Ibai Azparren
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Entrevista
Jeff Sharlet
Periodista, escritor y autor de ‘The Family’

«Ellos llamaban a Trump el ‘Rey Lobo’, el elegido que no necesita ser bueno»

Sharlet es periodista y profesor en Dartmouth College. Su obra incluye media docena de libros y también fue productor de la serie de Netflix ‘The Family’, basada en su libro homónimo, ahora editado por Capitán Swing. En esta obra, expone la red de influencia religiosa en la que logró infiltrarse.

Jeff Sharlet.
Jeff Sharlet. (Eli BURAKIAN)

Jeff Sharlet recuerda el olor del polvo en Nueva York tras el 11-S. Vivía allí cuando una mujer con la que salió en la universidad le pidió un favor extraño: hablar con su hermano, un hombre de negocios al que temía perdido en una secta. Ese encuentro cambió su vida. «Me miró entre las ruinas humeantes de las Torres Gemelas y me dijo: He venido a contemplar las ruinas del secularismo», cuenta. Ese fue el primer paso hacia The Family o The Fellowship, la red fundamentalista protestante evangélica que conecta senadores y congresistas de los dos principales partidos, presidentes, dictadores y empresarios.

Cada año, el ‘Desayuno Nacional de Oración’ reúne a todos ellos en Washington, y  personalidades como el Dalai Lama, Bono (canante de U2), Tony Blair o José Luis Rodríguez Zapatero han sido algunos invitados destacados en aras de blanquear a la organización. El movimiento está formado por una élite fundamentalista que se define como una red invisible de seguidores de Cristo en el Gobierno, las empresas y el Ejército. Se consideran responsables de transformar el mundo, de subvertir el orden democrático. Para lograrlo, buscan estrechar lazos con líderes poderosos: basta con que unos pocos hombres fuertes sirvan a Dios, y que los demás los obedezcan.

El periodista y escritor convivió con ellos en una casa suburbana en Virginia llamada Ivanwald, participó en sus estudios bíblicos y accedió a un archivo secreto antes de que lo cerraran para siempre. De ahí nacieron su libro ‘The Family’ (2009) y la serie documental de Netflix que lleva el mismo nombre. Ahora Sharlet reedita la obra con un nuevo prólogo en el que admite haber subestimado su alcance. La muerte de su líder, Doug Coe debilitó al grupo, aunque su legado fue decisivo para abrir paso al fenómeno Trump. Pero volvamos al principio.

¿Cómo describiría The Family? ¿Y cómo termina usted dentro de esta red?

The Family es el movimiento político cristiano nacionalista y fundamentalista más antiguo e influyente de EEUU. Su singularidad está en que siempre tuvo ambiciones globales. Se fundó en 1935, pero mi historia comienza en 2001, tras el 11-S. La mujer con la que salí en la universidad me dijo entonces: «Creo que mi hermano ha entrado en una secta, ¿puedes hablar con él?». Yo conocía a ese tipo desde hacía años. Era arrogante, agresivo, antisemita. Nunca me cayó bien.

Nos encontramos en Nueva York, con el humo del World Trade Center todavía en el aire. Y me dice: «He venido a contemplar las ruinas del secularismo». Esa frase me heló. No era un seguidor de Bin Laden, pero perfectamente podría haber salido de su boca. Para él, lo que había caído no eran solo las torres, sino la idea de un país donde ninguna religión gobierna sobre las demás.
Luego me pidió que lo acompañara a Washington, a un lugar donde vivían juntos jóvenes cristianos que decían servir a Dios a través de los poderosos. Me invitó como prueba de que había cambiado. Y yo soy el tipo de periodista que, si lo invitas a una secta, va.

Al principio pensé que era una historia sobre jóvenes religiosos con ideas raras. Pero pronto vi entrar a senadores, a empresarios petroleros, a diplomáticos, incluso a jefes de Estado extranjeros. Entonces supe que estaba ante algo mucho más grande: un poder invisible que conectaba la Biblia con la política y la política con el mundo.

¿Nunca sospecharon?

No; me conocían. Les dije que estaba escribiendo un libro sobre la diversidad religiosa en EEUU, lo cual era cierto. Incluso discutía con ellos abiertamente. Por ejemplo, cuando comparaban a Jesús con Hitler, yo les decía: «No creo que sea un buen ejemplo».

En su libro parece casi una organización de inteligencia. ¿Qué la hace distinta de una secta convencional?

Su fundador, Abraham Vereide, creía que el cristianismo llevaba 2.000 años equivocado, centrado en los pobres y los débiles. Según él, Dios le habló en 1935 y le dijo: «Olvida a los pobres, busca a los poderosos que no me conocen». Su idea era sencilla: no hace falta que todos vayan a misa, basta con que obedezcan. Si unos pocos hombres fuertes sirven a Dios, el resto les seguirá.

Dice que The Family tiene una visión global. ¿Puede dar ejemplos de su influencia?

En Indonesia, por ejemplo, el dictador Suharto pidió que The Family fuera su canal de comunicación con Nixon. En Somalia, en los años 80, el dictador Siad Barre era un aliado soviético, musulmán y marxista, pero sobre todo era un hombre fuerte que necesitaba nuevos apoyos. Dijo: «Rezaré a Jesús si me dan armas, una reunión con el presidente y una política de no intervención mientras tomo medidas drásticas». La respuesta de The Family fue: «Hecho, hecho y hecho». Más reciente es Uganda: allí ayudaron a Yoweri Museveni a acercarse a EE.UU., y de su red salió la “Kill the Gays Bill”, que proponía la pena de muerte para homosexuales.

