Conducir con una discapacidad es posible en la autoescuela Irrintzi
Conducir teniendo una gran discapacidad física es posible. Lo es gracias a la fuerza de voluntad de quienes se lo proponen, pero es también mérito de la autoescuela Irrintzi de Basauri, que desde hace más de 15 años enseña a conducir a personas con todo tipo de discapacidad.

Hay quien conduce con ambas manos pegadas al volante, quien prefiere dejar la mano derecha sobre la palanca de cambios y quien lleva el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla. Pero también hay conductores y conductoras que llevan el vehículo sin siquiera tocar el volante, no por temerarios, sino por tener un espíritu de superación que los hace capaces. Espíritu de superación que encauzan en la autoescuela Irrintzi, donde se enseña a conducir a personas con grandes discapacidades.
Una de las últimas alumnas que ha pasado por esta autoescuela de Basauri es Naiara Arteaga. Nació sin brazos y con una sola pierna que, encima, es de un tamaño muy reducido. Un reto que en Irrintzi no dudaron en aceptar, cuenta Iratxe Andrés, responsable de la autoescuela. Arteaga, que expone parte de su día a día a través de su cuenta de Instagram @yoquieroyopuedonai, ha obtenido su permiso de conducir y ahora se enfrenta al reto de costear la adaptación de su vehículo.
Ese también es un servicio que ofrece Irrintzi, una empresa familiar que durante la crisis de 2008 se reinventó y se convirtió en la única autoescuela del Estado español que enseña a conducir a personas con grandes discapacidades. Andrés relata que la autoescuela que dirige cuenta con más de cuarenta años de historia, si bien fue hace unos 17 cuando empezaron a dar el servicio que ahora la caracteriza.
Según indica, vieron que en Alemania se hacía esa labor y se plantearon traer el sistema aquí. Así, se aventuraron a comprar un vehículo, instalar el sistema… para «venir aquí y que nos dijeran que el vehículo estaba sin homologar», recuerda. No olvida las no pocas trabas administrativas con las que se encontraron para poder comenzar a dar un servicio que cambiaría, para mejor, la vida de las personas con grandes discapacidades.
Después de «un año de muchísimo trabajo», consiguieron homologar su vehículo de autoescuela con la conducción con joystick. Se trata de una especie de mando que adaptan a cada una de las alumnas y alumnos. En el caso de Arteaga, Iratxe Andrés cuenta cómo han tenido que adecuar el largo y la forma del joystick para que ella pueda manejarlo con su brazo derecho, que es verdaderamente corto y apenas sobresale de su cuerpo.
Tras conseguir la homologación, quienes integran la autoescuela Irrintzi se enfrentaron a otro muro: la armonización de los códigos establecidos para el permiso de conducir. Contaron con la colaboración de un alumno para demostrar que, una vez analizadas las necesidades de cada persona, podían darles una solución, brindándole la posibilidad de llevar un vehículo sin ningún problema y sin asistencia alguna.
Comenzaron así su andadura y, por el camino, se encontraron con otra necesidad a la que responder. La falta de talleres que hicieran adaptaciones tan especificas a los vehículos empujó a esta familia a crear Irrintzi Soluciones Adaptadas. «Ofrecemos un servicio integral, lo que es una adaptación completamente personalizada a esa persona con grandes discapacidades», explica Andrés.
El vehículo, a medida
Adaptan el vehículo para que la conductora o conductor pueda entrar y salir de él sin asistencia, además de, por supuesto, conducirlo con total independencia. Andrés señala al respecto que un vehículo adaptado estándar, en el fondo, no sirve para nadie, ya que cada discapacidad tiene sus peculiaridades.
Adaptan el vehículo para que la conductora o conductor pueda entrar y salir de él sin asistencia, además de, por supuesto, conducirlo con total independencia
En muchos casos, los vehículos que adecuan son los de su propio alumnado, con el que ya han hecho todas las pruebas habidas y por haber durante las clases para saber cuál es la solución que mejor responde a sus necesidades. «Nos diferenciamos porque las adaptaciones son completamente personalizadas, se realizan en nuestros vehículos de formación de autoescuela y luego ya, sobre seguro, vamos al suyo. Así conseguimos un traje a medida», explica la responsable de la autoescuela de Basauri.
Las alumnas y alumnos de Irrintzi dan con la autoescuela tras conocer algún caso concreto en los medios de comunicación o después de investigar en internet, como fue el caso de Arteaga. Tiene amistades que, con una discapacidad de menos grado que la suya, conducen, y decidió que también ella podía ser capaz.
Así, se puso en contacto con la autoescuela, a la que agradece habérselo puesto «super fácil» desde el primer momento. Recuerda con cariño el proceso de aprendizaje, si bien admite que ha sido duro. Arteaga reside en las Islas Canarias, por lo que ha tenido que trasladarse a casa de su aita, que vive en Errenteria, y hacer clases intensivas de varias horas al día para aprovechar el viaje.
Es el caso de la mayoría de alumnos y alumnas con grandes discapacidades que acuden a Irrintzi, ya que, al ser la única autoescuela de todo el Estado que ofrece este servicio, no es poco el alumnado que tiene que trasladarse desde muy lejos para formarse en la conducción. Por ello, procuran adelantar la mayor cantidad de tarea posible antes del traslado y aprovechar el tiempo al máximo.

