las acusaciones de Israel llevaron a varios países a suspender los fondos que suministraban a la agencia, haciendo suyo el relato israelí.
El Gobierno israelí no llegó a aportar pruebas de sus acusaciones y, excepto EEUU, los aliados de Israel volvieron a aprobar la financiación, pero la medida puso en riesgo más de la mitad de sus recursos, de los que dependen más de dos millones de personas en Gaza para sobrevivir, muchas de ellas afectadas por el por hambre y enfermedades.
Momento crítico y hambre
La agencia gestiona refugios para más de un millón de personas y proporciona alimento y atención primaria de salud.
Este castigo añadido a los bombardeos diarios sobre una población exhausta se produce cuando la situación avanza hacia una hambruna inminente, según denunció la propia Unrwa. Más de un millón de personas en Gaza no tendrán suficiente comida este mes, mientras cientos de camiones cargados con verduras frescas y carne se echan a perder esperando cruzar los puestos de control israelíes.
En las colas kilométricas que esperan en Egipto siguen bloqueados por Israel miles de paquetes de ayuda con alimentos, suministros médicos e incluso cepillos de dientes y champú. «Calculamos que más de un millón de habitantes de Gaza se quedarán sin comida en septiembre. Más de la mitad de los medicamentos en nuestros centros de salud se están agotando, al igual que el cloro para purificar el agua y otros suministros básicos», afirmó Sam Rose, un subdirector de la agencia.
Otras organizaciones también intentan desde hace meses, sin éxito, llegar a un enclave en situación desesperada, donde Israel ni siquiera permite la entrada de detergente frente a unas las condiciones de higiene precarias que están extendiendo las enfermedades infecciosas.
La cantidad de ayuda que entra «es el mínimo absoluto necesario para garantizar que la gente no muera de hambre inmediatamente». «Podrían morir dentro de tres años por desnutrición prolongada», denunciaron.
Por otro lado, Qatar pidió una investigación internacional urgente de los ataques israelíes contra refugios y escuelas de la agencia de la ONU. Incluso el responsable diplomático de la UE, Josep Borrell, dijo estar «escandalizado» por el «desprecio a los principios fundamentales del derecho internacional, en particular la protección de civiles», aunque los Estados miembros de la Unión a la que representa apoyan decididamente a Israel.
Los bombardeos israelíes de las últimas horas provocaron al menos otros 34 muertos y 96 heridos en el campamento de Yabalia y varios barrios de ciudad de Gaza.
22.000 heridos para toda la vida
Al menos una cuarta parte de los heridos en la guerra de Gaza, más de 22.000, han sufrido lesiones que perdurarán toda su vida y que requieren cuidados y rehabilitación de largo plazo, señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los registros y análisis que ha efectuado este organismo indican que entre 13.455 y 17.550 lesiones graves en las extremidades requieren de rehabilitación más urgente y por un periodo prolongado, aunque muchos heridos tienen más de una lesión. Además, se han producido 3.105 y 4.050 amputaciones y miles de lesiones de la médula espinal, traumatismos craneoencefálicos y casos de grandes quemaduras, de las cuales han sido víctimas muchos niños y mujeres.
Estas estadísticas corresponden al periodo hasta finales del pasado julio y la OMS considera que si en ese momento se estimaba que 90.000 palestinos habían resultado heridos en los ataques israelíes, esta cifra supera ya los 95.000 y aumenta cada día.
El representante de la OMS en los territorios palestinos ocupados, Rik Pepperkorn, subrayó que la enorme necesidad de servicios de rehabilitación choca con la realidad de un sistema sanitario completamente diezmado en Gaza. De los tres centros de rehabilitación que funcionaban en Gaza antes del 7 de octubre ninguno está operativo en la actualidad y se han agotado todos los productos esenciales para estos casos, como sillas de ruedas y muletas. Incluso si un herido logra ser operado y se le amputa una extremidad para salvar su vida, se le da el alta lo antes posible porque las camas de hospital son muy escasas, y a los operados tampoco se le puede ofrecer tratamiento de rehabilitación.

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