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El ISIS irrumpe en el feudo de Al-Shabab en Somalia

Mientras Al-Shabab concentra sus ataques en los alrededores de Mogadiscio, en los dominios del clan Majerteen, al este de Puntland, el ISIS ha encontrado en la milicia dirigida por Abdulqadir Mumin a su aliado en Somalia. En menos de un año ha conseguido reclutar a más de 200 combatientes capaces de tomar durante 40 días la histórica ciudad de Qandala. EEUU los ha incluido ya en su lista de organizaciones «terroristas» y los bombardeos de las últimas semanas tiene un claro objetivo: eliminar al ISIS del tablero somalí.


Ante la creciente amenaza de los yihadistas en el Cuerno de África, en marzo de este año el presidente estadounidense, Donald Trump, autorizó al Mando África de EEUU (Africom) a bombardear sus posiciones en Somalia. Aunque en un principio la veintena de ataques se concentraron en los bastiones de Al-Shabab al sur del país, el 3 de noviembre sus drones apuntaron por primera vez al valle del Buqo: buscaban al líder del ISIS en el país, Abdulqadir Mumin.

«Según nuestras informaciones, está todavía vivo», declaró a la prensa días después de los bombardeos el presidente de la región autónoma de Puntland y ex primer ministro, Abdiweli Mohamed Ali. Meses atrás, las inhóspitas montañas de Golis ya habían servido a Mumin para escapar de la persecución de los leales a Al-Shabab en el norte.

Aunque la facción dirigida por Ahmad Umar, también conocido como Abu Ubaidah, y alineada con Al Qaeda, sigue siendo el mayor grupo insurgente del país, desde su escisión de Al-Shabab, los seguidores de Abdulqadir Mumin no han hecho más que ganar terreno: si hace un año eran apenas una docena, el último informe de la ONU alerta de que sus fuerzas superan ya los doscientos combatientes.

Qandala, la efímera capital

La milicia del ISIS en Somalia surgió en octubre de 2015 en los territorios del clan Majerteen al este de Puntland como una excisión de Al-Shabab. El antiguo gobernador regional de Bari, Abdisamad Mohamed Galan, del mismo clan que Abdulqadir Mumin, llevaba meses allanando el camino y ganándose el apoyo de otros grupos locales desencantados por el abandono y marginación por parte de las autoridades de Puntland a los dominios del norte, frente a las costas de Yemen y la isla de Socotra. La incapacidad de Al-Shabab para canalizar ese descontento y las constantes disputas entre las administraciones tribales que rigen Somalia desde la caída del dictador Siad Barre en 1991 «concedieron al ISIS el espacio para reorganizarse y operar con la libertad que nunca antes habían tenido», señala International Crisis Group (ICG) en un reciente informes.

Un año después, en los últimos días de octubre de 2016, el ISIS se presentó ante el mundo en Somalia con su gran golpe de efecto: la toma, durante 40 días, de la ciudad costera de Qandala, enclave natal del propio Abdulqadir Mumin y centro histórico del comercio entre África, Oriente Medio y Asia. Más de 20.000 personas huyeron durante las cinco semanas en las que, con apenas medio centenar de combatientes, el ISIS convirtió Qandala en la capital del efímero califato islámico en Somalia. Aunque las fuerzas somalíes apoyadas por el Ejército de EEUU lograron liberar la ciudad en diciembre de 2016, su «audaz» acción aumentó el prestigio de Abdulqadir Mumin entre los yihadistas multiplicando su capacidad para «reclutar hombres y Conseguir financiación», alertaba ya el pasado año ICG.

En su repliegue, las fuerzas de Mumin han concentrado durante los últimos meses sus ataques en Bosaso, capital de facto de la región de Bari. En octubre un kamikaze dejó al menos seis personas heridas. Meses antes, en mayo, otro comando suicida causó cinco muertos y otros diecisiete heridos frente al Hotel Jubba. «Desde hace un año vienen sucediéndose ataques a pequeña escala reivindicados por el ISIS en el norte y centro de Somalia», dice el investigador del Institute for Security Studies, Omar S. Mahmood. «La organización encabezada por Mumin –continúa–, lleva años «intentado ingresar en Somalia, pero ha encontrado gran resistencia por parte de Al-Shabab».

