Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Entrevista
Maite Garaigordobil Landazabal
Doctora en Psicología

«La salud mental de los jóvenes se está deteriorando de forma significativa»

Catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológico, Maite Garaigordobil valora los resultados de un estudio que constata cambios en los patrones de felicidad/infelicidad en función de la edad. Explica que la juventud es hoy el grupo más vulnerable en términos de salud mental y analiza las causas.

Maite Garaigordobil
Maite Garaigordobil (NAIZ)

Un estudio publicado en Plos One ha puesto de relieve cambios en patrones que parecían asentados de felicidad e infelicidad. ¿Qué valoración hace?


La investigación analiza la evolución del bienestar subjetivo (felicidad) y del malestar psicológico (infelicidad) a lo largo de la edad. Numerosos estudios habían mostrado una curva en U del bienestar: alto nivel de bienestar/felicidad en la juventud, descenso hasta la mediana edad (40-45 años) y recuperación posterior. Coherentemente, se observaba la clásica joroba del malestar/infelicidad (bajo nivel de malestar/infelicidad en la juventud, con un pico alto de malestar en la mediana edad y un descenso en posteriores edades). Sin embargo, nuevos análisis evidencian que esta regularidad ha cambiado: ahora aparece un nivel bajo de felicidad en la juventud que desciende hasta la mediana edad y mejora después. Coherentemente, también la joroba del malestar/infelicidad ha cambiado al encontrar alto nivel de malestar/infelicidad en la juventud.

La evidencia muestra que el patrón está cambiando y que la salud mental de los jóvenes se está deteriorando de forma significativa; los jóvenes constituyen hoy el grupo más vulnerable en términos de salud mental. El hallazgo es relevante y preocupante, y conecta con debates actuales sobre redes sociales, desigualdad generacional, precarización, etc.

Se estima que hasta un 20% de los niños y niñas en todo el mundo presentan trastornos mentales, y alrededor de 9 millones de adolescentes entre 10 y 19 años viven con algún trastorno mental en Europa. La mitad de todos los trastornos mentales emergen antes de los 14 años, lo que evidencia la trascendencia de esa etapa y la necesidad de una intervención temprana y preventiva.

¿Qué factores pueden explicar el aumento de los problemas de salud mental en la adolescencia y la juventud?

No responden a una sola causa sino a un conjunto de factores que se refuerzan mutuamente. Uno de ellos es la exposición continua a redes sociales; su uso ha modificado la forma de relacionarse y de construir la identidad. Aunque aportan oportunidades de comunicación, también promueven la comparación social, la presión por la imagen y la inmediatez, la exposición a riesgos emocionales... que pueden fomentar aislamiento, sentimientos de soledad y baja autoestima.

Otro factor es la presión académica. Vivimos en un mundo muy competitivo, y los jóvenes sienten que deben rendir académicamente, ser competitivos y cumplir las expectativas. Esta situación, cuando se da en un contexto en el que sienten que no tienen apoyo, puede generar una situación de estrés crónico.

Está además el contexto actual, que se caracteriza por una gran incertidumbre climática, económica y social. Esa sensación de falta de horizonte claro genera ansiedad. El acceso precario al empleo y a la vivienda provoca inseguridad vital y expectativas frustradas. La distancia entre aspiraciones (profesionales, personales, materiales) y las posibilidades reales de alcanzarlas genera frustración, ansiedad y sentimientos de desamparo.

Por otro lado, muchos padres y madres tienen un horario laboral muy extenso, se ha reducido el tiempo familiar compartido, la comunicación familiar necesaria para conocerse y para detectar tempranamente los problemas que los hijos e hijas puedan desarrollar, algo fundamental para evitar que se cronifiquen.

Asimismo, la pandemia agravó las tendencias previas de malestar. Afectó a las relaciones sociales, la conexión educativa y la estabilidad económica de las familias, generando sentimientos de ansiedad, soledad y desesperanza.

Y la insuficiencia de recursos retrasa la atención. Tras la crisis de 2008 y de la pandemia los sistemas sanitarios han sufrido recortes que han dado lugar a una mayor dificultad de acceso temprano a servicios de salud mental, lo que provoca que muchos trastornos empeoren o que se cronifiquen.

El estudio se ha llevado a cabo en varios países, pero los resultados parecen homologables en todos ellos. ¿Hablamos de un fenómeno global?

Efectivamente, los resultados apuntan a un fenómeno de carácter global. Los autores contrastan la tendencia en un total de 44 países de diferentes continentes y en todos ellos se observa el mismo patrón.

Esto significa que no estamos ante una anomalía local, sino frente a un cambio estructural en la salud mental de la juventud a escala internacional. La convergencia de resultados en contextos culturales, sociales y económicos tan distintos sugiere que existen factores transversales, probablemente vinculados a transformaciones globales —tecnológicas, económicas, sociales y culturales— que estarían erosionando el bienestar juvenil.

 

«No estamos ante una anomalía local, sino frente a un cambio estructural en la salud mental de la juventud a escala internacional»



Las mujeres jóvenes presentan niveles de malestar más altos que los hombres de su edad. ¿A qué puede deberse?

Las mujeres jóvenes presentan mayor malestar que los varones por una combinación de factores. A la vulnerabilidad propia de la adolescencia se suman mayores presiones sociales vinculadas a la imagen y la aceptación, que hoy se intensifican con las redes sociales. Además, ellas están más expuestas a riesgos como el acoso o la violencia de género, y suelen expresar con más claridad sus dificultades emocionales. Todo ello contribuye a que la brecha de género en salud mental se haga especialmente visible en estas edades.

