
En el Prato della Valle, en el centro de Padua, solamente hay hombres. Y no es una manera de hablar, sino la cruda realidad. En esta enorme plaza de 90.000 metros cuadrados pueden verse 78 estatuas que representan a «las personas que han hecho grande a Padua en la historia». Y todas, las 78, son de hombres.
¿Puede una plaza ser «machista», entonces? Evidentemente sí. Y más aún tomando en cuenta la «solución» adoptada por el Ayuntamiento, después de una larguísima movilización tanto física como en las redes sociales: un referéndum para autorizar que se levante un monumento a una mujer, al menos una, que haya engrandecido el nombre de la ciudad a lo largo de los siglos.
Al fin ha sido «encontrada», este pasado fin de semana. La escogida es Elena Lucrezia Cornaro Piscopia, la primera mujer en la historia en conseguir un doctorado en la universidad local, una de las antiguas y prestigiosas en Europa.
Y aun así, esto parece no haber hecho más que empezar.
Prato della Valle, una pasada arquitectónica
Padova (Padua), Prato della Valle: la segunda plaza más grande de Italia, entre las diez más grandes de Europa. Comúnmente conocido como ‘Il Prato’, es sin duda el punto de encuentro de una ciudadanía que se mueve por la parte central, sobre todo en bicicleta: 90.000 metros cuadrados (por trazar una comparativa, la Plaza Moyua, en Bilbo, tiene 11.000), que arquitectónicamente son una pasada.
La manera en que todas las calles medievales del centro convergen en esta explanada triangular, que tiene como «protección» otra iglesia enorme, la Basílica de Santa Giustina, resulta impresionante. No muy lejos se encuentran también la Basílica de San Antonio, ‘El Santo’ por excelencia en Padua (a pesar de ser portugués), y la universidad, una de las más antiguas del mundo junto a la Bolonia.
Desde Galileo Galilei a Tito Livio pasando por cuatro papas y hasta reyes extranjeros. ¿En qué se parecen? Ninguno es mujer
Sin embargo, la verdadera obra maestra, la que da un toque especial al Prato, es su centro. Allí es como si hubiera una plaza dentro de la plaza: un canal rodea la llamada Isola Memmia, y enmarcando esta isla artificial en forma elíptica hay 78 estatuas divididas en dos filas, dedicadas a las personas que han glorificado Padua en el mundo.
Algunos nombres son famosísimos: desde Galileo Galilei, que allí fue profesor antes de ser condenado por la Inquisición, hasta el escritor latín Tito Livio, nacido en Patavium en el 59 a.C. Aparecen también cuatro papas, varios artistas (Mantegna, Canova, Ariosto, Tasso) y hasta reyes extranjeros como Gustavo II Adolfo de Suecia, que nunca estuvo en Italia pero se dice que había sido estudiante de Galileo.
Todos inequívocamente hombres. Hasta las cinco estatuas destrozadas por las tropas de Napoleón Bonaparte durante la invasión a finales de siglo XIX eran de hombres, nobles de la República de Venecia que tenía en Padua una de sus joyas.
Un intento (retorcido) de solución
Prato della Valle, en su conformación actual, tiene casi 250 años de vida, desde cuando se empezó el proyecto de la Isola Memmia. Y nunca se había planteado colocar alguna estatua de una mujer que hubiese podido «hacer grande el nombre de la ciudad».
Hasta que, este verano, el Ayuntamiento finalmente decidió organizar un referéndum, resultado de una larguísima campaña de sensibilización por parte sobre todo del Partido Democrático.
Lo que se pedía a los paduanos al inicio del proceso era proponer unos nombres, entre los que se iban a escoger seis para someterlos a votación entre la ciudadanía.
El 10 de noviembre tuvo lugar la votación, por internet en el portal Padovanet, y el resultado fue comunicado el pasado fin de semana: la ganadora es Elena Lucrezia Cornaro Piscopia, la primera mujer que consiguió el doctorado (en Filosofía) en la universidad de Padua, en 1678.
«Hay que respetar la tradición», alega el ‘sovrintendente’ incluso después de que la ciudadanía ya haya designado a una pionera, Elena Lucrezia Cornaro Piscopia
¿Problema solucionado, aunque sea con una representación tan ínfima? No exactamente. Para empezar, resulta que Elena tiene ya una estatua en la ciudad, aunque no en el Prato della Valle sino en el interior de la universidad (también en la Basilica de San Antonio hay un pequeño monumento dedicado a ella).
El auténtico punto de inflexión sería colocar a Elena entre los hombres del Prato, el panteón paduano donde de momento no hay mujeres. Y aquí surgen más escollos, porque desde el Ayuntamiento, que ha lanzado un concurso para realizar otra escultura de la filósofa del siglo XVII, han afirmado que el nuevo monumento no será ubicado en la Isola Memmia sino cerca de la actual estatua, que será recolocada. De hecho, el sovrintendente, máxima autoridad ciudadana sobre las obras arquitectónicas, ha expuesto que «hay que respetar a la tradición».
Un efecto dominó que completa el absurdo, en última instancia: es como si Padua hubiese decidido tirar la piedra y esconder la mano. Parece que el Prato della Valle sea inmutable, nunca se pueda modificar. Un regusto amargo en una de las plazas más bellas de Italia.

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