»Alemania ha vuelto de nuevo al escenario europeo e internacional», constató ayer el canciller democratacristiano Friedrich Merz ante el Bundestag. Basó su afirmación en su convicción de que Alemania habría mostrado a sus socios internacionales que «se pueden fiar de nosotros».

Hay quien asegura que la cifra de países que aún se fían de Alemania se ha reducido considerablemente en los últimos tres años. Quizás el problema es que la principal fuente de esta desconfianza sigue siendo él.

El canciller respaldó en su discurso a Kiev, asegurando que el presidente ruso, Vladimir Putin, «sólo entiende el lenguaje de la fuerza». Si fuera coherente, Merz cumpliría su palabra cuando aún estaba en la oposición, y entregaría los misiles Taurus al Ejército ucraniano. Este sistema de armas no funciona sin la alta tecnología  informática alemana.

Putin ya ha advertido de que, si cruzara esa línea, consideraría que Alemania declara la guerra a Rusia. Además, un sector del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), su socio de Gobierno, ha lanzado un manifiesto en el cual aboga por una solución negociada de la guerra en Ucrania.

Contradicciones

Igual de confusa es la posición de Merz respecto a Israel. «Nuestra razón de Estado es la defensa del Estado de Israel y de  su existencia», volvió a repetir el canciller democratacristiano el mantra de la política exterior alemana.

También lo hizo cuando Tel Aviv agredió a Teherán hace 13 días, y justificó de nuevo esa vulneración de la Ley Internacional con la excusa de que «Israel tiene el derecho de defender su existencia y la seguridad de sus ciudadano». Aún así, matizó que «nos permitimos preguntarnos críticamente qué objetivo quiere alcanzar Israel en la Franja de Gaza».

A finales de mayo, Merz había sido más tajante respecto al genocidio israelí en Gaza: «Perjudicar a la población civil de esa manera ya no puede justificarse por la lucha contra el terrorismo de Hamas».

Su correligionario y ministro de Exteriores, Johann Wadephul (CDU), fue más lejos, amenazando con revisar el envío de armas a Israel: «Se está examinando si lo que está ocurriendo en  Gaza puede armonizarse con el derecho internacional humanitario».

Ataque a Irán

Tras el ataque a Irán –Merz llegó a decir en TV que «Israel nos está haciendo el trabajo sucio en Irán»–, Berlín ha vuelto a autorizar el envío de armas a Tel Aviv.

El zigzagzeo del Gobierno alemán en esta cuestión no sólo responde al carácter de Merz, conocido por decir una cosa y retractarse de la misma después, sino también por cómo están los ánimos en las calles alemanas.

A pesar de la represión policial y el silencio mediático, el 73% de los alemanes consideran «genocidio» la agresión a Gaza. El sábado pasado una manifestación contra la aniquilación de los palestinos congregó a varias decenas de miles de manifestantes en la capital alemana. Ante este fondo, Merz pidió un «alto el fuego» en Gaza.

Cara a la cumbre de la OTAN –con la presencia de Donald Trump– Merz reiteró su plan de convertir al alemán en «el Ejército convencional más potente de Europa». Para ello, gastará el 3,5% del PIB en el rearme y otro 1,5% en  infraestructuras. Durante los últimos treinta años Alemania ahorró en reforzar los puentes para que aguanten el peso de los tanques que se dirigirán al futuro frente del Este. «Necesitamos potencia y fiabilidad», reiteró.

A Merz le queda mucho camino por recorrer. El primero que le pondrá obstáculos es Trump. Este bombardeó Irán sin avisarle y cuando Wadephul y sus homólogos francés y británico se habían reunido con la parte iraní en Suiza en busca de una solución diplomática. Berlín se halla a años luz de la pujanza que tuvo en el ámbito internacional y que hizo posible el acuerdo nuclear con Irán en 2015. En su día, su palabra tenía peso porque, entre otras cosas, respetaba la Ley Internacional.