«Javier Chocobar representa la persistencia y la lucha de una comunidad por su territorio»
‘Nuestra Tierra’, la primera película de no ficción de la directora argentina Lucrecia Martel, retrata el despojo, el colonialismo, el racismo que persiste en Argentina. Lo hace a partir de la muerte del líder comunero de los Chuschagasta Javier Chocobar a manos de un empresario y dos expolicías.

El 12 de octubre de 2009, Javier Chocobar, integrante de la comunidad indígena Chuschagasta, en Tucumán, murió desangrado tras recibir un disparo en la pierna derecha que le segó la arteria femoral. Otros miembros comunitarios también resultaron heridos: Andrés Mamani, herido en la región torácica, estuvo varios meses en cuidados intensivos y tuvo que ser operado doce veces. Su primo Emilio aún conserva la bala en una de sus extremidades.
Pese a que el momento fue grabado en video y se puede ver en YouTube, el juicio se demoró nueve años. El empresario Sergio Amín fue condenado a 22 años, y los expolicías Luis Humberno ‘El Niño’ Gómez a 18 años y José Valdivieso a 12 años. Pero fueron liberados.
Durante 13 años, la directora argentina Lucrecia Martel investigó lo ocurrido, entrevistó a los Chuschagasta e, intercalando imágenes del juicio y materiales de archivo, fue construyendo su primer largometraje documental presentado en la sección Horizontes Latinos. Antes estuvo en el Festival de Cine de Venecia.
Martel no ha podido acudir a Zinemaldia, pero sí lo ha hecho gran parte del equipo, entre ellos la actriz y coguionista del documental María Alche, con quien NAIZ ha conversado.
¿Cómo han vivido la proyección del documental ante un Kursaal repleto?
Fue muy emocionante, porque es una película que llevábamos haciendo desde hace muchos años. Poder proyectarla en un Festival de Cine Internacional como este es realmente emocionante para nosotros, más aún en este contexto tan doloroso para la humanidad.
Ver todos los días en las redes imágenes de un genocidio nos tiene sumidos en el dolor, en la impotencia, en la descreencia más allá de todas las cosas que está haciendo la sociedad civil frente a la inacción de los gobiernos.
¿Cómo se siente tras «soltar» este proyecto que han ido gestando durante 13 años?
Sí, fueron años, pero entre medio también hicimos otras películas. Hay una parte del cine que es la conversación, el compartirlo con la comunidad del cine, de la academia, con la sociedad argentina, con Latinoamérica y con el resto del mundo.
Hay un deseo de que esta película salga a encontrar un diálogo con los espectadores. En este momento de la humanidad el cine tiene que servir para generar sentido y darnos pistas de un horizonte y de hacia dónde ir.
Lleva en la solapa ‘Genocidio Stop’. El documental ‘Nuestra Tierra’ habla de colonialismo, de racismo, de la lucha de la comunidad indígena Chuschagasta por sus tierras y la muerte a sangre fía del líder comunero Javier Chocobar. ¿Qué papel juega el cine en la denuncia de las violaciones de derechos humanos y en dar voz a los invisibilizados?
Es muy importante que el cine salga a mirar todos estos lugares donde hay otras maneras de organizar la vida y que quizás nos abren la puerta a otros caminos para pensar un futuro común.
Esta película es un viaje hacia una parte del país que fue muy invisibilizada en la construcción de la nación, porque Argentina se construyó bajo el mito fundacional de ser un país blanco hecho con inmigrantes. Todas estas identidades y lenguas indígenas fueron borradas en esa construcción, hubo un desprecio total a estas culturas.
En estos momentos en que estamos tan perdidos como humanidad, ver otras cosas nos puede abrir puertas a otras alianzas y a pensar que no toda la vida depende del capital, del extractivismo o de ser útil.
El documental nos recuerda que hay otras formas de organizar lo comunitario, de relacionarse con la lengua, los animales, con el entorno, con la naturaleza.
¿Qué simbolizan Javier Chocobar y su muerte?
Simbolizan la persistencia y la lucha de toda una comunidad a lo largo del tiempo por su territorio. La comunidad Chuschagasta ha respetado las instituciones y ha transitado por un montón de caminos legales y de expedientes, ha pasado horas y horas haciendo trámites para conseguir un papel y que el Estado argentino les reconozca ese lugar donde llevan viviendo cientos de años.
«Esta película es un viaje hacia una parte del país que fue muy invisibilizada en la construcción de la nación, porque Argentina se construyó bajo el mito fundacional de ser un país blanco hecho con inmigrantes»
Javier Chocobar y su muerte, justo un 12 de octubre, también representan una gran injusticia en relación a cómo se organizó el reparto de la tierra.
En las imágenes del juicio se ve claramente el clasismo por parte de los inculpados, sus defensas, y la forma despectiva en la que se dirigen a los testigos de la comunidad. ¿Persiste ese clasismo a día de hoy?
Sí, hay un desprecio muy grande que se puede ver en pequeños gestos. Hay todavía un gran clasismo y prejuicio hacia el otro.
En el documental pone el foco en el testimonio, ya sea hablado o a través de fotografías que muestran los integrantes de la comunidad de sus ancestros, de sus vidas. Cuando se está poniendo en tela de juicio conceptos como la memoria histórica, ¿qué importancia adquiere el testimonio?
El testimonio de las personas de la comunidad fue fundamental para entender la complejidad de las trayectorias de sus vidas, que están atravesadas por todas las injusticias del país.
«Vivimos en una urgencia por salir a la calle, por sacar un comunicado, por hacer un evento, por proyectar una película… Nada es suficiente frente a muchas cosas que están ocurriendo en Argentina, en Gaza...»
Vemos los llamados trabajos ‘golondrinas’, ir a trabajar en la cosecha, por ejemplo de la caña de azúcar, en la que trabajaba Javier Chocobar... Son trabajos de una exigencia física atroz y muy mal pagados. Estas vidas, contadas en primera persona, dan cuenta de un montón de abusos y de formas de esclavitud del siglo XX. Son testimonios muy valiosos para entender la historia argentina.
En la presentación del documental comentó que no saben qué acogida va a tener en Argentina. ¿Cómo es hacer cine en el contexto actual?
No tienes ni un minuto para aburrirte porque siempre hay algo para hacer; una protesta a la que ir, una lectura… no damos más, vivimos en una urgencia por salir a la calle, por sacar un comunicado, por hacer un evento, por proyectar una película…
Nada es suficiente frente a muchas cosas que están ocurriendo en Argentina, en Gaza... Hay una desesperación por hacer lo que uno tiene a su alcance para dar visibilidad a lo que está ocurriendo y salir del estado zombi en el que nos tienen los teléfonos. Más que nunca, los artistas somos necesarios.

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