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Erdogan anuncia una comisión parlamentaria para seguir el proceso de paz

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha intentado calmar a los sectores más ultras sobre el proceso de paz con el PKK afirmando que «nadie debe preocuparse», aunque la oposición desconfía de un autoritarismo creciente. Una comisión parlamentaria dará continuidad al proceso.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un encuentro con representantes del partido prokurdo DEM.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en un encuentro con representantes del partido prokurdo DEM. (Turkish Presidency Press Office | AFP)

«Turquía ha ganado, 86 millones de ciudadanos han ganado», se ha felicitado este sábado el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tras la primera fase del desarme del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

«Sabemos lo que hacemos; nadie debe preocuparse, tener miedo ni cuestionar nada. Todo lo que hacemos es por Turquía, por nuestro futuro y nuestra independencia», ha añadido Erdogan, tratando de tranquilizar a los sectores más kemalistas y a la ultraderecha panturca sobre el proceso de paz.

Así, el líder del partido ultranacionalista Victoria, Ümit Özdag, ha denunciado un acuerdo con un «asesino de niños», como llama al líder kurdo, Abdulah Öcalan.

Comisión parlamentaria

El presidente turco ha anunciado la creación de una comisión dentro del Parlamento turco para continuar el proceso de paz «y discutir los requisitos legales del proceso».

«AKP (el partido islamista de Erdogan), MHP (ultraderecha) y DEM (izquierda prokurda) trabajaremos juntos para moldear este proceso y llevarlo adelante», ha señalado el presidente turco, asegurando que «superaremos obstáculos», «uniremos fuerzas» y «no habrá necesidad de apretar los puños».

A la vez, no ha dejado de lanzar una advertencia que no acaba de despejar las dudas sobre la continuidad del proceso. «Si las aguas fluyen en dirección opuesta, haremos lo necesario».

Erdogan ha advertido además de que «nadie puede cuestionar mi nacionalismo, mi patriotismo ni el amor del AKP por Turquía. Nadie tiene ese derecho».

Una treintena de combatientes kurdos, incluidos cuatro comandantes, destruyeron simbólicamente sus armas el viernes durante una ceremonia en Kurdistán sur (Basur) cerca de sus bases en las montañas que rodean la región autónoma del Kurdistán en Irak.

Sin embargo persisten las dudas sobre cuál será la postura real de Erdogan y, sobre todo, del ‘Estado profundo’ turco, porque la represión sigue golpeando a la oposición y a las voces disidentes.

En una entrevista con AFP el viernes, el copresidente del PKK, Bese Hozat, pidió garantías de seguridad antes de que los combatientes pudieran regresar a Turquía.

«Sin garantías legales y constitucionales, terminaremos en la cárcel o seremos asesinados», afirmó.
 
«La despedida de las armas por parte del PKK garantiza que no solo la cuestión kurda, sino todos los problemas de Turquía, se resolverán por medios democráticos», afirmó el DEM, mediador entre Ankara y el fundador del PKK, Abdullah Öcalan, que lanzó el llamamiento al desarme y a la disolución del partido desde la isla-prisión de Imrali, donde ha permanecido años aislado.

Reconocimiento de la represión, ejecuciones y desapariciones

De hecho, hasta ahora los pasos y la iniciativa en el proceso han llegado desde la prisión de Imrali, desde las montañas kurdas o desde la mediación del DEM. Erdogan y el PKK se han limitado a seguirlas y Kurdistán espera ahora pasos de democratización.

Un primer gesto puede ser el que Erdogan ha incluido en su declaración ante el AKP, donde ha reconocido la represión del Estado turco y la vulneración de la legalidad en la lucha contra el movimiento kurdo con ejecuciones y desapariciones, quema de aldeas o la prohibición de la lengua.

«Las malas prácticas del Estado también influyeron. Los vehículos de los Toros Blancos fueron una de ellas. Los asesinatos sin resolver fueron una de ellas. La prisión de Diyarbakır fue una de ellas. Las aldeas incendiadas, las personas obligadas a huir en una sola noche, las madres que no podían hablar kurdo con sus hijos en prisión: todos estos fueron ejemplos de estas prácticas ilícitas. Los métodos de lucha que se salían de la ley y la legitimidad no acabaron con el terrorismo; al contrario, lo alimentaron y lo hicieron crecer, proporcionando a la organización terrorista un terreno fértil para explotar. Todos pagamos el precio de estos errores», ha reconocido Erdogan.

Los Toros Blancos eran un modelo de vehículo que en la década de los 90 causó el terror en Kurdistán. Miles de personas fueron detenidas o directamente murieron o desaparecieron en los escuadrones de la muerte que los utilizaban. Su aparición causaba el terror entre la población y presagiaba la desaparición de un político local o un mero activista.

La oposición kemalista desconfía de las intenciones de Erdogan

El proceso de paz iniciado en octubre pasado por una declaración del aliado ultra del Gobierno, el MHP, con el partido pro kurdo DEM, la tercera fuerza en el Parlamento, ha despertado tanto esperanza como desconfianza.

No solo entre los kurdos por la posible continuidad de la represión. Los alcaldes de varias ciudades kurdas han sido destituidos y, en su lugar, Ankara ha colocado afines al AKP.

También entre la oposición kemalista, sobre la que ahora se centra la represión. El principal partido opositor, CHP, teme que el movimiento de Erdogan sea solo una táctica para ganarse el apoyo kurdo en unas elecciones presidenciales en las que la posibilidad de derrota era creciente.

Alcaldes y responsables del CHP (kemalista) han sido detenidos, incluido el rival de Erdogan a la presidencia, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, que sigue encarcelado desde marzo.
 
Autoritarismo creciente

«Desde el comienzo del proceso, Turquía se ha convertido en un país mucho más autoritario», opina el politólogo Berk Esen. «El desarme de una organización terrorista debería, o podría, conducir a la democratización y a la paz social, pero (...) probablemente no será así», señala,
 
Al mismo tiempo, la represión ha golpeado a varios medios de comunicación de la oposición, como el canal Sôzcü, que ha recibido la orden de cerrar tras dieciséis multas y suspensiones desde enero, «una cada dos semanas», según declaró el martes por la noche, cuando apagó sus luces, su director, Ozgur Cakmakci.

Cakmakci denuncia «el creciente autoritarismo del poder (que) reduce cada vez más el espacio mediático».

«No se tolera ninguna voz disidente. Solo debe escucharse una voz, la que desean las autoridades», añadió el presentador Senem Toluay Ilgaz.

A Halk TV, la cadena de televisión del CHP amenazada con el mismo destino, se le concedió un indulto de siete días.