«Las sociedades son como las personas; existen mecanismos para sobreponerse a la enfermedad»
Nacido en Grecia, lleva seis décadas detrás de las cámaras, en las que ha firmado títulos emblemáticos como ‘Z’, ‘Estado de sitio’, ‘La caja de música’, ‘Amén’ o ‘Comportarse como adultos’. A sus 92 años, ha estrenado ‘El último suspiro’, donde reivindica la importancia de los cuidados paliativos.

Tras el estreno de ‘Desaparecido’, aquella estremecedora película protagonizada por Jack Lemmon que contaba los horrores del pinochetismo de primera hora, un crítico estadounidense definió a Costa-Gavras como ‘el Hitchcock del cine político’, una etiqueta que le ha perseguido toda su vida y contra la que él siempre se ha rebelado.
Sus películas no son obras testimoniales ni buscan reafirmar al espectador en sus convicciones, sino que siempre han estado guiadas por un interés personal: «Yo siempre trato de hacer películas sobre temas que me conciernen, no puedo ponerme a trabajar sobre asuntos por los que no sienta conexión alguna», nos confiesa el veterano cineasta.
Cuando se le pregunta si ese es también el caso de ‘El último suspiro’, la película que acaba de estrenar ahora tras su paso por Zinemaldia, Costa-Gavras no puede ser más concluyente: «¿Cómo no va a ser personal teniendo, como tengo 92 años? A mi edad es normal sentir que la muerte se acerca. Es un tema que me preocupa desde hace tiempo. Mi madre se murió plácidamente, mientras dormía y siempre he pensado que esa es la mejor forma de irse de este mundo. Pero más allá de este tipo de sentimientos personales, lo que terminó por animarme a rodar esta película fue la lectura del libro de Régis Debray y Claude Grang [‘Le dernier souffle: Accompagner la fin de vie’, 2023], porque me confrontó con otras maneras de enfrentarse a la muerte y me permitió explorar una serie de escenarios por los que, tarde o temprano, todos estamos condenados a pasar».
«El tema de los cuidados paliativos es complejo; a la clase política le cuesta legislar porque tiene que enfrentarse a sus propios prejuicios morales y relijiosos»
La película narra las conversaciones entre un filósofo y un médico especializado en paliativos que pone al escritor sobre la pista de los casos de distintos pacientes y del modo en que éstos encaran el final de sus días. El cineasta es consciente de que se trata de un tema polémico sobre el que resulta difícil generar consensos: «El tema de los cuidados paliativos es complejo, es un asunto sobre el que a la clase política le cuesta legislar porque, al hacerlo, tiene que enfrentarse a sus propios prejuicios morales y también a las religiones, así que nunca han terminado de abordarlo plenamente. En Francia llevan dos años intentando aprobar leyes sobre este tema y no han sido capaces».
Sin embargo, Costa-Gavras cree que el debate sobre la necesidad de garantizar una muerte digna resulta inaplazable, más aún atendiendo a las inercias capitalistas que definen a nuestras sociedades que han provocado que los ancianos dejen de ser un activo: «Tenemos una población envejecida y eso es un problema enorme para nuestras sociedades. Antes la gente trabajaba hasta los 65 y solía fallecer con 70 o 75 mientras que ahora la gente está viviendo casi hasta los 100. Desde un punto de vista puramente economicista tenemos a mucha gente muy mayor, que no produce, que consume muy poco y que cuesta mucho. Cuanto más mayores nos hacemos menos útiles somos para la sociedad».

