Periodista / Kazetaria

Promesas de reconciliación en un país dividido

La contundente victoria de Lee Jae-myung, candidato progresista del Partido Democrático de Corea (DPK), con más de 17 millones de votos (49.42%), pone fin a un período de inestabilidad institucional en Corea del Sur y abre una nueva etapa marcada por grandes desafíos.

El presidente surcoreano,  Lee Jae-myung, durante la ceremonia este viernes en el Cementerio Nacional de Seúl con motivo del Día Nacional de los Caídos.
El presidente surcoreano, Lee Jae-myung, durante la ceremonia este viernes en el Cementerio Nacional de Seúl con motivo del Día Nacional de los Caídos. (Jeon HEON-KYUN | POOL/AFP)

Su triunfo, en unos comicios anticipados convocados tras la destitución del expresidente Yoon Suk-yeol –apartado del cargo en abril por su polémica y abrupta declaración de Ley Marcial el pasado 3 de diciembre–, ha sido interpretado como una respuesta clara del electorado a la crisis política vivida en los últimos meses.

Sin embargo, lejos de apaciguar las tensiones, el nuevo mandato podría verse condicionado por la creciente polarización entre sectores progresistas y una derecha cada vez más radicalizada, representada por el conservador Kim Moon-soo del Partido del Poder Popular (PPP), quien obtuvo poco más de 14 millones de votos (41.15%).

Desde la declaración de Ley Marcial, Corea del Sur ha atravesado una crisis institucional agravada por una intensa división entre conservadores y liberales, con enfrentamientos tanto en las calles como en las redes sociales.

Estos comicios han funcionado como un termómetro de la salud y resiliencia de la democracia surcoreana: revelan grietas profundas, pero también confirman que el sistema puede corregirse desde dentro.

Exabogado y activista laboralista, con una trayectoria destacada como alcalde de Seongnam y gobernador de la provincia de Gyeonggi, Lee Jae-myung es un camaleón político que ha pasado de ser un progresista escéptico con Estados Unidos y favorable a un mayor entendimiento con China a convertirse en un moderado pragmático durante la campaña electoral, incluso prodigando elogios al actual presidente estadounidense, Donald Trump, en una entrevista con un destacado medio norteamericano.

Este hecho, junto a un giro de su discurso menos beligerante con el stablishment, podría haberle dado el apoyo incluso de muchos conservadores moderados.

El desafío inmediato

El reto más importante que tiene ante si Lee es tratar de solucionar la polarización política que vive el país desde la declaración de la Ley Marcial en diciembre pasado.

En su primer discurso como presidente electo, prometió ser un líder que «sirve, no gobierna» al pueblo en todos los ámbitos, ante unos 5.000 seguidores que se congregaron en los aledaños de la Asamblea Nacional.

Además, afirmó su compromiso con un liderazgo inclusivo subrayando su intención de servir a todos los ciudadanos, sin importar género, origen u otras diferencias.

Aunque Lee pidió unidad, no explicó cómo planea lograrla y el hecho que usara la frase «poner fin a la insurrección» generó especulaciones tanto en las redes sociales como en los medios coreanos sobre si podría implicar represalias políticas.

El rápido ascenso y caída del expresidente Yoon son el ejemplo más claro del peligro que supone usar las reformas políticas como arma arrojadiza de venganza.

Este ciclo de represalias e inestabilidad ha producido una serie de presidencias conservadoras fracasadas, un hecho que Lee debería evitar si quiere realmente suavizar la polarización existente y apaciguar el clima político existente hasta la fecha.

La oposición conservadora del PPP, como sucede actualmente en gran parte de los partidos de centro-derecha del mundo reflejados en Trump, sigue atrincherada en la derecha de la derecha, cautiva de su base más radical que se pasó semanas movilizándose contra la destitución de Yoon en lugar de prepararse para el futuro post-Yoon.

El estrepitoso resultado electoral ha sido una clara advertencia del electorado quelos conservadores deben moderarse y emprender una gran reforma interna, superando la rigidez y dogmas ideológicos y reconstruyendo una plataforma política que atraiga a los votantes más jóvenes, centristas y urbanos.

La otra prioridad que Lee se ha marcado ha sido el crecimiento económico, describiendo la dirección económica de su Gobierno como una «economía de mercado pragmática».

Además, el presidente electo también expresó su compromiso de dialogar con Corea del Norte para lograr «una reconciliación y paz duradera».

Trump, por su parte, ha indicado su predisposición a reiniciar las negociaciones con Kim Jong-un tras la cumbre fallida de Hanoi en 2019, y Lee querrá asegurarse de que su gobierno no quede excluido de las negociaciones como ocurrió bajo su predecesor del DPK, el expresidente Moon Jae-in.

Así pues, la Presidencia de Lee Jae-myung representará otra prueba crucial para la democracia surcoreana; su capacidad para tender puentes en un país profundamente dividido, reiniciar un incierto diálogo con Corea del Norte e implementar una agenda económica que dé frutos determinará no solo el futuro político interno, sino también la posición de Corea del Sur en un escenario regional e internacional cada vez más complejo.