Andrés cuenta que trabajan con informes médicos y fotos, para ver con qué miembros y de qué tipo cuentan y poder valorar cómo adaptar el vehículo. Una vez que se desplazan, hacen una prueba de valoración in situ, para acabar de adecuarlo. El caso de Arteaga supuso un reto, tal y como explica Andrés. El único miembro que tiene disponible para la conducción, el pequeño brazo derecho, lo utiliza para emplear el joystick. Por ello, han tenido que hacer uso del control por voz para manejar las funciones secundarias, como lo son las luces.
Tener que hacer adaptaciones tan especificas dificulta que puedan tener más de una persona con gran discapacidad entre el alumnado al mismo tiempo. Lo evitan, porque supone tener que cambiar la adaptación varias veces al día y, si bien han llegado a tener tres alumnos distintos al mismo tiempo, la responsable de Irrintzi admite que es «una locura».
Formarse en lo extraordinario
No cualquier profesor o profesora de formación vial puede impartir clases a personas con grandes discapacidades, es necesario tener una formación específica para ello. «La conducción con joystick es una conducción completamente diferente a la que estamos acostumbrados y necesitas formación, porque si no, no puedes llevar ese vehículo por carretera», relata Andrés. Por ello, realizaron las primeras formaciones específicas en Alemania.
No cualquier profesor o profesora de formación vial puede impartir clases a personas con grandes discapacidades, es necesario tener una formación específica para ello
Explica asimismo que la hora de examinarse el proceso es algo distinto al que siguen las personas sin discapacidad, y que suele ser el Coordinador de Examinadores quien verifica la capacidad de su alumnado, ya que, por su puesto, quien los examina también necesita estar específicamente formado para ello. Además, tienen que superar una prueba más, distinta a la teórica y a la práctica en carretera, que valora la idoneidad de las adaptaciones que se le han realizado al vehículo.
Una vez aprobado el examen, los alumnos y alumnas deben adquirir un coche que cumpla ciertos requisitos y dejarlo en manos de Irrintzi para que lo adapte a sus propias necesidades. Arteaga se encuentra en ese proceso, que no le está siendo nada fácil debido al alto coste de las adecuaciones y la ausencia de ayudas económicas para ello.
65.000 euros son los que necesita reunir para adaptar el coche, cantidad que espera reunir con ayuda del crowdfunding que ha puesto en marcha. Aclara que el vehículo se lo comprará ella, «como todo el mundo», pero el precio de la adaptación es verdaderamente difícil de asumir con los 3.000 euros de ayuda pública que se le han asignado para ello.
Conseguirlo mejoraría notablemente la calidad de vida de Naiara Arteaga que, si bien desarrolla su día a día de manera bastante autónoma, depende de familiares y amigos para trasladarse. «Dentro del coche te sientes como que no tienes esa discapacidad», asegura.

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