Para reducirla es necesario un enfoque integral. No basta con intervenciones clínicas individuales, hace falta un enfoque que combine educación, apoyo familiar, regulación tecnológica y políticas públicas con perspectiva de género.

Un elemento que se menciona recurrentemente son los smartphones y el uso que se hace de ellos. ¿Hasta qué punto están afectando al bienestar de jóvenes y adolescentes?

En el aumento de los problemas de salud mental en los adolescentes y jóvenes el uso problemático de internet y las redes sociales tiene un papel muy muy relevante. Detectar un uso problemático de las pantallas requiere observar señales que van más allá del tiempo de uso e implican al impacto negativo en el bienestar psicológico, social, académico y físico del estudiante.

 

«En el aumento de los problemas de salud mental en los adolescentes y jóvenes el uso problemático de internet y las redes sociales tiene un papel muy relevante»

 

¿Las nuevas tecnologías han aumentado el impacto de prácticas como el bullying?

Sin duda, las tecnologías de la relación, la información y la comunicación (TRIC) han amplificado el problema del bullying presencial, generando otro tipo de bullying/acoso denominado cyberbullying. El acoso tradicional, que ya tenía graves consecuencias psicológicas y sociales, se ha trasladado al espacio digital, dando lugar a un fenómeno caracterizado por su persistencia, viralidad y alcance ilimitado.

A diferencia del acoso presencial, que suele quedar circunscrito al entorno escolar o a un grupo reducido, el cyberbullying puede producirse en cualquier momento, sin límites temporales ni espaciales, y tiene la capacidad de difundirse rápidamente a una audiencia amplia, lo que incrementa la sensación de indefensión.

El problema en cierta medida no es de los menores, sino del ecosistema que le rodea. Fallan la prevención temprana, la educación socioemocional y digital desde edades iniciales, y la coordinación entre familia, escuela y entorno social. No basta con reaccionar cuando el daño está hecho: se necesitan programas integrales, formación docente, participación activa de las familias y una cultura escolar que rechace toda forma de violencia.

¿Se están dejando de lado formas de ocio y de relacionarse más saludables?

Sí. Las horas dedicadas a redes sociales, videojuegos en línea o consumo audiovisual han desplazado tiempo que antes se destinaba a la práctica deportiva, la interacción cara a cara o la participación en actividades comunitarias y culturales. Y aunque el ocio digital puede tener aspectos positivos, también se asocia con mayor sedentarismo, aislamiento social y riesgo de adicciones.

El equilibrio entre ocio digital y actividades presenciales es clave para un desarrollo saludable. La reducción del tiempo dedicado a espacios de socialización “offline” limita oportunidades de aprendizaje socioemocional, construcción de vínculos sólidos y experiencias que favorecen el bienestar, como el deporte, la música o el voluntariado.

Una consecuencia de esta infelicidad es la alta tasa de hospitalizaciones, consumo de antidepresivos e incluso de suicidios. ¿Cómo cree que deberían manejar las instituciones esta problemática?

Efectivamente, los indicadores de hospitalización psiquiátrica, consumo de psicofármacos y suicidio reflejan la gravedad del malestar emocional en la juventud y exigen una respuesta integral. No se trata únicamente de reforzar la atención clínica, aunque esto es imprescindible, sino de abordar la salud mental desde una perspectiva de salud pública y de prevención.

Hay que reforzar los servicios de salud mental infanto-juvenil, garantizando tiempos de espera reducidos, acceso gratuito y profesionales formados en enfoques sensibles al género y a la etapa vital. Además, debe promoverse la prevención desde el ámbito escolar, incorporando programas de educación socioemocional y actividades para prevenir el acoso en todas sus modalidades.

Junto a ello, hay que actuar sobre los determinantes sociales del malestar, como la precariedad laboral, las dificultades de emancipación, de acceso a la vivienda o la falta de oportunidades de ocio saludable. Y también es clave desarrollar campañas de sensibilización que reduzcan el estigma asociado a la salud mental y promuevan la búsqueda de ayuda temprana.

¿Falta conciencia sobre la importancia del bienestar psicológico? ¿Se ha mejorado en algo en los últimos años?

Sí, existe cierta falta de conciencia generalizada sobre la importancia del bienestar psicológico, aunque la situación ha mejorado en los últimos años. El bienestar psicológico ha comenzado a ocupar un lugar más relevante en la agenda pública, y mientras hace una década hablar de ansiedad, depresión o estrés era prácticamente un tabú, hoy estos temas aparecen con frecuencia en los medios, redes sociales y campañas de sensibilización.

Hay un avance notable en visibilizar y valorar la salud mental, pero todavía queda un largo camino para que el bienestar psicológico sea considerado una prioridad real y cotidiana en la sociedad.

 

«Hay un avance notable en visibilizar y valorar la salud mental, pero queda un largo camino para que el bienestar psicológico sea considerado una prioridad real»


¿Qué estrategias podemos poner en marcha para aumentar los sentimientos de felicidad y disminuir los problemas infanto-juveniles?

Los resultados subrayan la necesidad urgente de intervención para inhibir los problemas y evitar sus nefastas consecuencias. Entre las acciones necesarias destacaría el implementar estrategias desde los centros educativos y en el contexto familiar –detección temprana de los problemas; educación socioemocional; educación digital para el uso responsable de la tecnología; prevención y promoción de la salud mental;...–, el diseño de políticas públicas integrando diversos ámbitos (educación, salud, trabajo, familia...) que apoyen a las nuevas generaciones, y la investigación de las causas de este aumento del malestar y de los problemas de salud mental, para diseñar intervenciones basadas en evidencia.