Maddi Txintxurreta
Kazetaria / Periodista

Nerea Barjola defiende abordar la violencia sexual contra la infancia desde el feminismo

La doctora en feminismos y género Nerea Barjola ha emplazado al feminismo a hablar de la violencia sexual contra la infancia, en tanto que es parte del «un paradigma social, político y cultural» que representa el machismo.

Nerea Barjola, en su intervención en Iruñea.
Nerea Barjola, en su intervención en Iruñea. (Iñigo Uriz | Foku)

La violencia sexual contra la infancia es violencia machista y, como tal, el feminismo, que hasta ahora «no ha estado ahí», debe empezar a hablar de ella, ha defendido este viernes Nerea Barjola. La doctora en feminismos y género ha abierto la última jornada del primer congreso sobre violencias sexuales organizado por el Instituto Navarro para la Igualdad (INAI) con una ponencia que ha titulado así: ‘La violencia sexual contra la infancia es una cuestión feminista’.

En el Palacio Baluarte de Iruñea, la autora de ‘Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual’ ha explicado cómo los mismos mecanismos que hacen posible la violencia sexista y de género actúan sobre los cuerpos de niños, niñas y adolescentes, ya que, ha aseverado, la violencia sexual contra la infancia es parte del proyecto político del machismo. Por ello, ha rechazado la visión que explica la violencia machista como una mera ideología y no como «un paradigma social, político y cultural» que también afecta a niñas, niños y adolescentes. «No comprender la violencia sexual contra la infancia como machismo significa no comprender toda la estructuralidad de la violencia», ha advertido.

Barjola ha relatado que ella llegó a estudiar las violencias sexuales contra la infancia a través de «una de las primeras personas que empezó a trabajar este tema con perspectiva feminista»: Aurora Iturrioz. La técnica de igualdad de la Diputación Foral de Gipuzkoa le pidió que elaborara para la institución foral un marco teórico que ubicase este tipo de violencia dentro de la perspectiva feminista. Era necesario, pues en el ejercicio de comprender, conceptualizar y actuar sobre estas violencias, no ha estado el feminismo. En su investigación, que no se ha publicado, Barjola ha situado estos datos con testimonios de personas que han sufrido violencia sexual cuando eran menores de edad. Y ha trasladado a las oyentes un sentimiento común de varias de las personas con las que habló, que sirve perfectamente como interpelación: «Muchas me decían que el feminismo les dio fuerza para comprender las violencias sexuales, pero que ellas no se sentían representadas, que sus historias de vida no estaban en las manifestaciones contra las agresiones sexuales. Por tanto, el feminismo les da mucho, y a la vez las expulsa».

La función social

Para comenzar, ha ubicado el tema ofreciendo algunos datos: según el Consejo de Europa, entre el 15 y 20% de niñas, niños y adolescentes sufren algún tipo de violencia sexual antes de los 18 años, la gran mayoría, entre el 70 y 85%, en entornos de confianza: casi todos los agresores (90-95%) son hombres, generalmente los padres biológicos de la persona agredida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por tanto, «esta violencia se ubica fundamentalmente en la familia», ha apuntado la académica vizcaína. Por otra parte, que los niños también sufran esta violencia no significa que no haya sesgo de género: la sufre 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños.

«El abuso del poder, la cosificación del cuerpo de niños, niñas y adolescentes, apela al control de la sexualidad por parte de los hombres cuando son pequeños, y se va extendiendo a lo largo de la vida»

Barjola ha defendido que el feminismo debe hablar y pensar sobre la violencia sexual contra la infancia, en tanto que es parte del sistema machista y «está al servicio del patriarcado». «No es posible disociar el análisis de esta violencia del sistema machista. Y es que, desde la base, se reproduce todo un sistema que después, cuando somos adultas, sigue reproduciendo violencia machista y violencia sexual», ha manifestado. En efecto, según la doctora en feminismos y género, una de las herramientas que tiene el machismo para generar violencia es «el adultocentrismo», porque genera asimetría en el poder entre un adulto y un niño.

