China resiste, Washington recula y la Unión Europea espera
La tregua firmada entre China y EEUU en Suiza supone un alivio para el mundo de los negocios, como atestiguaron las bolsas. La solidez y la firmeza de Pekín han obligado a Washington a transigir, pero el culebrón de los aranceles está lejos de acabar y la Unión Europea es más débil.

Tras dos días de reuniones en Suiza, las delegaciones de EEUU y de China anunciaron un acuerdo para pausar durante noventa días los aranceles que la Administración Trump aprobó a principios de abril, así como los que Pekín estableció en respuesta a los productos estadounidenses. Únicamente se mantiene el arancel general del 10% que impuso EEUU a todas las importaciones y los aranceles que aprobó en enero a cuenta del fentanilo.
Asimismo, acordaron establecer un mecanismo para continuar las discusiones sobre las relaciones económicas y comerciales bilaterales. El representante de la parte china para estas discusiones será He Lifeng, viceprimer ministro del Consejo de Estado, y los representantes estadounidenses serán Scott Bessent, Secretario del Tesoro, y Jamieson Greer, representante Comercial de EEUU.
La tregua ha supuesto un alivio para el mundo de los negocios, como atestiguaron las subidas generalizadas en las bolsas, especialmente en EEUU, y la caída del precio del oro. Una de las mayores preocupaciones del comercio estadounidense era que el bloqueo comercial arruinara la campaña de Navidad. Aunque todavía falta medio año, lo cierto es que los barcos con productos chinos deben zarpar antes del verano para que lleguen a tiempo y puedan abastecer los almacenes antes de campaña de compras más importante del año.
Más allá del descanso por la tregua, la pregunta es cómo afecta lo acordado a la guerra comercial que continúa latente. En principio, parece que Pekín se ha salido con la suya. En primer lugar, porque Washington ha decidido retirar los aranceles que aprobó el 2 de abril, todos excepto el general que impuso a todas las importaciones. Esa era una condición que había exigido el Gobierno chino para negociar. Los portavoces chinos habían señalado repetidamente que no negociarían bajo coacción.
En segundo lugar, por el lenguaje empleado en la nota conjunta. La introducción recoge íntegramente el discurso de Pekín. El comunicado reconoce la importancia de la relación económica bilateral, señala que los debates sobre «las preocupaciones de cada parte en su relación económica y comercial» se deben realizar «en un espíritu de apertura mutua, comunicación continua, cooperación y respeto mutuo». Un ambiente que nada tiene que ver con la toma de sanciones y medidas unilaterales y punitivas.
El Gobierno chino tiene margen de maniobra, tiene fondo de armario para una larga negociación
Conviene reseñar asimismo que en el acuerdo no se mencionan otras cuestiones como las sanciones, las restricciones a la venta de semiconductores, o los aranceles específicos que la administración Trump estableció a la venta de automóviles eléctricos y a las importaciones de acero y aluminio. La falta de referencias a todas estas cuestiones da a entender que el Gobierno chino tiene margen de maniobra, tiene fondo de armario para una larga negociación.
Una idea que se refuerza por el hecho de que el acuerdo principal ha sido crear un mecanismo de consultas, lo que básicamente significa negociar sin límites precisos. Y en el aspecto temporal, China tiene la sartén por el mango. No solo porque producen más del 90% de tostadoras, paraguas o cochecitos de bebé o más del 80% de las consolas o teléfonos inteligentes, sino porque en otros campos Pekín se ha vuelto más autónomo y en muchos aspectos se ha colocado en vanguardia. Las noticias sobre avances en semiconductores con nuevas máquinas litográficas son, por ejemplo, diarias. Y en otras parcelas es cada vez más autosuficiente. En el ámbito de la energía ha establecido acuerdos estables con Rusia y los países del Golfo y en el del comercio con ASEAN, o los países africanos y latinoamericanos.
Si era difícil desconectar a Rusia del comercio mundial, desconectar a China es prácticamente imposible. De ahí que la política de intentar aislar a China utilizando los aranceles haya sido un completo fracaso. Y el principio de acuerdo alcanzado en Suiza este fin de semana confirma la autoenmienda de Washington. Como señalaba un analista chino, «por primera vez desde la visita de Nixon, China no necesita a EEUU, pero Washington necesita los productos fabricados en China». Estratégicamente, Pekín puede responder a una nueva escalada, puede esperar y también puede normalizar las relaciones. Ha hecho los deberes y está preparado para cualquier escenario.
Esto no quiere decir que la Administración Trump vaya a desistir de sus planes con facilidad. Maniobrará en China, pero seguirá presionando a otros países para cerrar acuerdos comerciales que reduzcan su déficit comercial. Y especialmente a la Unión Europea que, a diferencia de China, tiene muchos menos recursos para hacer frente a una presión sostenida de Washington.

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