El del edadismo es uno de los temas que aborda la película. Pero la gran cuestión que subyace en el último largometraje del cineasta es la capacidad del ser humano para aceptar su final: «Desde que somos pequeños nos meten ese miedo cerval a la muerte, como si fuera algo que es mejor tener alejado de nuestro pensamiento en lugar de aceptarlo como algo inexorable que nos va a llegar a todos. Ante eso, lo que yo planteo en una película como ‘El último suspiro’ es: ¿qué es preferible, aceptar el hecho de que vamos a morir y prepararse para ese momento o vivir en la negación y en la angustia? Para mí la respuesta está bastante clara. En el fondo, lo ideal sería afrontar la muerte con un sentimiento de nostalgia que, como todo el mundo sabe, es la prolongación del amor».
Ahondando en esa idea, el director reivindica el concepto de dignidad evocando un caso que le tocó muy de cerca: «El primer paso es la preparación personal, aceptar la propia muerte con dignidad. Me acuerdo de un amigo muy cercano que en su agonía, un día que fui a visitarle me agarró fuertemente de la mano y me dijo: ‘Por favor, no me dejéis partir’. Como si dependiera de mí evitar su fallecimiento. Fue una situación violentísima tanto para él como para todos los que estábamos allí acompañándolo».
«¿Qué es preferible, aceptar que vamos a morir y prepararse para ese momento o vivir en la negación y en la angustia? Para mí la respuesta está bastante clara»
Sin embargo, una de las cosas que llama más poderosamente la atención de una película como ‘El último suspiro’ es que, pese a abordar un tema como la muerte, lo hace desde una mirada positiva, optimista, en consonancia con ese tono de ligereza que Costa-Gavras ha sabido imprimir a sus últimas películas, alejadas del vigor combativo que demostró en sus primeras obras, confiriéndoles un carácter esencial, algo que él atribuye a la sabiduría que proporciona la edad: «Con la edad tendemos a depurarnos como personas, nuestra mirada se vuelve más crítica pero también más piadosa, tendemos más a perdonar las debilidades ajenas. El paso del tiempo también te hace comprender que no hay verdades absolutas y las pocas que hay, como la muerte, tendemos a empezar a aceptarlas». Quizá por ello, el cineasta tienda a desmarcarse de ese discurso fatalista y sombrío sobre el devenir de nuestras sociedades en un momento, como el actual, dominado por la crispación política: «¿Que cómo veo el futuro? El futuro consiste en luchar por sobrevivir sin perder de vista que todo resulta efímero. Yo creo que las sociedades son como las personas, existen mecanismos para sobreponerse a la enfermedad».
Para Costa-Gavras hay que aprender a relativizar las cosas, empezando por el propio trabajo. Cuando se le inquiere sobre la energía que le lleva a mantenerse en activo a sus 92 años, él con media sonrisa reconoce que le gustaría seguir haciendo cine hasta que el cuerpo aguante: «A veces el cuerpo dice basta, el organismo se deteriora y en esos caso tendrías que tener la libertad de decir cuándo quieres poner fin a todo sin que ello conllevase una agonía. Lo deseable sería que fuésemos capaces de razonar: ‘He tenido una vida bastante buena, la cabeza me funciona y considero que esto no da para más, así que denme una pastilla’ y que en tres minutos todo acabase».
«Con la edad tendemos a depurarnos, nuestra mirada se vuelve más crítica pero también más piadosa, tendemos más a perdonar las debilidades ajenas»
En este sentido, Costa-Gavras admira la entereza que demostró su colega Jean-Luc Godard: «Hay un ejemplo que me parece perfecto, el de Jean-Luc Godard, pero él tuvo que irse a Suiza para hacerlo, en Francia no tenemos esa posibilidad». Sin embargo, tampoco hay motivos para pensar en una inminente decrepitud que le aleje del cine, algo que él mismo ilustra con el ejemplo de otro colega: «También puede haber milagros como el de Manoel de Oliveira, ¿os acordáis de él? Cuando yo dirigía la Cinémathèque française me acuerdo que vino, cuando acababa de cumplir 100 años, a presentar su última película. A modo de despedida le comentamos medio en broma: ‘bueno, el año que viene te esperamos aquí con tu próximo film’. Y al cabo de un año repitió visita con un nuevo trabajo (risas)».
Para Costa-Gavras, la clave de todo radica en perder el miedo al hecho de morir: «Lo peor es siempre el miedo, muchas veces estás preocupado de no preocupar a los demás y eso te lleva a estar angustiado. Pero si realmente te preocupan los demás, aquellos que te van a sobrevivir, es muy importante dejarles un buen recuerdo tuyo. Es preferible que te recuerden con nostalgia que con angustia».

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