«Pese a la desilusión, ya hay brotes verdes en el independentismo»
El presidente de la Assamblea Nacional Catalana, Lluís Llach, confía en que las turbulencias que ha padecido el independentismo en el último lustro den paso a nueva etapa de ilusión en Catalunya. Y con ese objetivo, insta a aprovechar la Diada para retomar la senda de la confrontación con el Estado.

Lluís Llach lleva un año buscando fórmulas para recomponer la Assamblea Nacional Catalana y tejer puentes con otras entidades soberanistas. La última polémica que ha lidiado tiene que ver con su respaldo a la Flotilla de apoyo a Palestina, un acto que para el presidente de la ANC está en coherencia con la praxis de denunciar cualquier comportamiento que atente contra los derechos humanos.
El veterano cantautor, muy crítico con los partidos que lideraron el Procés, confía en que las turbulencias que ha padecido el independentismo en el último lustro den paso a una nueva etapa de ilusión en Catalunya. Con este objetivo, insta a la ciudadanía a superar la frustración acumulada tras el referéndum del 1-O y aprovechar la Diada para recuperar su función genuina de rebelarse contra la letargia autonómica y forzar a los partidos a retomar la senda de la confrontación con el Estado.
Desde que asumió la presidencia de la Assamblea Nacional Catalana en junio de 2024, la entidad ha aprobado una nueva hoja de ruta, ha reformado sus estatutos y también el reglamento interno. ¿Cómo afronta esta Diada?
A nivel interno, hemos logrado alinear la entidad y ponernos al día. Y en cuanto al contexto político, consideramos que vivimos uno de los momentos más delicados como país. Una situación que parece contradictoria, pues tras superar el franquismo y la Transición, ha tenido que ser en democracia cuando las cosas han empeorado más que nunca. Y es que los tres parámetros de convivencia que nos definen como nación –cultura popular, lengua y la manera de organizarnos colectivamente– se han debilitado a tal ritmo que, a día de hoy, nuestra supervivencia está en peligro.
¿A qué atribuye este panorama?
La principal razón es que, durante la última década, la lucha del independentismo estaba orientada a conseguir un estado propio, de manera que estos elementos pasaron a ser secundarios. Así se comprobó tras el 1 de Octubre, cuya voluntad popular no fue atendida por las fuerzas parlamentarias: la inmersión del catalán en las escuelas no se había aplicado debidamente, ni tampoco se había logrado recuperar la reciprocidad de TV3 en todo el territorio lingüístico. Una relajación que también ha afectado a las infraestructuras y al conjunto de los servicios públicos, víctimas de un expolio frente al cual los partidos se han limitado a plantear un sistema de financiación singular que no resolverá nada.
En cuanto a la lengua, el último informe del Institut de Estadística de Catalunya (IDESCAT) indica que se ha pasado del 39% de catalanohablantes al 30%. Un porcentaje que, según los expertos, puede llevar a su progresiva extinción.
Estamos peor que en la década de los 60, y eso que hay un 40% de población independentista, lo que revela el desastre de los ejecutivos soberanistas a la hora de gestionar la Generalitat durante este último tramo.
«Los tres parámetros de convivencia que nos definen como nación -cultura popular, lengua y la manera de organizarnos- se han debilitado a tal ritmo que nuestra supervivencia está en peligro»
¿Quizá, por ello, la ANC llega al 11 de septiembre con la advertencia del deterioro de la lengua, el expolio fiscal y la españolización?
Advertimos de la triple crisis en que nos encontramos: el proceso de españolización al que nos conduce el actual Gobierno de la Generalitat de Salvador Illa, la falta de herramientas para defender la lengua catalana, así como el hecho de que, si se mantiene el nivel de expolio, difícilmente podremos atender las necesidades básicas que requiere el país.
¿La represión y la división que trajeron el 1 de Octubre han contribuido a ese escenario tan desolador?
Sin duda, de ahí la voluntad de la ANC de muscular de nuevo la sociedad. Porque, hasta que no volvamos a la calle con exigencias, los partidos políticos continuarán haciendo autonomismo y discutiendo medidas que acaban por incumplirse o, como hemos visto hasta ahora, que no tienen los efectos deseados.
Tanto ERC como Junts esgrimen que, en base al «principio de realidad», ahora toca obtener las competencias que sean posibles hasta que lleguen unos tiempos mejores. ¿Lo considera un error estratégico?
