
La Cámara de los Comunes ha aprobado este sábado en tercera lectura el proyecto de ley de emergencia presentado horas antes por el Gobierno británico para asumir el control de la siderúrgica British Steel y evitar su cierre.
La norma queda ahora en manos de la Cámara de los Lores para que dé su visto bueno e impida que Gran Bretaña se quede sin capacidad de producir su propio acero.
El Gobierno de Keir Starmer se hará con la gestión de la planta, ubicada en el noreste de Inglaterra, después de que las negociaciones con la propietaria china, Jingye, no prosperaran.
2.700 empleos en juego
Esta es la primera vez desde la guerra de las Malvinas de 1982, que los diputados son convocados a una sesión de emergencia parlamentaria durante un receso de Semana Santa, lo que pone de manifiesto la urgencia del Ejecutivo por salvar British Steel, que da trabajo a 2.700 personas.
Al comenzar el debate, el ministro de Empresa, Jonathan Reynolds, ha defendido la convocatoria del Parlamento por considerar que se trata de «circunstancias excepcionales», que «requieren medidas excepcionales».
Ha apuntado que el Gobierno ha negociado de buena fe con Jingye y «ha trabajado incansablemente para encontrar una solución, ofreciendo un generoso apoyo a British Steel que incluía condiciones razonables y sensatas para proteger a la fuerza laboral».
Sin embargo, la empresa china, ha añadido, quería mucho más dinero del que se ofrecía y resultó ser una cantidad «excesiva».
Evitar que se apagara el horno
Según ha explicado, en los últimos días fue «evidente» que la intención de Jingye era negarse a comprar suficiente materia prima para mantener los altos hornos en funcionamiento. Su intención era cancelar y negarse a pagar los pedidos existentes.
Al parecer, Jingye argumenta que los altos hornos ya no son sostenibles y atribuye la situación a las dificultades del mercado, además de subrayar que la empresa está acumulando pérdidas diarias de 700.000 libras (840.000 euros).
Londres avisó de que si los altos hornos de la planta de Scunthorpe se cierran de forma imprevista, nunca podrán reabrirse porque el acero se solidifica en ellos y no se puede hacer nada.
La pretensión de apagar el horno recuerda a la situación vivida en Guardian Laudio, que en enero inició el apagado del horno. Fue el primer paso hacia un cierre, ratificado la semana pasada, que deja en la calle a 171 trabajadores. Las instituciones fiaron el futuro a la entrada de inversores privados.

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