Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

‘La grazia’ de Sorrentino y el tabú de Gaza en la inauguración del Festival de Venecia

El Jurado Oficial y la dirección del certamen han rechazado toda responsabilidad política en una inauguración marcada, justamente, por una oda a los buenos gobernantes, ‘La grazia’ de Paolo Sorrentino.

Paolo Sorrentino, uno de los tantos que ha esquivado preguntas en torno al genocidio en Gaza.
Paolo Sorrentino, uno de los tantos que ha esquivado preguntas en torno al genocidio en Gaza. (Mickael CHAVET | DPA vía Europa Press )

Puede acusarse al cuerpo de periodistas en el Lido de insistencia: han sido tres las preguntas dirigidas en veinte minutos, de los cuarenta de la rueda de prensa inaugural, sobre el genocidio en Gaza a los líderes de los jurados oficiales. Pero es más estruendosa la falta de respuesta de parte tanto del presidente del Jurado Oficial Alexander Payne (‘Los que se quedan’), como de la encargada de premiar al Mejor Debut Charlotte Wells (‘Aftersun’) y la cabeza del Jurado de la sección Orizzonti Julia Ducournau (‘Titane’). Estruendosa, o sintomática de una larga cadena de silencios políticos que llevan marcando las grandes ruedas de prensa de los principales festivales. Como si la barrera que separa pantalla de mundo fuera excusa para no posicionarse de forma clara ante la violencia allí fuera.

«He venido aquí a juzgar y hablar de cine», espetaba Alexander Payne al ser preguntado específicamente por la carta firmada por más de 1.500 profesionales del cine, bajo el colectivo de Venice4Palestine, para demandar una declaración política clara del festival respecto al genocidio palestino, comparable a la firmada por la presidenta del Jurado de Cannes, Juliette Binoche, en mayo. «Francamente, me siento un poco desprevenido para esa pregunta», se justificaba Payne, aunque «mis opiniones políticas seguramente se alineen con las de la mayoría aquí».

Alberto Barbera era más contundente en su negativa a las demandas de V4P de retirar la invitación a Gal Gadot y Gerard Butler, quienes se han posicionado de forma abierta y repetida a favor del ejército israelí. Gadot, en realidad, canceló su asistencia el miércoles. Barbera alega: «Si quieren estar en el festival, estarán aquí. Por otro lado, nunca hemos dudado en manifestar nuestra profunda tristeza y sufrimiento por lo que está sucediendo en Gaza y Palestina. La muerte de civiles, y especialmente de niños, que son víctimas, son los daños colaterales de una guerra que nadie ha podido detener aún». Los silencios del resto de mesas, por lo menos, no enmascaran la situación con eufemismos.

‘La grazia’ de Paolo Sorrentino inaugura la Mostra

También Paolo Sorrentino, cuya película está distribuida por Mubi (con financiación de Sequoia Capital, ligada al comercio de armas israelí), ha esquivado una pregunta acerca del genocidio, aunque ha asegurado en genérico que «el cine debería tratar de tener un impacto político». Su película ‘La grazia’, sesión inaugural de la Competencia, sí mira de frente a la responsabilidad del buen gobierno. Pero el regreso del cineasta al mundo de la jefatura de estado italiana resulta radicalmente lejano para con la sátira mordaz que ejecutaba contra Berlusconi en ‘Silvio (Y los otros)’.

En ‘La grazia’, Sorrentino enmaraña un ovillo narrativo conciso y coherente alrededor de los últimos seis meses de mandato de un presidente ficticio, Mariano De Santis (Toni Servillo, en su séptima película con el napolitano), quien decide emprender tres últimos dictámenes: dos indultos a criminales juzgados por asesinato, y el sí definitivo a una Ley a favor de la eutanasia. En Italia, el suicidio asistido sólo se ha despenalizado en algunas regiones.

Sobre las formas de un thriller de investigación judicial desocupado y filosófico, el guionista y director prepara un escaparate de condiciones para la redención, la de los incautados y la suya propia. Por debajo, con la mano inestimable de la hija de De Santis, asesora interpretada por Anna Ferzetti, desplegará un drama íntimo alrededor de la búsqueda de sentido y la negligencia familiar de un hombre letrado y altisonante, pero asustado hasta lo más íntimo de lo prosaico de sus propias emociones, en especial tras la muerte de su esposa.

Que Servillo y Ferzetti protagonicen cara a caras de una solidez argumental e interpretativa mucho mayor al anecdotario (paradójico, onírico y metafórico solo por casualidad) al que Sorrentino nos hubo acostumbrado en su anterior cuento sobre la vejez, ‘La juventud’, da prueba de que solo bajando los volúmenes de la pirotecnia podremos saborear las buenas conversaciones y las ideas brillantes de veras. Un aplauso.