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Las nuevas batallas del Polisario

El comandante del Frente Polisario Ahmed Salem afirma que el tráfico de hachís por el Sahara y los yihadistas «son lo mismo» porque «uno no podría vivir sin el otro, el yihadismo no podría vivir sin su fuente de ingresos principal» y «el narcotráfico no podría mantenerse tan fuerte si no dispusiera de la logística que le dan los grupos yihadistas». Dos factores que llevan a Salem a concluir que «nuestra guerra ha cambiado».

El ministro de Seguridad, Suleyman Amed, muestra parte del hachís requisado. (A. LUBAKI)

Ahmed Salem es un hombre fuerte que dirige un coche Toyota por el desierto del Sáhara controlado por los saharauis. Es comandante del Frente Polisario y jefe del batallón Mohammed Laroussi, que peina el desierto en busca de cualquier coche no identificado que pueda transportar hachís o servir de lanzadera a los yihadistas para atacar los campamentos de refugiados. «Nuestra guerra ha cambiado –dice–, ya no solo es contra el enemigo marroquí, sino también contra el yihadismo y contra el tráfico de drogas. Aunque para mí son iguales y no distingo si tengo que detener a uno u otro». Le pido que me explique esto último mientras el coche avanza a gran velocidad en la noche hacia un punto que no me han querido decir en la base de Bir Lehlu del Polisario, en la quinta región de los territorios liberados del Sáhara Occidental. «Digo que para mí son los mismo porque hoy en día uno no podría vivir sin el otro. El yihadismo no podría vivir sin su fuente de ingresos principal, o por lo menos no tendría la misma fuerza. Por el contrario, el narcotráfico no podría mantenerse tan fuerte si no dispusiera de la logística que le dan los grupos yihadistas. Uno se alimenta porque el otro existe. Si atacamos a uno atacamos al otro», explica Ahmed Salem entrecortadamente mientras esquiva piedras, montones de arena y algún que otro río seco con la única luz de la luna llena. Antes de partir, el soldado raso Sidahmed me dice que los traficantes prefieren este tipo de días con luna llena. «Así no tienen que encender las luces de los coches y utilizan la que la luna llena les da para dirigirse hacia Mauritania». Por eso Ahmed Salem me avisa: «la patrulla nocturna que veremos estará un poco apartada de las rutas de máxima vigilancia. Por seguridad, no podemos llevar nadie ajeno al Polisario allí».


Una patrulla nocturna del Polisario, de regreso a la base de Bir Lehiu

Después de dos ademanes de atasco en el lecho de un río seco (Ouad Hambra, río rojo en hassania, idioma local), llegamos a una enorme roca. Encima de ella un soldado vigila por si ve alguna luz aparte de las de la misión de la Minurso que hay cerca de allí. «Viven asustados dentro de su búnker. Saben que para los yihadistas son también un enemigo», explica Dah, jefe del pelotón, grande y ancho pero de voz casi infantil. «Los que se supone que tienen que proteger a los civiles saharauis de la barbarie de Marruecos piden ayuda a una parte de este conflicto, es de risa», añade, y ríe apoyándose su AK-47 en el suelo. Ahmed Salem ordena que venga. «Taylah!», grita. Un soldado ataviado con una chaqueta militar nos da la mano y se dispone a coger unas ramas del suelo. «Vamos a hacer fuego y a tomarnos un té, aquí no hay peligro. El peligro está más al norte y más al sur, cerca de Aint Ben Tilli pero ya en Mauritania», explica Ahmed Salem. Le pregunto a este si hacer fuego no implica ser visto por el enemigo. «No, porque...» y la radio que lleva en la cintura empieza a sonar interrumpiendo la conversación y, por ende, la respuesta a mi pregunta. «Estamos rodeados de un río seco, donde los coches no pueden entrar a gran velocidad», prosigue el fornido Dah, «aparte estamos en uno de los puntos más vigilados de todo el desierto del Sáhara. Tenemos casi mil hombres en pelotones autónomos rondando por ahí. El enemigo sabe que siempre estamos aquí porque este es nuestro punto de encuentro. Evita esta zona, nuestros soldados están dispersos por ahí», dice señalando hacia el infinito del desierto. «¡Perdona!», dice Ahmed Salem, «es que me han preguntado si el coche que acaba de llegar al punto de encuentro era el nuestro. Uno de nuestros soldados nos ha visto de lejos y siempre tienen que asegurarse».


Un soldado preparando té para la patrulla nocturna.

No pasarán. «Atraviesan el muro minado siempre con la ayuda de altos cargos militares marroquíes que están a sueldo. Lo sabemos porque cuando el Polisario ha detenido a traficantes de hachís todos ellos señalan a coroneles de sección. Estos son quienes les abren las puertas para poder cruzar nuestro territorio. Muchos de esos detenidos tienen causas pendientes en Mauritania y Argelia por yihadismo. Aunque por desgracia también hay saharauis que trafican. Aquí mismo, en las cárceles del Polisario en Rabouni, tenemos a los detenidos. La situación en la que se encuentran les ha llevado a coger el mal camino», explica Ahmed Salem. Acto seguido, empieza a dibujar con el dedo índice en el suelo arenoso. La luz anaranjada que emana de la hoguera que el soldado ha encendido al pie de la enorme roca da un tono cálido a esta fría noche. El mapa que dibuja parece que cobra vida propia con la tintineante luz del fuego. «Estamos al norte de los territorios liberados y más al sur está Mauritania. Los traficantes atraviesan por esta zona para adentrarse cuanto antes en territorio mauritano. De allí, y aprovechando el control de los yihadistas en esta zona y en el norte de Mali, pueden ir directamente al puerto de Nouadibou o al de Nouakchott, ambos en Mauritania. O bien atravesar el norte de Mali en dirección Libia y de allí al puerto de Misrata», explica Ahmed Salem mientras traza innumerables flechas en el mapa arenoso. «Si te fijas, solo pisan terreno controlado por yihadistas como Al Qaedda del Maghreb Islámico, pero hace poco en Argelia detuvieron a un traficante relacionado con el grupo Boko Haram», termina de explicarme. El té está listo. Muy azucarado, como de costumbre, y hay que sorberlo sonoramente para poder salvar los labios del quemazón. «Pronto vendrá una patrulla para informarnos de las últimas novedades o si han visto algún movimiento extraño», señala Dah.


Dos miembros de una patrulla «especial» del Polisario entrenándose en el campo de refugiados de Rabouni.

«Ha habido veces en las que hemos tenido que disparar a coches. Mi batallón ha detenido a cinco traficantes en el año 2013 y decomisados casi 1.700 kilos de hachís. Marroquíes y mauritanos todos ellos. Aseguran que cogen el cargamento en la zona de Ketama y atraviesan Marruecos de norte a sur aprovechándose de la red que tienen montada en la zona. Hubo incluso un detenido que señaló que en la zona de Guelmin un alcalde estaba dentro de la trama», dice Ahmed Salem recalcando la palabra ‘alcalde’.

Nos alejamos de la zona a la misma velocidad que antes. Sin luces y oteando hasta donde nuestros ojos llegan. «Hacer de mi tierra un lugar seguro para mi gente es mi prioridad», añade Ahmed Salem mientras esquiva arenales que aparecen aquí y allá. «Hay una frase que me gusta mucho que utilizaban los españoles en la Guerra Civil –siempre me ha gustado la historia. La frase es ‘¡No pasarán!’. Yo les digo lo mismo a los traficantes y a yihadistas: ‘por mi tierra ¡No pasarán!’».


Vigilancia diurna en los alrededores de Bir Lehiu.