El Ararteko ha instado al Ayuntamiento de Donostia a que abra todo el invierno el albergue de La Sirena, «no dependiendo de la bajada de las temperaturas, que permita un alojamiento a las personas sin techo durante la época invernal, que evite poner en riesgo su vida».

Actualmente, este centro, también conocido como albergue juvenil de Ondarreta, únicamente abre sus puertas para personas sin techo cuando las condiciones meteorológicas son especialmente adversas.

Esta resolución del Ararteko responde a una queja de una persona que participa como voluntaria en una asociación de ayuda a personas migrantes, que considera que el acceso al recurso de La Sirena es «demasiado restrictivo pues se limita a condiciones climatológicas extremas y a un espacio de tiempo muy limitado».

Habitualmente, este albergue no se destina usos sociales, sino que ofrece un servicio de alojamiento a cualquier persona o grupo que desee pernoctar en Donostia. Dispone de cien plazas. Durante el invierno de 2021 a 2022, en un contexto de covid, se comenzó a utilizar por personas sin techo, pero los criterios para el acceso siempre han sido criticados por restrictivos.

En su respuesta al Ararteko, el Ayuntamiento de Donostia señala que ofrece otros recursos para personas sin hogar.

Solo cuando hiela

El Ayuntamiento explica que, según un protocolo suscrito con la Policía Municipal, SOS Deiak y Euskalmet, La Sirena se abre «una vez que se haya pronosticado la existencia de riesgo de hielo en la costa, así como la existencia de riesgo en el interior». El Consistorio añade que solo se presta un servicio similar en Donostia, en Irun y en Eibar, por lo que reciben «numerosas llamadas por parte de los servicios sociales de otras poblaciones cercanas cuando concurren dichas condiciones meteorológicas adversas».

El Ararteko, que reconoce que el Ayuntamiento de Donostia «está realizando un esfuerzo sostenido para dar respuesta a las necesidades de las personas sin hogar que viven en las calles de su municipio» y que el uso de La Sirena forma parte del mismo, añade que «el aumento del número de personas que viven en la calle y la estructuralidad del fenómeno del sinhogarismo obliga a incrementar dicho esfuerzo», por lo que destaca que la apertura de los recursos no puede depender de que las temperaturas sean extremas.