
Aumento de los precios de la vivienda, destrucción del comercio de proximidad y monopolio de las grandes cadenas, desaparición del espacio público destinado al disfrute comunitario y descontextualización absoluta de la historia de los barrios. Estas son algunas de las consecuencias que acarrea la gentrificación, un proceso inseparable del crecimiento económico del que hace gala el capitalismo y que suele golpear a las clases bajas.
Sobre ello ha girado el coloquio ‘Impactos y desafíos de la gentrificación’ celebrado este lunes en Bizkaia Aretoa, dentro del 16. Encuentro Internacional de Cultura, Comunicación y Desarrollo de los Cursos de Verano de Euskal Herriko Unibertsitatea (EHU). Coordinados por Enkarni Gómez, en esta mesa redonda han participado el antropólogo urbano y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona Jose Mansilla; la profesora de EHU Iraide Fernández; el socio trabajador de Hiritik At Koop, Iker Eizagirre, y el sociólogo y miembro de Bihotzean y SOS Alde Zaharra, Eritz Mendizabal.
Para empezar, Mansilla ha sido el encargado de explicar los pormenores del concepto «gentrificación», comenzando por su origen. Así, ha detallado que la primera en usar este término fue la socióloga alemana Ruth Glass, hace 60 años, para poner nombre al proceso de desplazamiento de la población del municipio londinense de Islington por parte del «gentry» o burguesía agraria inglesa que comenzaba a moverse a las ciudades.
En este sentido, el antropólogo ha querido abordar el proceso de gentrificación desde una «perspectiva de clase». Si bien hace unos años nos venían a la cabeza ciudades como Londres o Nueva York cuando se hacía referencia a este fenómeno, ahora «ya lo tenemos aquí». A partir de las primeras definiciones ideadas en los años 70, Mansilla ha aludido a un proceso en el que «las clases populares, incluso las medias-bajas, están siendo sustituidas en un espacio delimitado», normalmente un barrio, «llegando a transformar complemente el paisaje».
En este sentido, ha aclarado que la gentrificación «no es una cuestión que afecta únicamente a la vivienda», sino también al uso del espacio público y a la homogeneización del tejido comercial. En este contexto, «las relaciones sociales acaban por ser mercantilizadas» y ha añadido que «no existen los barrios gentrificados; todos los barrios están en proceso de gentrificación». A pesar de todo ello, ha querido terminar su intervención con un mensaje de esperanza: «El pesimismo es reaccionario. Si no hacemos nada, vendrá alguien que lo hará por nosotros y no será en la dirección que nos gustaría».
A continuación, Fernández ha profundizado en cómo y a qué colectivos afecta principalmente la gentrificación. «Impacta según las variables sociodemográficas, es decir, el género, la edad, el origen, la clase social… Y es precisamente por ello que hace falta analizarlo con una mirada interseccional», ha subrayado. Así, ha dividido el desplazamiento poblacional que provoca el fenómeno en tres formas: el simbólico, «que desplaza hasta eliminar todo aquello que no forma parte de la foto de postal»; el directo, principalmente a través de la tensión residencial, y el indirecto, a través del cambio del tejido comercial del barrio.
La «turistificación» de Bilbo
Eizagirre ha partido de su experiencia personal en Hiritik At Koop para hablar de los procesos participativos, «un método que ayuda a democratizar más los espacios de la vida común». Sobre la organización espacial del hábitat en las ciudades, ha valorado que «la ideología de las personas también está relacionada con el espacio en el que viven», atendiendo a sus prioridades. Por ello, ha defendido que, a través de los procesos de participación colectiva, «más que mejores espacios, se crean lugares significativos» en la vida de los vecinos.
Previendo la deriva que tomaría más tarde Bilbo, hace ocho años nació SOS Alde Zaharra para «luchar contra la turistificación». Mendizabal, miembro del colectivo, ha detallado los problemas que afrontan los vecinos del barrio para quedarse en la que ha sido su casa. «Ahora mismo, la carga turística del Casco Viejo está en el 46,8%, casi a la mitad. Esto supone que, si somos 7.256 personas empadronadas, hay unas 3.350 camas destinadas al turismo, entre los 29 hoteles y las cerca de 300 viviendas turísticas, entre legales e ilegales», ha dicho.
Sobre qué se puede hacer ante esta situación, ha reivindicado la necesidad de «organizarse colectivamente», y ha celebrado que su mensaje esté calando: «Se ha puesto sobre la mesa que el turismo significa un problema para Bilbo». Para acabar, ha avisado que esta problemática no se limita a Alde Zaharra y que se va a extender «por toda la ciudad», siguiendo la lógica de «crecer, crecer y crecer». «El decrecimiento les da pavor», ha sentenciado aludiendo a las administraciones.

Plante de EH Bildu y C-Z a la Medalla de Oro a M. Torres por sus vínculos con Israel

Acusan a Lakua de acallar a una víctima en el acto de Gernika

‘La Revuelta’ astindu du Zetak-en ikuskizunak... eta Euskararen Nazioarteko Egunean

Desalojado el instituto de Martutene, el Ayuntamiento solo realoja a la mitad en La Sirena

