Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Entrevista
Daniel Palacios y José María Durán
Autores del ensayo '¿Quién tiene derecho al monumento?'

«El fascismo en Madrid sigue levantando monumentos a los buenos valores de España»

José María Durán Medrano y Daniel Palacios González son coautores del ensayo '¿Quién tiene derecho al monumento?' (editado por Katrakrak) sobre qué son los monumentos, de dónde surgen y qué problemáticas despiertan tanto su conservación, como su resignificación y derribo en todo el mundo. 

Daniel Palacios y José María Durán, en Katakrak.
Daniel Palacios y José María Durán, en Katakrak. (Iñigo URIZ | FOKU)

En su libro, hablan de monumentos y de antimonumentos. ¿Qué diferencia hay?

Daniel Palacios: Más que una definición teórica, en el libro intentamos dar una definición asentada en la realidad con la que convivimos, con lo que lidiamos. Tratamos de romper con la teoría, con la opinión casi universal de que un monumento es algo que existe desde siempre. No es así. Los monumentos tienen un origen muy concreto en la Italia del siglo XV, unidos al nacimiento del estado, a la acumulación de capitales, al colonialismo. Nacen para apuntalar un relato histórico. Es cierto que con los procesos de revolución la posibilidad de construir monumentos varía, porque cambian las estructuras económicas. Algunas de estas estructuras que se levantan tras procesos revolucionarios se han llamado antimonumentos, aunque para nosotros son monumentos en sí, porque no van en contra de los monumentos, sino que se trata de otros monumentos que van contra el Estado, el patriarcado, el capital, el imperialismo, esto es, contra las fuerzas que crearon los monumentos como tales.

O sea, ¿el monumento lo crea la oficialidad y el antimonumento la movilización social?

José María Durán: Quizá no es tan sencillo. Sería una teoría muy mecanicista sostener que cualquier poder aceptado hace cosas monumentales, por lo tanto está –digamos– equivocado, es criticable y, por contra, que cualquier movimiento social hace contramonumentales por el hecho de ser una movilización social. Pero a lo que de verdad nos oponemos es a que, una vez que se ha establecido una definición oficial de monumento, esta se exporte a las obras de la Antigüedad y se empiece a considerar, por ejemplo, a las pirámides como monumento. La idea de monumento no se puede ahistorizar, sino que tiene unas consecuencias concretas. El monumento tiene una funcionalidad concreta, como es la de memorializar un evento histórico concreto, en un lugar público, para ensalzar un evento determinado.

El monumento nace en Europa dentro de la consolidación del Estado-nación y el Estado capitalista, pero otros movimientos han usado también la estrategia monumental. Por ejemplo, los movimientos anticolonización. Numerosos países africanos han levantado monumentos a quienes les guiaron en sus procesos de emancipación.

La estatua ecuestre de Cosimo de Medici, ejemplo de esos primeros monumentos, en Florencia, encargada por él mismo. (Manuel COHEN | AFP)

Pero no todos los monumentos que conocemos nacen desde arriba.

D. P.: Aquí, por ejemplo, existen monumentos que han nacido conforme la gente se acerca a las fosas. Primero dejaron flores, luego señalaron las fosas con piedras y, a partir de los 70, comienzan a levantar propiamente monumentos. Porque se siguen levantando monumentos populares. En el libro recogemos un trabajo de Naomi Hossain que sostiene que, mientras algunos teóricos en Europa dicen que los monumentos ya no importan, en Bangladesh son muy importantes para conservar la memoria. Como muestra, lo que sucedió tras el desastre de Rana Plaza, cuando colapsó la factoría. El único testimonio que queda de aquello es un monumento construido por la propia comunidad, que consiste en una hoz y un martillo levantándose sobre una escombrera. Los monumentos despiertan la iconoclasia. Los que defienden las tesis contrarias a aquellas por las que se levantaron, lógicamente, los quieren derribar...

Los monumentos despiertan la iconoclasia. Los que defienden las tesis contrarias a aquellas por las que se levantaron, lógicamente, los quieren derribar...

