
Coser y recoser la familia republicana. Esta, y no otra cuestión, será el primer reto que Oriol Junqueras tendrá que afrontar tras el proceso congresual que le ha catapultado nuevamente al frente de ERC gracias al apoyo del 52,2% de la militancia. No solo porque su victoria arroja la existencia de un amplio corriente que pedía su renuncia a prolongar cuatro años la presidencia (Nueva Esquerra Nacional, la lista en disputa, ha cosechado el 42,2% de los sufragios); también porque, durante el camino hacía las votaciones de ayer, los encontronazos con el resto de candidaturas han agravado las disputas internas.
Así, o ERC apacigua las desavenencias y fracturas emocionales que se han recrudecido las últimas semanas, o difícilmente podrá rehacerse de una crisis que, tras el referéndum del 1 de octubre, ha dejado el partido seriamente debilitado. Desde el 2017, el balance ha sido demoledor: cuatro derrotas electorales consecutivas, la pérdida de sus feudos históricos y, en clave interna, una hemorragia incesante de afiliados –de superar los 10.000 militantes, el censo para este último congreso apenas ha superado los ocho mil, concretamente 8.032–.
Vencer sin convencer
Todo indicaba que Militància Decidim, la lista encabezada por el expresidente y Elisenda Alamany, se impondría en la segunda vuelta de las votaciones, pues en la primera convocatoria del 30 de noviembre obtuvo el 48,3% de los votos (3.157), a solo 110 papeletas de la mayoría absoluta, dejando atrás a la Nueva Esquerra Nacional (NEN) de Xavier Godàs y Alba Camps, que cosechó el 35,3%, y la lista Foc Nou, liderada por Helena Solà y el exconseller Alfred Bosch, que quedó apeada al lograr tan solo el 12,6% de los apoyos.
El resultado de ayer, ya con las dos listas en litigio, también han sido meridianamente claro: Junqueras y Alamany han ratificado los pronósticos al obtener el 52,2% de los sufragios (3.437 votos), mientras que Godàs y Camps se han quedado con el 42,2%, al obtener 2.777. El resto, 371, han sido votos en blanco, provenientes de Foc Nou y, muy en particular, de Recuperem Esquerra, la corriente partidaria de retomar la vía unilateral para alcanzar la independencia. En total, la participación ha sido bastante pareja a la registrada en primera ronda: 6.585 de los 8.032 (entonces fueron 6.533).
La única diferencia es que, a diferencias de este segundo embate, Junqueras se ha visto obligado a apretar las tuercas en dos direcciones aparentemente opuestas. Por un lado, enfatizar su distancia respecto a los asuntos más escabrosos que han salpicado a ERC en los últimos meses (en particular la polémica de los carteles de falsa bandera alusivos a los hermanos Maragall y que supuestamente habrían salido del entorno de la exsecretaria Marta Rovira, avaladora de Nueva Esquerra Nacional), y como gesto conciliador, invitar al resto de candidaturas a participar en las ponencias organizativa y estratégica que los republicanos tendrán a abordar en próximo conclave, además de ofrecer a Foc Nou, el tercer sector en disputa, la presidencia del Consejo Nacional del partido.
De esta forma, Junqueras ha buscado complacer a la militancia más dubitativa y, a la vez, reivindicarse como alguien que, cuando ha estado en primera fila, «ERC ha tenido un comportamiento ejemplar e impoluto». Una referencia velada a la posible responsabilidad que el entorno de Nueva Esquerra Nacional podido tener en la existencia de una estructura B, de la cual surgieron la campaña de los carteles de Maragall y otras acciones.
La estrategia de Junqueras y Alamany, apuntalada con la propuesta de crear una Comisión de la Verdad para dar carpetazo al asunto, ha podido desactivar parte de la campaña de Godàs y Camps, quienes pese a anunciar la voluntad de resignar a Junqueras un papel importante dentro del organigrama del partido y reforzar el mensaje independentista, como reclamaban algunas agrupaciones locales, no han logrado dar el sorpasso y hacerse con el control de ERC.
Horizonte 2017: primer examen
A partir de mañana mismo, se abre en las filas republicanas un calendario donde se solaparán las urgencias inmediatas con la necesidad que, en términos estratégicos y políticos, el partido establezca una hoja de ruta en tiempo récord.
Cuanto a las urgencias, Junqueras tendrá que pacificar una militancia que, aparte del desasosiego por los descalabros en las urnas, ha convertido el congreso en una batalla sin cuartel. No han faltado los reproches cruzados ni las pugnas fratricidas, en su mayoría ventiladas de manera hiriente en las redes sociales o mediante filtraciones de autoría desconocida.
Todo ello ha hecho mella en una formación que, desde el conclave de 2008, no asistía a una disputa tan agresiva por el poder y cuyos damnificados han sido algunos dirigentes de primera fila: Marta Rovira se ha instalado a Suiza para proseguir con su vida, Pere Aragonès se ha atrincherado en su oficina de expresidente sin apenas aparecer en los debates, y estos días, la vicesecretaria y exconsejera de la presidencia con Aragonès, Laura Vilagrà, ha anunciado su retirada de la vida política.
De todas formas, donde se presume un debate de calado es en la estrategia del partido ante el próximo ciclo electoral, especialmente respecto a los comicios municipales de 2027. Una convocatoria que puede desatar una crisis de consecuencias imprevisibles a nivel interno, pues mientras Oriol Junqueras aspira a qué, de la mano de Elisenda Alamany, ERC pueda entrar en un eventual gobierno de coalición con el PSC en Barcelona; para el resto de candidaturas la convocatoria electoral tiene que servir para que el partido se distancie definitivamente del partido de Salvador Illa y se prepare para «asaltar democráticamente» la mayoría de ayuntamientos con una apuesta renovada.
Gestionar estas disensiones internas y, a la vez, consensuar una estrategia para que ERC vuelva a la centralidad son, sin duda, las grandes tareas que Junqueras tendrás encima de la misma. Dos cuestiones en una que, visto los resultados tan ajustados, no serán fáciles de lidiar. Solo el tiempo dirá si ERC consigue coser y recoser todas las heridas y volver al ciclo que le permitió ser una fuerza ganadora.

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