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La satisfacción por el Acuerdo de París deja paso a la prudencia

La satisfacción generalizada del sábado tras el acuerdo firmado en la cumbre del clima COP21 de París fue dejando paso, con el transcurso de las horas, a la prudencia, sobre todo por parte de las ONG, que coincidieron en que es insuficiente y queda mucho camino por recorrer aunque sirva de base para diseñar la política climática del futuro.


Una vez disipada la emoción por la firma del bautizado como Acuerdo de París, que incorpora el objetivo a largo plazo de limitar el calentamiento global por debajo de los 2°C, organizaciones no gubernamentales, que dieron la bienvenida al pacto al estimar que abre un camino aún por recorrer hacia economías libres de emisiones, apelaron a la prudencia y a no bajar la vigilancia y la presión para lograr el cumplimiento de los compromisos –que consideran insuficientes– y la adopción de objetivos más ambiciosos.

«El Acuerdo de París es un hito. Ahora el destino del planeta depende de cómo de &bs;rápido y con qué solidez lo apliquemos», afirmó el profesor Ottman Edenhofer, del instituto Potsdam de Investigación sobre el Cambio Climático.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, justificó la deliberada flexibilidad del acuerdo para dar cabida a la diversidad de intereses de los firmantes.

Hay una voluntad generalizada de dejar atrás las fuentes de energía más contaminantes, pero ninguno quiso aceptar una serie de normal internacionales que dicten cómo hacerlo. Por eso, sus objetivos más ambiciosos –como limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales– son aspiracionales y se basan en la idea de que tecnologías aún no inventadas permitirán alcanzarlos.

Ese objetivo de limitar a largo plazo el calentamiento, como pedían los países más afectados, es el principal motivo de una relativa satisfacción, pero para Tim Gore, de Oxfam, aunque «es una victoria moral importante, necesita un aumento de la acción en los próximos años».

Acción contra el Hambre tilda de «paradójico» que no se fijen «los medios y las acciones suficientes para lograr» esa meta.

Ban dijo que la ONU promoverá activamente la aplicación del acuerdo, pero la verdadera acción se desplaza al ámbito estatal y local, donde se avecinan decisiones estratégicas difíciles para gobiernos y grandes empresas. Porque aunque el acuerdo está revestido de un complejo envoltorio legal que hace que sea legalmente vinculante en su conjunto, no lo es en buena parte de su desarrollo ni en los objetivos nacionales de reducción de emisiones.

Demasiado lejano

El mecanismo de revisión de los compromisos, que sí es jurídicamente vinculante, será clave, pero el horizonte de 2025 como primera fecha obligatoria para la revisión de los planes de reducción de emisiones, que se realizarán cada cinco años, se considera demasiado lejano.

Los colectivos sociales pretenden aprovechar el acuerdo para acelerar un movimiento global para que los inversores desinviertan en compañías de combustibles fósiles.

La transición hacia una economía baja en carbono necesitará miles de millones de dólares de inversión en energías renovables, conservación y subvenciones y muchos aseguran que el cambio ya está en marcha.

El experto de Carnegie Institution Chris Field avisa de que «no es el momento de la autocomplacencia», sino de actuar en innovación, energías limpias y desarrollo sostenible. Y para ello es clave movilizar sumas que alcancen los «trillones», en palabras de Nigel Topping, director ejecutivo de We Mean Businness, una alianza de empresas y organizaciones que ya trabajan en la acción climática.

Por su parte, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, dice que el acuerdo «manda una señal para disparar las inversiones públicas y privadas necesarias para llevar las economías hacia un mundo neutro en carbono» y apela a la «responsabilidad común».

El director ejecutivo de Greenpeace, Kumi Naidoo, va más allá al proclamar el «fin de la era de las energías fósiles» tras la cumbre de París.