J. D.: Un monumento no hay que entenderlo solo como un monumento en sí mismo, sino que es fruto de las condiciones materiales que hacen posible esa representación simbólica. Con la destrucción del Palacio Real en Berlín, que se dinamitó en 1950 por las autoridades de Alemania del Este, sucedió algo curioso. Este era un palacio prusiano donde habían vivido los káiseres del Imperio alemán y que poseía una connotación política evidente. Era toda una mole, una masa de piedras enorme, que había acogido celebraciones durante el régimen nazi, pero que los bombardeos británicos habían dañado tanto que era casi imposible recuperar. La RDA decidió volarlo por completo, pero conservó un portal, pues en él se había proclamado la República Socialista en 1918. Recolocó el portal en una universidad. Luego, tras la caída de la RDA, la nueva Alemania unificada decidió reconstruir el palacio. Y ahora es un símbolo y un lugar emblemático para la extrema derecha en Alemania.

Hay muchos tipos de iconoclasia, que también problematizamos en el mismo. Es algo sobre lo que se está debatiendo en toda Europa y en Latinoamérica. No es solo una cuestión de destruír, sino de ¿qué hacemos con los monumentos? Tampoco hay que olvidar que los mayores iconoclastas han sido las fuerzas de ocupación y el capitalismo. Está sucediendo hoy en Gaza. Y lo vimos también en los 90 en los países de la Europa del Este; un movimiento iconoclasta derruyó los monumentos socialistas. 

Protesta emulando el derribo de Los Caídos en Iruñea. (Iñigo URIZ | FOKU)

Hay un elefante en esta habitación. En Iruña tenemos el Monumento a los Caídos, el mausoleo de Mola. Y se ha abierto un debate muy enconado entre su conservación, su resignificación y su demolición completa...

D.P.: Este es un debate local. Lo que nosotros podemos aportar es el contexto, ampliar un poco el foco y trasladar que este tipo de debates trascienden fronteras. No pretendemos hacer de expertos que vienen a decir en nombre de la Memoria Democratica qué hay que hacer con el Monumento a Los Caídos. Y esa dialéctica tiene que ver con la coyuntura política. Quizá el problema aquí es que, pese a esta demanda de la plataforma de asociaciones por el derribo que viene de años atrás, se han topado con una coyuntura política en la cual ese derribo es imposible. A fin de cuentas, el contexto no es el de un proceso revolucionario que necesita tirar los vestigios del régimen anterior. Quizá por ello el debate se ha hurtado, puesto que la resignificación no ha sido una demanda defendida históricamente por nadie. La resignificación es difícil. Hay un edificio en Italia que lo resignificaron con una frase de Hannah Arendt que se ilumina por la noche, de modo que durante el día sigue siendo un monumento fascista. 

J. D.: Lo que nos preguntamos es por qué en este contexto que vivimos actualmente en Europa, con una amenaza muy real del fascismo como opción de gobierno y un debate abierto en la intelectualidad sobre la herencia histórica del fascismo, la decisión que se ha tomado es mantenerlos. Lo mismo los monumentos de ciertos museos, que se han vuelto incómodos. La opción está siendo resignificarla, cambiarlos de alguna manera. ¿Esa es la opción que necesitamos?

D.P: No podemos dejar de lado tampoco que el fascismo sigue levantando monumentos. Madrid sigue levantando monumentos a la Legión en Marruecos, a los últimos de Filipinas que no son sino un ejército colonial... 

J.D.: Son como Trump con su Jardín de los Héroes Americanos. Siguen levantando monumentos a los buenos valores de España. ¿Y quién los encarna? Pues Pizarro, el Imperio, las colonias... 

Ahora mismo, en Nafarroa hay un proceso de oficialización de los esos monumentos sobre las fosas, que están recibiendo protección al ser catalogados como Lugares de Memoria. ¿Procesos así los desvirtúan?

D. P.: Este es un proceso interesante, pero que se da en todo el mundo. Lo hemos visto en el Monumento a los Sin Tierra en Brasil, en Costa Rica, en México, otros en favor por Palestina... 

J. D.: En México hay mucha demanda de que se los proteja. En particular, la Glorieta de las Mujeres, porque temen que con el Mundial desaparezca, porque hay quien opina que eso no queda bien en el centro de México. Siempre existen poderes fácticos que, de repente, quieren «limpiar» esos lugares. También hubo polémica en torno al monumento del Black Lives Matters en Washington. Aunque se pueda ser crítico con esa legislación burguesa, si no la usas, las elites económicas los van a derribar.