«Cineastas y cocineros tenemos algo en común: trabajamos para complacer al público»
En 2019, el chef navarro David Yárnoz abría una sucursal de su mítico restaurante ‘El Molino de Urdániz’ en un hotel de Taiwán. El cineasta Pedro Peira ha documentado esta aventura en ‘Buda salta el muro’, filme que esta tarde se proyectará en Iruñea.

Desde que el Zinemaldia abriese la veda con Culinary Zinema, cada vez son más los festivales que abren sus pantallas a este tipo de propuestas. En consecuencia, también cada vez son más los cineastas que ruedan películas sobre los entresijos de la gastronomía. ‘Buda salta el muro’ (título que corresponde a una típica sopa taiwanesa) llega esta tarde a los cines Golem Baiona a las 19.30. Una proyección que irá acompañada de un coloquio con sus responsables.
¿Cómo nace la idea de hacer este documental?
Yo como documentalista siempre ando a la búsqueda de historias interesantes y un día, leyendo el periódico, veo un reportaje sobre un cocinero navarro que tiene un restaurante en Taipei. Aquello me pareció tan rocambolesco que enseguida me puse en contacto con David Yárnoz para que me contase como había sido lo de abrir una sucursal de su restaurante en un lugar tan remoto y aislado. Al poco tiempo fui a visitarle y él me presentó a otros cocineros de la alta cocina navarra y en un fin de semana me los conseguí meter a todos en el bolsillo para rodar este documental. Además coincidió con que David tenía previsto ir a Taiwan unos meses después y nosotros nos sumamos a ese viaje para acompañarle pero también para descubrir otras ciudades de Taiwan, al margen de Taipei y para empaparnos un poco de la cultura gastronómica del lugar.
¿Qué fue lo que más le sorprendió de la experiencia de David Yárnoz?
Pues algo en lo que yo, de entrada no había pensado y que creo que refleja bastante bien la película y es la dificultad que conlleva llevar tu propuesta gastronómica a otras latitudes. Porque David puede pensar una receta y mandársela al jefe de cocina de su restaurante en Taipei, pero después éste está condicionado por las materias primas que tienen allí y por su propia manera de hacer con lo que David tiene que ir regularmente allí para supervisar el resultado e intentar solucionar estos escenarios de dificultad porque no es sencillo encontrar proveedores que te den lo que necesitas ni encontrar continuidad en el producto porque los proveedores de allí normalmente tienen otros empleos. Y todo eso al final acaba condicionando tu propuesta gastronómica.
Al final, ¿diría que se trata de una película sobre las diferencias culturales?
Sí, y sobre todo, sobre la capacidad para adaptar nuestra singularidad a otro territorio. En la gastronomía esto es muy evidente porque igual allí un plato presentado a la manera de aquí no les gusta, tampoco el punto de sal es el mismo, o las cantidades. Esos detalles te hablan de diferentes percepciones que existen de una cultura a otra.
Y, sin embargo, parte del éxito del restaurante de David en Taipei se debe al modo en que mantiene las raíces de la cocina navarra.
Sí, eso es lo más sorprendente, el hecho de que las concesiones no sean tantas como las que podíamos pensar dados los condicionantes y las diferencias culturales. David es alguien que innova mucho dentro de su propia tradición navarra. Frente a él, Kai Ho, el otro cocinero que protagoniza el documental, pese a trabajar en la tradición de la alta cocina asiática vende su restaurante como un local francés y apuesta por el mestizaje, según él porque es la única manera de que allí estén dispuestos a pagar el cubierto a tan alto precio. Ese tipo de concesiones David no las hace.
La película se rodó justo después de la pandemia.
David tiene el compromiso de ir a su restaurante dos semanas cada año pero con la pandemia, efectivamente, llevaba tres años sin ir, con lo cual ese viaje daba bastante juego desde el punto de vista narrativo porque como él mismo dijo, esos escenarios que normalmente tiene que afrontar al ir allí, después de tanto tiempo sin ir, se iban a ver magnificados y justamente eso era lo que a nosotros nos interesaba retratar en esta película.
Sin embargo, el relato se abre a la experiencia de otros cocineros, empezando por el chef taiwanés Kai Ho.
Mi idea inicial era grabar a David durante su estancia en Taiwán y después en su regreso a España de tal modo que pudiera compartir con otros cocineros navarros la experiencia que había recibido allí. El tema es que allí conocimos a Kai Ho que es otro chef que tiene no sé cuántas estrellas Michelin con el que yo había contactado antes y al que dio la casualidad que David conocía. Entonces le tentamos con la idea de que se sumara a este viaje de ida y vuelta y grabarle a él también en Navarra. Dio la casualidad de que él tenía que ir a unas jornadas a Austria y al final cuadró todo. Creo que narrativamente funciona muy bien porque es la historia de una amistad entre dos cocineros que tienen estilos y enfoques diferentes, que son de culturas distintas pero a los que al final les une la búsqueda de la excelencia.
Pero, siendo un viaje de ida y vuelta, su película es también una inmersión en la gastronomía tradicional taiwanesa.
Es que cuando retratas a unos personajes estos te van llevando a otros territorios. Por ejemplo, Kai Ho a pesar de ser un chef de alta cocina es un apasionado de la comida callejera y ‘Buda salta el muro’ que es el título de la película, es también una sopa muy típica de allí que me recomendó él. Yo puedo ir con mi ideas prefijadas pero luego me dejo asesorar por los protagonistas de mis películas.
¿A qué atribuye el auge que vive el cine culinario hasta el punto de que cada vez son más los festivales que le dan visibilidad?
Los cineastas y los cocineros tenemos una cosa en común y es que ambos trabajamos para complacer al público. Esa coincidencia aporta un plus a la experiencia que supone ver una película sobre cocina ya que los festivales suelen acompañar este tipo de proyecciones con alguna degustación. Eso aporta un valor y también un color a la experiencia de ir al cine.

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