Al igual que el relato sobre el terror sexual alecciona a las mujeres, la violencia sexual contra las niñas imprime mensajes muy concretos en ellas, y sus cuerpos guardarán memoria sobre ellos. «El abuso del poder, la cosificación del cuerpo de niños, niñas y adolescentes, apela al control de la sexualidad por parte de los hombres cuando son pequeños, y se va extendiendo a lo largo de la vida», ha explicado. El «derecho de pernada» que apropian los hombres sobre sus hijas e hijos para violarlos, entendiéndolos «de su propiedad», es parte «del disciplinamiento del cuerpo de las niñas y de las mujeres cuando son adultas», ha agregado.

En la investigación que le encargó Aurora Iturrioz, Nerea Barjola analizó la función social que desempeña la violencia sexual contra la infancia. Porque, aunque la gente crea lo contrario, desempeña una función, ha asegurado. «Tiene una función porque la reproducimos constantemente, porque la sociedad permite que ocurra y está naturalizada, por eso no podemos acabar con ella», ha apuntado.

Una de las funciones es que fortalece el sistema sexo género y configura la sexualidad de las niñas, al tiempo que disciplina sus cuerpos «de manera brutal», según Barjola. Esto tiene consecuencias a largo plazo. «La docilidad impuesta provoca que, en la edad adulta, muchas mujeres tengan dificultades para conectar con su propio cuerpo y su sexualidad», ha dicho. Además, cuando las violencias sufridas en la infancia las ha perpetrado un hombre con quien tenían un vínculo cercano, como el padre, varias mujeres adultas se encuentran con dificultades para identificar y entender las violencias que ejercen sus amigos, parejas masculinas, o demás conocidos.

Veo, veo, silencio

Otro dato relevante del Consejo de Europa: una de cada tres niñas, niños o adolescentes no habla de la violencia que ha sufrido. Y ha añadido Barjola: «Aquellas que hablan pueden encontrar silencio en su entorno». Ha explicado que cuando un niño o niña cuenta las violencias sexuales que ha sufrido en el seno de la familia, «puede romper la estructura familiar, y cuando esta se rompe, también lo hace su historia de vida». Por ello, al revelarse la violencia, varias familias optan por proteger la institución familiar en lugar de la persona agredida, y «la vida continúa igual», ha apuntado la ponente.

Ha mostrado una campaña «acertadísima» que lanzó Euskal Herriko Bilgune Feminista el 25 de noviembre –Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer– del 2016. ‘Ikusi makusi, zer ikusi?’ (‘Veo, veo, ¿qué ves?”), rezaba el cartel que rechazaba «las violencias patriarcales contra la infancia». Para Barjola, es el quid de la cuestión, la responsabilidad adulta. «Es el mundo adulto que, si quiere, ve, y si no quiere, no ve», ha apuntado. Y ha citado a Roland Summit: «Cualquier intento por parte del niño o niña de divulgar el secreto se topará con la conspiración del silencio y el descrédito de un adulto».

«Lo testimonial es políticamente transformador, porque sin testimonios no se pueden identificar y contextualizar las violencias sexuales»

Esto significa que la sociedad invisibiliza la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y calla en lugar de tomar responsabilidades. A veces inconscientemente, porque los relatos de las personas que sufren o han sufrido en su infancia violencia sexual son difíciles de escuchar y aprehender. Pero, a pesar de ello, hay que hacerlo, «tenemos que enfrentar esa dificultad y permitir que las mujeres hablen de las violencias», ha reivindicado Barjola. «El silencio es una cuestión política», ha dicho, pues «permitir que las mujeres salgan del silencio significa colectivizar la violencia y responsabilizarnos de ella, aunque no la hayamos cometido directamente».

¿Y qué pasa cuando son los niños y las niñas quienes guardan silencio? Es algo común, pues el «sistema machista y patriarcal los designa como personas sin derecho a tener voz ni voto», y se presupone, por culpa de la herencia que dejaron Freud y Kinsey, que se inventan las cosas, que se las imaginan, según Barjola.

Pero, en realidad, solo que hay que saber escuchar: «El cuerpo siempre habla –ha indicado Barjola–. A veces con llamadas de atención, que si les duele la tripa o la cabeza. Suelen tener un malestar continuado. Tenemos que escucharles».

Por tanto, dos deberes para el feminismo: el primero, escuchar y dar valor al testimonio porque sí, «lo testimonial es políticamente transformador, porque sin testimonios no se pueden identificar y contextualizar las violencias sexuales», ha determinado la vizcaína en Iruñea. El segundo, hablar. Porque «todo aquello que no visibilizamos continúa existiendo con total impunidad», ha sentenciado Nerea Barjola.