
Insultos que se empleaban en Nafarroa en los siglos XVI y XVII son los grandes protagonistas de una particular muestra que acoge el Archivo General del herrialde hasta el 17 de agosto y que ha sido presentada este miércoles por la consejera de Cultura, Deporte y Turismo, Rebeca Esnaola, junto a Jesús M. Usunáriz, comisario de la muestra y catedrático de Historia Moderna de la Universidad del Opus.
Como ha detallado este último, la exposición se articula en tres espacios que recogen el fruto de peinar unos 9.000 procesos por injurias que se guardan en el Archivo y de los que han extraído 612 «voces diferentes de insultos». Una labor en la que también han intervenido Cristina Tabernero, catedrática de Lengua Española de la Universidad el Opus, y Javier Ruiz, profesor ayudante doctor de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad da Coruña.
En el primero de los espacios se recoge cómo se realizan los procesos de injurias ante los tribunales, especialmente ante la Real Corte de Nafarroa.
Una segunda parte se centra en cómo se expresan las injurias, «auténticas retahílas de injurias, injurias en castellano de Navarra, injurias en euskara, las blasfemias, los pasquines y los libelos, y los rumores», ha desgranado Usunáriz.
Y la tercera tiene que ver con los contextos en los que se produce la injuria, «que muchas veces no están tan alejados de nuestra realidad, como se insiste a lo largo de la exposición». Hay insultos por «la raza, por la religión, por el sexo, en el ámbito familiar, en la calle y por comportamientos políticos».
Como ha concluido el experto, «los insultos son diferentes, pero la intención de menospreciar y humillar al contrario sigue vigente en el siglo XVI, en el XVII y en el XXI».
Ejemplos de todo tipo
Y un paseo por los paneles y los documentos en los que han aparecido esos términos refleja la variedad y riqueza de un vocabulario que no daba puntada sin hilo en su afán por vilipendiar.
Algunos no suenan tan extraños hoy en día a pesar de su rancio sabor, como «bellaco», «falsario», «revolvedor» o «revoltoso». Otros se mantienen en vigor pese al paso del tiempo, como «puta» o «malo».
No faltan los que tienen un tinte localista y que, en algunos casos, todavía están uso. Así, figuran algunos como «pantierno» (bobalicón), «pisiacamas» (meón o sucio), «boca de esportizos» (bocazas), «cocharrón» (borracho), «lambisqueo» (aprovechado), «barroso» (patizambo) o «mancurro» (manco).
El euskara también emerge en esos documentos sobre procesos relacionados con injurias, incluso mezclándose con el castellano. Por ejemplo, figuran «puta ordia apez alaba» (puta borracha, manceba de un clérigo), «adaburu xarra» (cornudo viejo), «axari», «gaisto andurra» (ruina malo) u «ordi zarra» (borracha vieja).
Como blasfemias, se recogen los casos de «reniego de Dios y de sus santos y Santa Maria», «reniego de Dios y de su sangre», «no creo en Dios» o «pese a Dios».
Y también figuran las que se lanzan en retahíla o formando un bloque con una intensa intención ofensiva, como «tranca del infierno» (mala), «hocicos de cepa de Barués» (borracha) o «badajón de panza mal sonada» (necio).
Con un eco muy actual resuenan los insultos relacionados con la raza de las personas o su lugar de origen, como en los casos de «perro judío», «penitenciado», «francés», «gabacho» y, ojo al dato, «castellano».
En conjunto, conforman un compendio recogido en una «exposición con una temática singular, que no dejará indiferente a nadie», como ha señalado la consejera. Ha destacado que, a través de esta selección que se ofrece en la muestra, «nos podemos acercar a cómo hablaban, actuaban y pensaban los hombres y mujeres del pasado de nuestra comunidad».
Y ha remarcado que la exposición está planteada desde una perspectiva que «supera la visión de estos insultos como anécdotas del pasado e invita a reflexionar sobre unos comportamientos reprobables y sobre la comunicación y el respeto en la actualidad».

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