Xabier Rodríguez

El desafío del Mortirolo

Situada en los Alpes italianos, muy cerca de la frontera con Suiza, es una de esas cimas que imponen respeto con solo escuchar su nombre. Este miércoles el pelotón del Giro deberá afrontarla en la 17ª etapa; eso sí, sin Primoz Roglic, que el martes abandonó la carrera.

El pelotón del Giro de 2024 pasa por uno de los puntos del Mortirolo en la 15ª etapa mientras los aficionados les animan.
El pelotón del Giro de 2024 pasa por uno de los puntos del Mortirolo en la 15ª etapa mientras los aficionados les animan. (Luca BETTINI | AFP)

El Mortirolo fue escenario de batallas en las dos Guerras Mundiales; en abril de 1945 los partisanos frenaron la huida del ejército nazi de la República de Saló gracias a las trincheras construidas durante la Gran Guerra. Aunque fue a raíz de ser incluido en el recorrido del Giro, a principios de los noventa, cuando su nombre adquirió una resonancia temible.

Se subió por primera vez en el año 90, por una vertiente más suave de la cara norte. Un año más tarde, repitieron la experiencia subiendo desde Mazzo di Valtellina, la vía más dura, también la más habitual. Después de aquella ascensión a Marino Lejarreta ya no se le olvidaría el recuerdo de esta montaña. «Es lo más duro que he subido en toda mi carrera», declaró el día que vio cómo Chioccioli se alejaba en la clasificación general.

Pero fue en 1994 cuando el Mortirolo quedó grabado en la memoria de muchos aficionados al ciclismo; el día que Marco Pantani demostró que estaba llamado a ser uno de los grandes escaladores de la historia. Porque sí, ya había ganado la etapa del día anterior, pero fue en el Mortirolo donde se exhibió con una de esas ascensiones imborrables. Allí vació al líder, Evgeni Berzin, cuando este trató de seguir su ritmo y dejó atrás, después, a Miguel Indurain, en la teóricamente inofensiva ascensión a Santa Cristina, cuando el navarro confiaba en que había encontrado el aliado perfecto para terminar de hundir al líder y vestir la maglia rosa.

Aquel día Pantani fue el protagonista, sí, pero lo fue también el Mortirolo y así se entiende que, a día de hoy, en la curva once de la vertiente de Mazzo di Valtellina, se encuentre un monumento en recuerdo del ciclista italiano. Y sí, puede que tenga memoriales en otros lugares de Italia o del Estado francés, pero Pantani tenía que tener un recuerdo en el Mortirolo, porque se hizo grande subiendo esas cuestas, pero también contribuyó a que la cima adquiriera la importancia que hoy en día tiene en el ciclismo.

El calvario de Olano

El eco de la etapa de 1994 todavía resonaba dos años más tarde, cuando el Giro volvió al Mortirolo. Fue en la edición en la que Olano se quedó a un día de llegar de rosa a Milan. Vestía la maglia de líder el día que la carrera subió el gigante, con muchos aficionados siguiendo por televisión la ascensión del ciclista de Anoeta.

Pero, ese día, Olano no pudo seguir el ritmo de sus rivales y vio alejarse a Zaina, Tonkov, Ugrumov y Gotti, mientras sufría en plena ascensión. En una edición del Giro que tuvo una sola contrarreloj, la ventaja de 1:27 que sacó ese día a Tonkov y los 3:47 que sacó a Zaina, se fueron evaporando en las curvas que llevan a la cima del Mortirolo. Y no, no se trata precisamente de una montaña con demasiada altitud. Sus 1.854 metros la sitúan lejos de los 2.621 del Gavia o los 2.757 del Stelvio.

Por eso, a diferencia de estas cimas próximas con las que muchas veces comparte etapa, el Mortirolo no suele lucir nevado cuando llegan las fechas del Giro y se caracteriza más por la sombra de los pinos, que acompaña a los ciclistas a lo largo de la subida.

El Mortirolo se ha hecho un nombre en la historia del ciclismo por unos desniveles que llegan al 20% y no bajan del 10% durante los 12 kilómetros que llevan a la cima en la vertiente de Mazzo di Valtellina y ha confirmado el respeto que despierta por ciclistas como Pantani o Contador, que lo han desafiado y han salido victoriosos, pero mucho más por los muchos ciclistas que han sufrido los rigores  de esta cima alpina.

La rabia de Contador

En 2015, Alberto Contador pudo haber sido otra de sus víctimas, porque una avería en el tramo entre el Tonale y el Mortirolo le hizo perder contacto con el pelotón. Entonces, el Astana de Landa y Fabio Aru se puso a tirar, mientras, por detrás, el Tinkoff de Contador trataba de defender la maglia rosa. A pie de puerto, Contador asumió la responsabilidad y sacó toda la rabia que tenía dentro para hacer una ascensión histórica. En poco más de cuatro kilómetros pulverizó los 50 segundos de ventaja que habían logrado sus rivales. Cuando llegó a su altura, descanso y atacó. Mikel Landa, cuarto en la general, le siguió, mientras su líder, Fabio Aru, se quedaba atrás.

En la cima, la ventaja sobre el italiano era de casi dos minutos. Siguieron junto al neerlandés Kruijswijk y Landa terminaría atacando a dos kilómetros de meta para ganar la etapa. Pero, igual que hiciera Pantani veintiún años antes, ese día el protagonista fue Alberto, negándose a aceptar el infortunio y terminando por imponerse al Mortirolo.

Igual que entonces, este año también comenzarán subiendo el Tonale, aunque la ascensión al Mortirolo se hará por la vertiente menos habitual, con un desnivel medio algo más bajo. Ayuso, Del Toro o Yates desafiarán al gigante y puede que alguno salga victorioso. La montaña, segura y confiada, no se inmuta, mientras su mística crece a medida que suma nombres a su lista de víctimas.