El regreso de Kathryn Bigelow y Gus Van Sant, en clave thriller
El Festival de Venecia ha recibido con entusiasmo los primeros trabajos en años de los cineastas oscarizados. ‘Una casa llena de dinamita’ marca el regreso de Bigelow al thriller procedural y en ‘Dead Man’s Wire’ Van Sant mezcla crónica negra, comedia y humanismo.

Arranquemos, sin embargo, con una adaptación inesperada. François Ozon ha competido por el León de Oro con ‘El extranjero’, sobre la novela de Albert Camus y de la que ya existía una versión de Luchino Visconti, en 1967. La película del responsable de ‘El amante doble’ o ‘Joven y bonita’ sigue los raíles del relato original pero vacía a su flanêur apático, volviéndolo un recipiente mudo y vacío para un fresco vivísimo de la Argel de los años treinta. Él es Benjamin Voisin (‘Verano del 85’), del que Ozon sigue totalmente prendado.
El despliegue visual de ‘El extranjero’, heredero de la suntuosidad moderna, dialoga directamente con el fatalismo que convirtió a Camus en superventas: un nihilismo de pura carcasa, que no espera que nadie tenga razones, ni ganas. Sin embargo, el juicio kafkiano que guía la poco agradecida segunda mitad de la novela, se arrastra sobre los rieles poco transitados del expresionismo de Ingmar Bergman u Orson Welles escollándose por fin en un metraje excesivo y demasiado formulaico.
‘Una casa llena de dinamita’ Kathryn Bigelow llama al desarme nuclear
Si bien la madre de la acción militar estadounidense estrenó ‘Detroit’ en 2017, la cinta que hoy ha presentado en el Lido actúa como cierre simbólico de ‘En tierra hostil’ (2008) y ‘La noche más oscura (Zero Dark Thirty)’, de 2012. Con su nuevo film, «he querido saber dónde estamos con respecto al arsenal nuclear, lo volátil que es y quién se encarga de ello». Su gran esperanza pasa por «iniciar un debate sobre las armas nucleares y cómo no deben proliferar en el mundo. Si queremos sobrevivir, que supongo que sí».
‘Una casa llena de dinamita’ parte de las lógicas procedural de las anteriores, pero capa cualquier final feliz. Faltan diecinueve minutos para la explosión de un misil nuclear en Chicago, diecinueve minutos para el pensamiento lateral, el compañerismo y una clase magistral en geopolítica internacional de primer nivel. Sin embargo, el ataque acaba convirtiéndose en una fábula optimista sobre la esperanza y la urgencia del trabajo en equipo. El guion de Noah Oppenheim divide el relato entre dos voces del cuerpo de seguridad (Rebecca Ferguon y Jared Harris) y el presidente (Idris Elba, carismático y vulnerable), tres navegantes para guiar un entramado de caras y pantallas digno de ajedrez tridimensional, que Bigelow retrata con su acostumbrado nervio visual.
Bill Skarsgård es un viejo Luigi Mangione en ‘Dead Man’s Wire’
Gus Van Sant llevaba desaparecido del cine desde ‘No te preocupes, no llegará lejos a pie’ (2018). En ‘Dead Man’s Wire’, el cineasta adapta el caso real de Tony Kiritsis, quien en 1977 secuestró a un corredor inmobiliario en Indianápolis atándolo a una escopeta recortada y con un dead man’s wire, un alambre muy peligroso. La toma duró 63 horas y pronto se convirtió en un espectáculo mediático sin precedentes, por la posibilidad de asistir a un asesinato en directo y por los motivos del criminal, que acabó encumbrado como Robin Hood.
Una brillante comedia negra tocada por el drama y los repuntes de tensión, el Kiristis de Bill Skarsgård saca punta al aspecto humano del personaje, alguien tan enfadado como discretamente risible. Encerrados en casa con Dick Hall (Dacre Montgomery), hijo de un magnate a lo Getty, víctima y secuestrador se internan en un sugerente intercambio godotiano escrito con delicia. Allá afuera, la película monta, a golpes musicales de Danny Elfman y con la narración suntuosa de Colman Domingo por locutor de radio local, una crónica negra comunitaria del subgénero de pequeño pueblo: una épica imperfecta, pequeña pero manejable y condenada a ser olvidada una vez más, entre la avalancha mediática de anuncios de comida rápida y criminales de verdad (los bancos).

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