Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

Radu Jude y Benedict Cumberbatch vuelven a las bases

La nueva provocación del niño terrible del cine rumano y las reflexiones del doble nominado al Oscar arrancan la última carrerilla del Festival de Berlín.

El director rumano Radu June, en la Berlinale.
El director rumano Radu June, en la Berlinale. (Stefanie Loos | AFP)

Enseñanzas budistas, por Benedict Cumberbatch

El británico presentaba en Specials ‘The Thing With Feathers’, adaptación de la novela homónima del premio Booker Max Porter acerca del acecho de un cuervo monstruoso sobre una familia tocada por la pérdida de la madre. Lo más destacable de la película, estrenada en Sundance y dirigida por el realizador de videoclips Dylan Southern, es la interpretación de Cumberbatch como padre autoritario, lacrado por el duelo.

«Entre Mary Poppins y los tropos del terror absoluto», así la definía el actor, que ha convertido la rueda de prensa en una clase magistral sobre el dolor y la creación: «La desesperación es una pista singular del círculo del pensamiento, y creo que el arte tiene un poder magnífico para abrir vías a la imaginación. El arte tiene la claridad de lo divino en él. Buscarla es una elección, y elegirla trae esperanza».

Asimismo, ha referido a la necesidad de ayudar a la humanidad, independientemente de su papel como perpetradores o víctimas: «En mi cabeza, todo el mundo nace siendo inocente. Lo siento por ir en contra de la idea del pecado original, pero como sociedad creo que tenemos una responsabilidad con aquellos que más necesitan nuestra ayuda, y los que quedan al margen, ya sea como víctimas o como perpetradores de acciones inmorales».

Radu Jude caza al Oso con diez días y un móvil

‘Kontinental '25’ es una película muy, muy Radu Jude. El ganador del Oso de Oro por ‘Un polvo desafortunado o porno loco’ (2021) ha nutrido su cuerpo de seguidores acérrimos con su ofensiva recurrente: siempre una mujer que vagabundea por entre viñetas esperpénticas de la Rumanía contemporánea, pegadas sin compromiso alguno a la congruencia ni miedo al improperio.

En su nueva candidata al Oso de Oro, la mujer (Eszter Tompa, una clown fantástica) es una trabajadora social que trata de superar la culpa por el suicidio de un okupa al que mandó desalojar. Jude pule su fórmula, eso sí, con un minimalismo más estricto sobre los flecos hiperbólicos de su obra anterior: al contrario que la epopeya desaforada de ‘No esperes demasiado del fin del mundo’, esta se yergue sólo sobre conversaciones improvisadas, a menudo en plano fijo, y algún fragmento documental.

La mofa sobre el vacuo compromiso social del cine y las clases medias es, sin embargo, tan mordaz como de habitud. Incluso quizás más coherente, ya que Jude optó por rodar con un teléfono y en diez días. Al sistema, ni pan.

La «cuota» adolescente

En el cupo que la Sección Oficial reserva anualmente para los jóvenes amores en clave queer (el año pasado fue ‘Lengua extranjera’ de Claire Burger), el director noruego Dag Johan Haugerud (‘Cuidado con los niños’) presentaba el cierre de su trilogía de radiografías emocionales de ‘Sex’ y ‘Love’, vistas en Venecia y Berlinale en 2024, aún por estrenar comercialmente. ‘Drømmer’ (o ‘Dreams’, pero no confundirla con la cinta firmada por Michel Franco) sigue el enamoramiento incómodo de una adolescente (Ella Øverbye) hacia su profesora de francés, primero emulando los episodios recopilados en el diario íntimo de la chica para, más tarde, contemplar las olas que este crush adolescente tiene sobre las mujeres de su familia.

Lejos de la bola de nieve catastrófica que su arranque invoca, la película ensaya cómo incorporamos los desaires del sufrimiento amoroso como forma de crecimiento personal, arropando a su protagonista en una puesta en escena que no niega su dolor, al tiempo que atempera los violines del asunto a través de la mirada cercana, aun ligeramente ácida, de la madre y la abuela de la joven. El diario de este melodrama expone a la niña, pero está escrito con delicia... ¿Deberían animarla a publicarlo? Que como dispositivo, ‘Drømmer’ juegue a no ponerse nunca de por medio de estos dilemas, ya es motivo suficiente para el aplauso.