Las dinámicas del extremismo religioso en Oriente Medio, con la pugna entre el ISIS y Al Qaeda por la hegemonía de la yihad global, se han extendido también a África del Este. Desde 2015, la maquinaria propagandística de Al-Baghdadi no ha parado de difundir vídeos y panfletos en los que insta a los combatientes somalíes a mudar sus alianzas y unirse a las filas de su filial en el país. Incluso ha llegado a utilizar a Boko Haram, la milicia que impone el régimen del terror en África Central, para tratar de convencer a sus «homólogos del Este» de que se unan a la misión del ISIS.

Pese a su relativo éxito, especialmente en el reclutamiento de somalíes en la diáspora, y a los avances de los fieles a Abdulqadir Mumin, el discurso del yihadismo en África del Este sigue en manos de Al-Shabab y, por tanto, de Al Qaeda. Los vínculos emocionales de sus altos cargos –su antiguo líder Ahmed Abdi Godane luchó contra la invasión soviética en Afganistán y tenía una relación directa con Osama bin Laden– y la presencia histórica de Al Qaeda en el Cuerno de África –antes del 11S ya había organizado ataques contra las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania– le granjean todavía el apoyo entre los yihadistas.

Las purgas de la Amniyat

Los disidentes, como en su momento Mumin, son fuertemente perseguidos por la temida Policía secreta, conocida como Amniyat. Desde 2015, las purgas entre miembros de Al-Shabab se han tornado especialmente cruentas. «Las purgas han sido una característica recurrente en la dinámica interna de Al-Shabab. Los Amniyat saben la facilidad con la que son capaces de infiltrarse en las fuerzas de sus enemigos, por lo que no debería sorprender que piensen que a ellos les puede ocurrir lo mismo. Las purgas eliminan lo ineficaz e inefectivo, a los escépticos y a los que renuncian, al tiempo que instalan disciplina y no poco temor entre sus filas. También son un contrapeso útil para los intentos de abandono por parte de algunos grupos de Al-Shabab, aquellos que estén pensando en la deserción o en un acuerdo negociado –con el Gobierno– pueden ser tratados a través de un purga. Desde un punto de vista interno, las purgas son curativas y protectoras», dice el profesor de historia africana en la universidad de Warwick, David M. Anderson.

El papel de la Amniyat, «sus éxitos previos en la supresión de la disidencia», en palabras de Mahmood, son la principal herramienta de Al-Shabab y Al Qaeda para mantener su dominio en África del Este. Pero no es menos cierto que en su vuelta a la clandestinidad tras la caída de Raqqa, el ISIS ha encontrado en el caos somalí el escenario ideal para reagruparse y relanzar su guerra de guerrillas.

 

¿Quién es Abdulqadir Mumin?

Años antes de que el Departamento de Estado de EEUU incluyese al icónico hombre de la barba naranja en su lista de «terroristas más buscados» como «cabeza del ISIS en África del Este», el MI5 británico ya había tenido a Abdulqadir Mumin entre los nombres a vigilar. Sus discursos incendiarios en mezquitas de Londres y Leicester, a donde había llegado procedente de Suecia, así como sus vídeos online lo convirtieron en uno de los líderes religiosos más afamados de los círculos extremistas británicos de principios de siglo. Y el MI5 lo sabía. De hecho, algunas fuentes apuntan a que existía una relación entre Mumin y Michael Adebolajo, uno de las dos personas condenadas por matar al soldado Lee Rigby en Londres en 2013.

Tres años antes, en 2010, Mumin viajó a Somalia para unirse a Al-Shabab. Quemó su pasaporte británico y comenzó a participar en las actividades de la organización como ideólogo. En 2012, fue enviado al norte, a su Puntland natal, para reclutar nuevos combatientes para la yihad, siempre bajo el mando del líder local, Mohamed Said Atom, quien dos años después se rendiría ante las autoridades somalíes.

Desde entonces, tomó el control militar de la facción del norte, expandiendo sus dominios por las montañas Golis y lamentando el abandono al que eran sometidos por su propia organización, concentrada en la batalla contra las tropas de la Misión de la UA en Somalia en Mogadiscio. Meses después, Mumin y su milicia decidieron dar la espalda a Al-Shabab y unirse al ISIS. Aunque los expertos aseguran que la organización de Al-Baghdadi no le ha proporcionado hombres ni armas, sí le ha ofrecido un respaldo teórico con el que aumentar su influencia en el norte de Somalia.

El poder real, apunta la investigación estadounidense, lo consigue Mumin «secuestrando a chicos de entre 10 y 15 años a los que adoctrina para unirse a sus actividades militares». Por el momento, son ya algo más de doscientos. Y la cifra no deja de aumentar.P. L. OROSA