
Nacer en el sureño estado de Virginia en 1943 y convertirse en una estrella del tenis era una combinación imposible para un niño negro de una familia humilde. Sin embargo, a Arthur Ashe la vida no hizo más que ponerle obstáculos que él se empeñó en superar con tesón, haciendo frente a las dificultades con una característica elegancia que encandiló a un público que lo adoraba.
Aquel escuálido niño que llevaba el apellido de Samuel Ashe, Gobernador de Carolina del Norte en el siglo XVIII y amo de sus esclavizados antepasados, y que no podía entrenarse en las pistas reservadas para blancos, se acabó convirtiendo en el ganador de los Abiertos de Australia y Estados Unidos, Wimbledon y la Copa Davis, siendo a día de hoy el único hombre negro con semejante palmarés.
Las dificultades nunca echaron para atrás a Ashe, pero es que tuvo que enfrentarse a muchas. Siendo ya un tenista consagrado, en 1979, le diagnosticaron una enfermedad del corazón que le provocó varios infartos, por lo que tuvo que retirarse inmediatamente del deporte profesional.
En 1988 la mala suerte le jugó otra mala pasada cuando dio positivo en VIH, que pronto derivó en SIDA, una enfermedad estigmatizada y mortal en aquella época. Al parecer, se contagió a través de una transfusión de sangre infectada que recibió en una operación de corazón. Ashe falleció en febrero de 1993, antes de cumplir los 50.
Aunque conocía el diagnóstico desde 1988, no lo hizo público hasta abril de 1992. Pocos meses antes, la estrella de la NBA Magic Johnson también había anunciado que portaba el virus VIH. El paso adelante de Ashe y Johnson cambió drásticamente la percepción que la sociedad estadounidense y el mundo entero tenía sobre la pandemia del SIDA. Hasta entonces, la mayoría lo consideraba un problema exclusivo de homosexuales y drogadictos, pero los expertos llevaban años advirtiendo de que todas las personas debían tomar precauciones.
Reivindicación de la reforma del sistema de salud
Ashe, al igual que Johnson, se convirtió en un icono de la lucha contra el SIDA, ayudó a deshacer estigmas y prejuicios sobre los infectados y utilizó su fama para llevar el problema a las agendas de los gobiernos. Siempre tuvo claro que era necesario un sistema de salud fuerte, bien equipado y que llegara a todas las personas, independientemente de su capacidad económica. En Estados Unidos, aun siendo un país del Primer Mundo, los medicamentos eran demasiado caros para algunos sectores de la sociedad, por lo que el extenista reclamó una profunda reforma del sistema de salud, además de más fondos públicos para la investigación.
En 1992, con motivo del Día Internacional contra el SIDA, Ashe fue invitado a hablar en el acto de la Organización Mundial de la Salud, un altavoz que utilizó para difundir sus ideas. Asimismo, creó una fundación que aún sigue en marcha, cuya intención es destinar la mitad de los fondos a países en desarrollo, especialmente a África, el continente más golpeado por el SIDA.
Arthur Ashe luchó hasta el final, luchó por lo que creía como había hecho toda su vida. Desde niño le enseñaron que para tiunfar en un mundo dominado por blancos debía comportarse siempre con exquisita educación, ser ejemplar, hacerse un hueco a través de la simpatía. Así, sin perder la compostura pero con las ideas claras, consiguió hacerse un hueco en el mundo del tenis, a veces tan elitista. El propio Ashe llegó a reconocer que a él nunca se le habrían permitido los aspavientos y protestas de su colega Björn Borg.
La buena educación, sin embargo, nunca le impidió ser contundente a la hora de defender sus ideas. Desde que en 1969, por el hecho de no ser blanco, le negaron la entrada a Sudáfrica para jugar el Open de allí, se convirtió en una de las voces más duras contra el apartheid.
Cada año pedía la visa para jugar el torneo con la intención de forzar al gobierno de Estados Unidos a tomar cartas en el asunto, hasta que en 1973 los dirigentes sudafricanos le permitieron entrar al país y disputar el Open, que iba a a admitir a jugadores de todas las razas por primera vez. Ashe también ayudó a crear una escuela de tenis en el empobrecido distrito de Soweto.
Pocos años después, cuando comprobó que sus esfuerzos no habían erosionado ni un ápice el apartheid, Ashe volvió a pedir el boicot para el deporte sudafricano. En 1985, ya retirado, fue detenido en Washington DC junto a otros activistas antirracistas por protestar ante la embajada de la República Sudafricana. En 1992, afectado por el SIDA y sus persistentes problemas de corazón, volvió a ser detenido por protestar, esta vez contra las inhumanas deportaciones de refugiados haitianos que los Estados Unidos estaban realizando.
Prácticamente hasta su último día, Arthur Ashe siguió peleando por un mundo más justo, que diera las mismas oportunidades a todas las personas, ya fuera en el deporte o en el sistema de salud. Todavía hoy, su legado es recordado cada año en el US Open, ya que la pista principal del torneo se llama Arthur Ashe Stadium.

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