Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Sanfermines del 78: los victimarios y sus motivos para disparar a matar

Sabino Cuadra ha presentado este miércoles su segundo libro sobre los sanfermines de 1978. Si el primero de ellos fue un relato de los sucesos del 8 de julio, este nuevo trabajo se centra en quiénes fueron los victimarios y qué buscaron, y en gran medida consiguieron, disparando a matar.

Sabino Cuadra, con su nuevo libro: ‘Sanfermines del 78. Los victimarios’.
Sabino Cuadra, con su nuevo libro: ‘Sanfermines del 78. Los victimarios’. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Germán Rodríguez. Pocas personas de Iruñea, a mínimo compromiso que tengan, desconocen ese nombre. Es el único muerto por el que los sanfermines paran cada año. Y eso que la fiesta no se detiene siquiera cuando pierde la vida un corredor en el encierro. A Germán (pues se le recuerda en su ciudad por el nombre de pila) lo mataron en los sanfermines del 78 de un tiro en la frente. ¿Pero cuántos sabrían decir los nombres de los victimarios? ¿Y qué es lo que estos victimarios buscaban con aquella razzia mortal? De eso trata este libro.

Sabino Cuadra habla de su libro –‘Sanfermines del 78. Los victimarios’– como si no fuera realmente suyo. «Ya ves, aquí, que en la portada aparece Sanfermines del 78 Gogoan! No está ahí por casualidad», explica. El trabajo surge de una reflexión de esta plataforma. Hasta cierto punto, el derecho a la verdad está cubierto en este caso. Falta la desclasificación de documentos, claro está, pero un libro anterior escrito por Cuadra (‘No os importe matar’, Txalaparta, 2019) se centró en los detalles de lo sucedido aquel día: del inicio de las cargas en la Plaza de Toros, de los disparos hacia la multitud, de la cronología de una jornada violenta. Existe, además, una unidad didáctica que trata sobre estos hechos, una obra de teatro y el documental de José Ángel Jiménez y Juan Gautier.

Sanfermines del 78 consideró que faltaba añadir una pieza: la de los victimarios. Y Cuadra, como buen militante, se puso manos a la obra.

Así, el libro dedica de la página 69 a la 123 a la vida, los destinos, los premios y los ascensos de personajes oscuros como el legionario Fernando Ávila (que había llegado a Iruñea tan solo cuatro meses antes para ejercer como nuevo comandante de la Policía española) o el comisario jefe Miguel Rubio Rubio (al que el libro localiza después en la represión de la Diada de 1978 en la que murió el joven Gustau Muñoz, alcanzado por la espalda).

«Vimos la necesidad de profundizar en quiénes cometieron ese crimen y por qué lo cometieron», asegura Sabino Cuadra.

También aparece el gobernador civil, Ignacio Llano, que fue relevado del cargo el mismo 15 de julio, nada más terminar los sanfermines. El libro recuerda que estando Llano al mando la Policía «tras aporrear y patear al joven José Luis Cano, lo asesinó de un tiro en la cabeza disparado a quemarropa» el 13 de mayo de 1977. Los hechos se enmarcan en la Semana Pro Amnistía, que se cerró que con siete víctimas mortales.

Y, por supuesto, el libro retrata al ministro Rodolfo Martín Villa. «Vimos la necesidad de profundizar en quiénes cometieron ese crimen y por qué lo cometieron. Se defiende la idea de que a Martín Villa ‘le tocó’ ser ministro durante esos sanfermines. No, no, no es así. Martín Villa estuvo negociando el marco de lo que luego se llamó decreto de la democratización de las instituciones forales, que dio pie a las primeras elecciones», explica el autor. «Y aquí, en Nafarroa, salió elegida una Diputación antidemocrática».

Así, al mismo tiempo en que bucea en la trayectoria vital de los victimarios, el libro se revela como un ensayo y un ejercicio de memoria política sobre cómo se gestó el entramado institucional que creó una Nafarroa separada de la Comunidad Autónoma Vasca y, también, sobre el empleo de la fuerza para reprimir, amedrentar y sofocar a una generación de jóvenes particularmente rebeldes en Iruñea.

Transmisión de la memoria de una generación

En este punto, el trabajo cobra un doble valor. No es el frío análisis de un historiador, sino un ejercicio de memoria por parte de aquellos jóvenes hacia los que iba dirigida la operación de castigo, que 47 años después han visto la necesidad de transmitir no solo unos hechos, sino cómo se vivieron y cómo impactaron sobre sus vidas.

«Yo creo que los objetivos políticos que pretendían los consiguieron en buena medida», asegura Cuadra. «Nafarroa había pasado de ser una provincia leal al régimen a otra muy díscola, con un movimiento sindical potente: la huelga de Motor Ibérica, Potasas... Todo el mundo da por bueno que el GAL fue terrorismo de Estado. ¿Acaso puede creer alguien que las cloacas empezaron entonces? Los gobiernos anteriores estaban plagados de falangistas, de franquistas, de militares. La Policía estaba conformada por una caterva de torturadores y asesinos. ¿Alguien se puede creer que esta Policía era más receptiva a defender los derechos humanos que lo que vino después?», insiste.

Una tercera parte del libro tiene que ver con la impunidad, pues lo que también generaron los crímenes de sanfermines del 78 ha sido una lucha de décadas para tratar de que se hiciera justicia hacia las víctimas. Desde Iruñea se ha intentado romper, por todos los medios imaginables, el muro de impunidad con el que el Estado envolvió a los victimarios. Desde la vía de la Querella Argentina (que sigue abierta) a la que se dirigió, en 2019, contra el propio Martín Villa.