El desencanto bajo la luz de neón
[Crítica: ‘Qing Feng De Wei Dao / Breeze’]
Para leer este artículo
regístrate gratis o suscríbete
¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión
Se te han agotado los clicks
En su ópera prima, el joven cineasta Kun Yang parece seguir la estela de autores que como en el caso de Jia Zhang-ke –por buscar un referente generacional más cercano–, concentran buena parte de su interés en dar a conocer un retrato bastante desencantado de la sociedad actual china.
Ignoro si lo que ha plasmado Kun Yang en ‘Qing Feng De Wei Dao’ es una mera anécdota dentro de lo que propone en su conjunto la más reciente generación de autores chinos, pero sí se intuye en este filme un discurso visto en diferentes proyectos filmados por la genereación anterior de autores curtidos en la Universidad de Beijin. En esta oportunidad, la sensación más que palpable de brújula estropeada que parece asolar al gigante asiático se concreta en la figura de un hombre que el otoño de su vida realiza un viaje a través del cual pretende recobrar su propio pulso emocional.
Lo más curioso que se nos plantea en esta historia radica en que al contrario de lo que suele ocurrir en muchas producciones de similar temática, el regreso al hogar natal lejos de ser mostrado como un hálito de esparanza, se transforma en el choque frontal con una realidad que acrecienta aún más el desencanto. Es decir, nuestro protagonista primero abandona la gran urbe de Beijing con intención de regresar a su pequeña localidad natal para reencontrarse con todos los anhelos, sentimientos y romance que siempre mantuvo presentes en su memoria pero, en cuanto descubre en lo que se ha convertido ese paisaje idealizado de edificios y rostros, optará por el retorno a la gran urbe.
En este punto de inflexión, en el que las ilusiones de truncan definitivamente, el superviviente emocional nos adentra en la fisonomía de una ciudad casi fantasmal en la que sus habitantes vagan cual zombies y buscan su momento de relax en bares de karaoke que parecen salidos del imaginario de David Lynch. En mitad de este universo de neon decadente también se asoman los problemas cotidianos a los que tampoco es ajena una sociedad china que intenta buscar el cada vez más difícil equilibrio entre lo viejo y lo nuevo.