¿Llegaron a tener interés en el Estado español?

Sí, aunque menor. En los años 60 tenían representación en casi todos los gobiernos de Europa Occidental… excepto en España. Franco era un problema porque The Family era originalmente anticatólica. Con el tiempo empezaron a colaborar con ministros franquistas y hasta se reunieron con él, usando como tapadera las oficinas de Standard Oil. Ahí empezó su giro: dejaron de priorizar el proselitismo protestante y se aliaron con católicos contra el comunismo.

¿Cuántos presidentes de EEUU han estado vinculados a The Family?

Todos desde Eisenhower. Él fue el primero en asistir al Desayuno Nacional de Oración, que ellos organizan como un acto privado pero que parece público. Al principio se negó, por respeto a la Primera Enmienda. Pero Billy Graham lo convenció. Eisenhower dijo: «Está bien, iré solo esta vez, espero que no haya prensa». Por supuesto, había prensa. Ese era el plan. Desde entonces, ningún presidente se ha atrevido a faltar al desayuno. No son titiriteros, pero son un centro de poder más, como la NRA, el lobby petrolero o la AIPAC. Y tienen influencia porque decenas de senadores y congresistas participan en sus redes. Senadores como Chuck Grassley o John Thune reconocen que Doug Coe, líder de la Familia durante 50 años, fue su mentor.

¿Cómo encaja Donald Trump en todo esto?

Trump no habría sido posible sin décadas de trabajo de The Family. Ellos construyeron el marco cultural y religioso para aceptar líderes cristianos que no son morales, pero sí fuertes. La idea es clara: «No juzgues al líder por su carácter, sino por su músculo». Ellos mismos lo llamaron ‘el Rey Lobo’. Tienen toda una parábola sobre él: el Rey Lobo no es amable ni bueno, no se comporta, pero es el elegido, como el Rey David en la Biblia.

Sin embargo, Trump nunca fue su hombre.

Ese papel lo ocupaba Mike Pence. Trump, que es puramente transaccional, hizo un trato: aceptó sus apoyos y luego los devoró. En 2016, algunos miembros de The Family que toleraban autoritarismo en el extranjero no lo querían en casa. Pero, como toda la derecha cristiana, acabaron de rodillas ante Trump. Y entonces murió Doug Coe, en 2017. Él era el pegamento invisible. Sin él, la organización perdió cohesión. Pero su legado sigue vivo: ellos normalizaron el autoritarismo cristiano. Trump solo tuvo que decir: «Gracias, ahora me encargo yo».

Coe, su líder histórico, nunca tuvo cargos oficiales. ¿Cómo operaba en las sombras?

Doug Coe era un genio de la invisibilidad. No tenía título oficial ni buscaba publicidad. Vivía de donaciones, volaba en jets privados, cenaba con presidentes y reyes… y nunca pedía nada salvo acceso. Una vez discutieron si registrarse como lobby. Decidieron no hacerlo porque, así, tendrían más influencia. Y la tuvieron. Coe era conocido como el ‘Billy Graham en la sombra’, construyendo canales paralelos de poder fuera del Departamento de Estado.

¿Qué valores exportaba Coe a otros países?

No les importa la iglesia; solo Jesús como una figura de poder. Por eso admiraban a líderes autoritarios como Hitler, Stalin o Mao no por su ideología, sino por su fuerza. Para ellos, cualquier poder es elegido por Dios. Aunque niegan tener una agenda estadounidense, han servido muy bien al imperio americano y al llamado ‘capitalismo bíblico’, una idea absurda de que el capitalismo está predicho en la Biblia. Creen que el orden viene cuando los hombres poderosos se unen por encima del ruido del pueblo. No importa de qué país seas; si eres un líder fuerte, puedes dominar tu territorio. La democracia, en cambio, solo trae caos.

¿Y qué métodos utilizan para financiar sus actividades?

Lo llaman The man method, algo ilegal, fuera de los libros. Por ejemplo, un día me dijeron: «¿Te pagan bien en tu periódico? Tengo un amigo que quiere darte 30.000 dólares al mes, solo como un regalo cristiano». Sin contratos ni registros. Mucho de su dinero venía de contratistas de armas y ya empezaban a recibir fondos de Silicon Valley. Usan fundaciones pantalla para mover grandes sumas, a veces de donantes anónimos. En un caso, una fundación recibió 800.000 dólares, los envió a empresarios de Sri Lanka y luego cerró. Dicen que son solo «un grupo de amigos», pero tienen juntas directivas, millones en presupuesto y un sistema claramente opaco.

¿Intentaron intimidarle tras publicar su libro?

He tenido experiencias difíciles. Por ejemplo,  uno de los miembros me llamó para decirme que otro quería golpearme, aunque lo convenció de no hacerlo. También recibí llamadas de supuestos admiradores que al final me acusaban de traicionar a Doug Coe.

Además, recuerdo una charla en el National Press Club. Entró el jefe estadounidense de su operación en Uganda, con un grupo de jóvenes blancos con pajarita. Se sentaron en la primera fila, mirándome fijamente. Fue hasta gracioso, porque los señalé y dije: «Aquí está Bob Hunter, de The Family». Él no podía negarlo.

Más allá de eso, cuando lleguér a Dartmouth College, el decano me dijo: «He leído tu libro, es bueno, pero debes saber que hay miembros de The Family en nuestra junta». En EEUU han sido más sutiles; en otros países sus aliados no han dudado en usar la violencia.