Mariona Borrull
Periodista, especialista en crítica de cine / Kazetaria, zinema kritikan berezitua

El Dante Alighieri de Oscar Isaac atiza el fuego en Venecia

‘In the Hand of Dante’ y ‘La voz de Hind’ han marcado los dos extremos de una equidistancia cuestionable, mientras que Pietro Marcello firma una perla con ‘Duse’.

El actor palestino Amer Hlehel, la actriz estadounidense Clara Khoury, la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania, el actor palestino Motaz Malhees y la actriz jordana/palestina/canadiense Saja Kilani en el photocall de ‘La voz de Hind’.
El actor palestino Amer Hlehel, la actriz estadounidense Clara Khoury, la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania, el actor palestino Motaz Malhees y la actriz jordana/palestina/canadiense Saja Kilani en el photocall de ‘La voz de Hind’. (Cinzia CAMELA | EUROPA PRESS)

Pietro Marcello y la Divina Valeria Bruni Tedeschi

Eleonora Duse vio su vida rebasada por la tuberculosis y, sin embargo, aguantó lo bastante para convertirse en una ídolo ambivalente, a medida del cineasta tras el contrarrevolucionario Martin Eden y con el espíritu suficiente para hacer un pacto fáustico con Valeria Bruni Tedeschi, acuerdo que ha resultado en una de las mejores películas a Competición. En ‘Duse’, Marcello, sensible, da fuelle a las dos premuras que marcaron el ocaso de La Divina, entre la tuberculosis y el aplauso ciego del público. Por un lado, escribe (junto con Guido Silei y Letizia Russo) una instantánea contradictoria sobre una mujer: valiente pero huidiza en lo familiar, vieja gloria y flexibilísima al cambio, doblegada bajo las deudas y dolida por su propio colaboracionismo con Mussolini; en fin, una mujer tan ciega como clarividente.

A cambio de un gran personaje, Bruni Tedeschi moldea una interpretación volumétrica y cambiante, tocada de la hipérbole fassbinderiana sin abandonar el regusto irónico marca de esta Carmen Machi italofrancesa. Con un delicioso analógico, Marcello se rinde a la diva encuadrando sus capas azabache con un pictoricismo angular y arrebatándose en primerísimos planos que desarman con el azul profundo de las pupilas de la Duse.

Kaouther Ben Hania, y los demás. El doble juego de la Biennale con Palestina

Por un lado, el Festival guarda espacio para el artivismo de urgencia. Una franja en la competencia oficial para Kaouther Ben Hania, cineasta avalada en Cannes, nominada al Oscar por ‘Las cuatro hijas’ y cuya ‘La voz de Hind’ ha sido producida por Brad Pitt, Joaquin Phoenix y Alfonso Cuarón. En Venecia, se apuesta lo justo.

El film de Ben Hania recrea, en un thriller de cámara que impacta por ser simplemente real, la accidentada carrera contrarreloj del equipo de la emergencias de la Media Luna Roja por salvar a una niña palestina. Los testigos de la niña al teléfono son reales y sí, estremecedores; y afortunadamente, por una vez, la cineasta no ha involucrado a las víctimas en su guiñol.

Ante la prensa, la actriz Saja Kilani ha podido leer una declaración poderosa y muy vitoreada por el cuerpo de periodistas que abarrotaba la sala: «¿No es suficiente? Matanzas de masa, hambruna, destrucción, ocupación. La película no necesita nuestra defensa, no es una opinión o una fantasía. Su voz es solo una de las de decenas de miles de niños que han sido asesinados en Gaza».

Horas más tarde, unos vítores mucho más audibles llegaban a la misma sala de prensa desde la alfombra roja. Eran Oscar Isaac y Jason Momoa, presentando ‘In the Hand of Dante’ de Julian Schnabel (‘Van Gogh, a las puertas de la eternidad’). Su película es un popurrí memético construido sobre el mito de Dante Alighieri: por un lado, acreditando la escritura trascendente de la ‘Divina Comedia’ y, setecientos años después, con una crónica negra sobre el encuentro del manuscrito del poeta renacentista, de la mano de un autoficcionado Nick Tosches (Oscar Isaac), un escritor nihilista, contratado como experto por un capo de la mafia (John Malkovich).

Tosches cuenta con la ayuda de un asesino a sueldo (Gerard Butler) y de su amadísima secretaria italiana (Gal Gadot, poniendo acento). Siguiendo la estela desvergonzada, Jason Momoa como mercenario suave y en un traje de lino blanco, y Martin Scorsese, haciendo de sosías de Gandalf en un cameo barbudo y bastante memorable, aunque sea de forma irónica. Pero lo copioso del reparto no ha disimulado las ausencias en la alfombra roja: Gal Gadot y Gerdard Butler, abiertos defensores del ejército israelí, finalmente se han abstenido tras la carta de 1.500 cineastas pidiendo la retirada de su invitación.

Schnabel ha hablado de «boicot»: «Creo que no hay razón para boicotear a los artistas. Escogí a esos actores por sus méritos, e hicieron un trabajo extraordinario. Y eso es todo. Deberíamos hablar de la película en lugar de este tema». La sequedad con la que ha empleado el término issue, «tema» o «problema», así como su incansable insistencia en separar obra de artista, evidencian la total falta de voluntad de diálogo de la parte visible del festival, la que se celebra en las alfombras rojas y no sólo entre periodistas. Una jornada agridulce para el artivismo.