Implicaciones geoestratégicas del choque entre el dalai lama y Pekín
La sucesión del dalai lama se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre el liderazgo espiritual tibetano y el Partido Comunista chino. El líder tibetano, Tenzin Gyatso, ha anunciado que la institución continuará tras su muerte. Su objetivo: evitar que el PCCh imponga su propio candidato.

Desde 2007, China afirma que todas las reencarnaciones de altos lamas tibetanos deben contar con su aprobación formal. Para ello, ha establecido un sistema que exige una «licencia de reencarnación» y el uso de un antiguo ritual imperial, la «urna de oro», introducido por la dinastía china Qing en el siglo XVIII. Pekín sostiene que el próximo dalai lama deberá nacer en territorio bajo control chino y ser seleccionado según estos procedimientos estatales. Sin este aval, cualquier otro sucesor sería considerado ilegítimo. Además, el Gobierno chino exige que el actual dalai lama reconozca explícitamente que el Tíbet y Taiwán forman parte inalienable del territorio chino si desea volver algún día al Tíbet, algo que él ha rechazado rotundamente.
El dalai lama vive exiliado en India desde 1959, cuando huyó de la represión china tras el levantamiento de Lhasa. En 2011 renunció a su rol político y transfirió esa responsabilidad a un Gobierno en el exilio elegido democráticamente por la diáspora tibetana. Sin embargo, su papel espiritual sigue siendo central y su sucesión podría determinar el futuro del budismo tibetano durante décadas.
EL PRECEDENTE DEL PANCHEN LAMA GENERA UNA PROFUNDA INQUIETUD.
En 1995, el dalai lama reconoció como reencarnación de esta figura a Gedhun Choekyi Nyima, un niño de seis años que fue inmediatamente secuestrado por las autoridades chinas. Desde entonces, se desconoce su paradero. Pekín impuso a Gyaltsen Norbu, un joven afín al Partido Comunista, que hoy ostenta cargos oficiales en instituciones budistas estatales. Esta imposición generó una fractura que aún no se ha cerrado. Si ocurre algo similar con el dalai lama, podría dividir aún más a la comunidad tibetana entre quienes viven bajo dominio chino y quienes están en el exilio.
«La sucesión del Dalai Lama es absolutamente crucial no solo para el budismo tibetano, sino para la identidad del pueblo tibetano en su conjunto», advierte Tenzin Dawa, directora del Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia, en declaraciones a NAIZ. «Esta decisión es un desafío directo a los esfuerzos de China por convertir una tradición espiritual venerada en una herramienta de propaganda política», añade.
Horas después del anuncio del dalai lama, el Ministerio de Exteriores de China reiteró que toda reencarnación debe seguir los «procedimientos internos». «Para un Estado oficialmente ateo que busca controlar tradiciones religiosas milenarias, esta insistencia resulta profundamente irónica», afirma Dawa con sarcasmo.
La activista tibetana denuncia que China se prepara para nombrar a su versión del próximo dalai lama: «Será una figura usada como herramienta propagandística para legitimar su autoridad, acelerar la sinización del budismo tibetano y socavar la autonomía cultural del pueblo tibetano». Añade que la comunidad internacional no puede ignorar el precedente del panchen lama ni la capacidad de China para manipular procesos religiosos a su conveniencia.
La comunidad tibetana en el exilio y dentro del Tíbet solo reconocerá a la reencarnación validada por el Gaden Phodrang Trust, la institución oficial que representa al actual dalai lama... Para los tibetanos que viven bajo dominio chino, sin embargo, las consecuencias de esta disputa podrían ser graves. «Se verán obligados a apoyar públicamente al candidato impuesto por Pekín bajo vigilancia y presión», afirma Tenzin Dawa.
POSICIÓN DE INDIA
El conflicto no es solo religioso o cultural. Tiene también importantes ramificaciones geopolíticas. India, que alberga al dalai lama y a más de 100.000 refugiados tibetanos, observa el proceso de sucesión con atención. Según Dawa, la cuestión afecta directamente a los intereses de seguridad nacional indios, sobre todo en regiones como Arunachal Pradesh, que China reclama como parte de su territorio. Las visitas del dalai lama a esa zona han generado tensiones diplomáticas en el pasado.
«La presencia del gobierno tibetano en el exilio fortalece la posición diplomática de India frente a China en la región del Himalaya», afirma.
Dawa hace un llamamiento a la comunidad internacional: «Es un momento decisivo para oponerse al intervencionismo autoritario en asuntos de libertad religiosa y cultural. Los países que defienden los derechos humanos deben rechazar cualquier intento de Pekín de imponer su propia versión del dalai lama».
En definitiva, lo que está en juego va mucho más allá de una figura espiritual. Se trata de la legitimidad cultural y política de un pueblo frente al aparato de un Estado que pretende reescribir las reglas de una tradición sagrada. La sucesión del dalai lama no será solo un asunto interno del Tíbet o del exilio: será una prueba para el compromiso global con la libertad religiosa, la autodeterminación y la resistencia ante el autoritarismo.

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