Crítico musical / Musika kritikaria
Entrevista
Iñaki Alberdi
Acordeonista

«En las reuniones sociales, todos cantaban y bailaban al son del acordeón»

Iñaki Alberdi es el acordeonista con mayor proyección internacional que ha surgido en Euskal Herria en las últimas décadas. Ha colaborado con orquestas y compositores de medio mundo, pero en su nuevo proyecto se ha detenido a observar las músicas populares de su Bidasoa natal.

El acordeonista Iñaki Alberdi.
El acordeonista Iñaki Alberdi. (Gonzalo CRUZADO)

Este sábado a las 20.00, Itsas Etxea de Hondarribia verá el estreno de ‘Uran-zu’, el nuevo espectáculo del acordeonista Iñaki Alberdi y Haatik Dantza Konpainia.

En ‘Uran-zu’ realiza una exploración del patrimonio musical del Bidasoa. ¿Qué tradiciones musicales confluyen en el espectáculo?
Hay dos aspectos fundamentales. Por un lado, el aspecto acordeonístico: En los años 20 y 30, el acordeón recogió el repertorio de los coros, las bandas y los grupos de txistularis, se convirtió en el instrumento capaz de aglutinar todo esa música popular. En un frontón o en una comida popular, un acordeonista tocaba y todos cantaban y bailaban al son del instrumento.
Por otro lado, ‘Uran-zu’ recoge aspectos geográfico y personales. Yo vivo en Hendaia, pero soy de Irun y mis padres navarros. Mi aitona, también navarro, tocaba el acordeón en casa y fue quien me transmitió el amor por la música popular. Es una música que tengo metida en la cabeza y en el alma desde pequeño. De hecho, el ‘Pasacalle de Valcarlos’, que los acordeonista de Bidasoa iban a tocar a los pueblos de aquella zona, fue la primera obra que aprendí. En Bidasoa hemos mamado la música de Navarra tanto como la de Iparralde y Hegoalde.

El acordeón fue introducido hace más de un siglo en las fiestas populares de Euskal Herria. ¿Cómo se produjo esa adopción?

Existen dos teorías sobre la llegada del acordeón a Euskadi. Una apunta a la instalación de la línea de ferrocarril: los trabajadores que venían a construirla tocaban el instrumento y lo fueron introduciendo en los pueblos por donde pasaban. La otra teoría lo vincula con su procedencia italiana y su llegada desde el Mediterráneo, especialmente a través de Catalunya.
Pero a mí me interesa sobre todo lo que ocurrió a principios del siglo XX. En Hegoalde predominaba el acordeón de teclas, mientras que en Iparralde era el de botones, y los acordeonistas comenzaron a transcribir las músicas populares de su entorno para poder tocarlas con su instrumento. En Iparralde, por ejemplo, se transcribían los cantos de Zuberoa, y en Hegoalde, nuestras danzas tradicionales. El acordeón recopiló todo ese repertorio en una época que además era la de la industrialización, con una gran efervescencia cultural y social en Euskal Herria. Esa música, sin embargo, ha dejado de interpretarse. Hoy se siguen tocando fandangos, arin-arin, y la trikitixa se ha internado en las músicas folk, de fusión e incluso en el pop. Pero piezas de toda la vida, como ‘Galtzaundi’ o ‘Pello Ziri-Ziri’, han caído en el olvido.

¿Qué aporta el acordeón moderno a estas piezas que solemos asociar más con la trikitixa?

Lo primero que hay que decir es que esta música no se tocaba originalmente con trikitixa, sino con acordeón. Eran transcripciones de piezas escritas originalmente para coro, banda o instrumentos polifónicos, mientras que la trikitixa, en general, se usaba más para la música bailable.
Mi interés ha sido trasladar ese repertorio al acordeón moderno. El instrumento de hace 100 años tenía dos manuales, bajos estándar, una afinación muy tremolante y una extensión limitada. Hoy contamos con un instrumento perfectamente afinado, con tres manuales, lo que aporta muchas más posibilidades para la mano izquierda, y una gran variedad de registros. Yo he abordado la transcripción de esas piezas tradicionales como si lo estuviera haciendo para un órgano. He tenido que rearmonizar, componer contrapuntos, distribuir los acordes de otra manera para que el instrumento actual suene en toda su plenitud. Con ello, ganamos riqueza sonora y profundidad, especialmente cuando se interpreta en una sala de conciertos. Y si perdemos algo, quizá sea el sabor añejo del sonido antiguo, pero el alma del instrumento –el fuelle– sigue siendo la misma. La nostalgia y la fuerza de estas músicas permanecen intactas.

En las últimas décadas del siglo pasado, el acordeón recibió una fuerte impronta pedagógica en la zona del Bidasoa. ¿Qué condiciones lo propiciaron?

Fue un proceso muy bonito, que viví de lleno. Empecé a tocar en 1987, y esa plenitud se dio a partir de 1984 hasta los años noventa. En ese momento, Francia emergía como un país con una pedagogía muy avanzada en el acordeón clásico, y los que fueron nuestros profesores se formaron allí y trajeron ese conocimiento. Recuerdo que en Irun había muchas academias privadas de acordeón que enseñaban a un nivel altísimo, y de ahí surgimos muchos intérpretes. Fue un auténtico boom en la adopción del acordeón clásico en Euskal Herria.

Iñaki Alberdi con dantzaris. (QUINCENA MUSICAL)

En ‘Uran-zu’ interpreta también obras de ascendencia clásica, de Arriaga, Ibarrondo y Escudero. ¿Cómo se relacionan con el resto del programa popular?

Escudero es la bisagra del acordeón. Es increíble cómo, desde los años 50, empieza a tratar el repertorio popular vasco en obras para acordeón, y presentaremos dos episodios de su evolución artística, con una rapsodia de 1952 que se convierte en una fantasía en 1978. Es fascinante ver cómo cambia la forma en que presenta la melodía de ‘Olentzero’ en 1952 y en 1978, cómo evoluciona su lenguaje.

Arriaga, por su parte, creo que está demasiado olvidado. Aunque no tuvo tiempo de desarrollar una obra extensa, lo que hizo fue de una calidad enorme. He escogido su ‘Capricho n.º 1’, que tiene un carácter danzable y permite mostrar la vertiente más clásica del acordeón a través de un compositor vasco.

Ibarrondo, con su obra ‘Arinka’, parte de ritmos vascos –en este caso un arin-arin– pero con un lenguaje muy personal que camufla esas raíces. Yo tomaré los materiales de su obra y los desarrollaré en seis secciones improvisadas que hacen referencia a distintas danzas, como el arin-arin o la ezpatadantza, junto a los dos dantzaris.

¿Cómo se articula la relación entre danza y música en el espectáculo?

Hay fragmentos que ellos bailan, como el pasacalle de Valcarlos, que incorporan directamente desde la danza tradicional. Pero incluyen también elementos contemporáneos en los cortes, en los saltos, en la velocidad y en gestos que no pertenecen a la danza tradicional sino que provienen de la danza moderna. Harán algo parecido a lo que yo haré con el acordeón: llevar la danza tradicional a la danza clásica.