La prueba es la tomadura de pelo que ha supuesto la transferencia de la red de cercanías, la amnistía, de la cual mayoritariamente se han beneficiado los policías que cargaron el 1-O, o la promesa del PSOE de lograr la oficialidad del catalán en la Unión Europea. Ni teniendo en sus manos la estabilidad del Estado, han logrado nada sustancial. No solo eso: intentan imitar la política de los partidos independentistas vascos, lo que es un fracaso, pues en términos de gestión económica, Euskadi ya tiene una parte solucionada.
«Con los 22.000 millones que nos roba de media el Estado cada año, las posibilidades de encontrar vivienda y de tener una sanidad, una educación y unos servicios de calidad, cambiarían por completo»
¿Otro motivo puede ser la tentación de hacerse un hueco en la esfera institucional para mantener sus propias estructuras?
Es el otro problema que no han querido corregir. Se sienten cómodos gozando de una ley electoral que, a la postre, les convierte en empresas de colocación, hasta el extremo de que ningún diputado se hace responsable directo de su elector. Al contrario: perpetúan sus líderes y un entorno de fidelidades donde se incorporan jóvenes a los cuales se les dice que, si no obedecen, nunca llegarán a obtener ningún cargo.
Ante este escenario, ¿cómo pretende la ANC avivar la calle cuando las preocupaciones de la gente pivotan hoy en obtener una vivienda digna y resolver otras necesidades tanto o más perentorias?
De entrada, es natural que la gente anteponga estas urgencias. Ya lo decía un amigo mío: ‘Es muy difícil escuchar la Quinta de Beethoven cuando tienes el estómago vacío’. De todas formas, tenemos que explicarle que, con los 22.000 millones de euros que nos roba de media el Estado cada año, sus posibilidades de encontrar vivienda y de tener una sanidad, una educación y unos servicios de calidad, cambiarían por completo. Así pues, hemos de transmitir a la ciudadanía catalana que no esperemos a que los partidos nos vengan a buscar, se acabó el hacer de muleta de sus renuncias. Hemos de organizarnos para ser fuertes y, entonces sí, decirles que ‘os ponéis con la tarea de hacer la independencia u os pasaremos por encima’.
¿Qué opina de la irrupción de Dempeus, el sector de la ANC que planteaba una lista cívica; de Ahora, del intelectual Jordi Graupera; o de la Aliança Catalana, que lidera la alcaldesa de Ripoll, la ultra Silvia Orriols?
Son la consecuencia de la falta de ofertas que defienden la vía unilateral. Veremos el respaldo que tendrán, pero, pese a algunas posiciones ideológicas muy criticables, dibujan la existencia de bolsas electorales que demandan una alternativa ante las renuncias.
«Hemos de transmitir a la ciudadanía que no esperemos a que los partidos nos vengan a buscar. Hemos de organizarnos y decirles que ‘os ponéis con la tarea de hacer la independencia u os pasaremos por encima’»
En el terreno cívico, ¿en qué medida la ANC ha logrado apaciguar las diferencias con Òmnium Cultural, el Consell de la República, la Assamblea de Municipis per la Independencia (AMI) y otros espacios similares?
Hemos logrado respetarnos y acordar que, pese a las lógicas discrepancias que puedan surgir por una determinada cuestión, en los momentos claves iremos unidos. Al fin y al cabo, ocupamos un espacio amplísimo dentro de la sociedad civil, lo cual nos da una fuerza extraordinaria. No solo para lograr el embate contra el Estado; también para obligar a los partidos a aparcar los reproches y, de una vez por todas, emprender un camino conjunto. Y es que, rememorando las palabras del poeta Miquel Martí i Pol cuando decía que «Tot està per fer i tot és possible» (todo está por hacer y todo es posible), hay que recordar que muchas cosas ya están hechas y que, pese a la desilusión, ya hay brotes verdes en el independentismo.
¿Por lo tanto, es optimista con vistas a un nuevo embate con el Estado o, como pronostican algunas voces, hará falta que haya un gobierno de PP y Vox en la Moncloa para que la gente reaccione?
Los motivos ya son suficientes y están encima de la mesa. La clave, insisto, es que la unidad empiece entre las mismas bases independentistas, las cuales hemos de entender que si algún papel tienen los partidos, es ser instrumentos a utilizar para cuando seamos fuertes en la calle.

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