Crónica de un viajero irreductible
[Crítica: ‘Black is Beltza’]
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Si al inicio del Zinemaldia pudimos disfrutar de la sobresaliente ‘Un día más con vida’ de Raúl de la Fuente y Damian Nenow, en el último estertor del festival hemos saludado a ‘Black is Beltza’. Cada una se posiciona en el lugar que le corresponde y, ojalá, conformen un punto de inflexión dentro de la animación vasca para el espectador adulto, lo cual sería y de por sí una noticia más que gratificante.
Además, ambas comparten una idea común, seguir una ruta que se tiende a olvidar y que nos habla de un tiempo pasado en el que el ideario de izquierdas hizo temblar, al menos por unos instantes, los cimientos del capitalismo.
Desde el romanticismo que nunca se debe perder cuando se tratan temáticas de esta índole, lo que Fermin Muguruza expone en esta su primera apuesta en el formato animado es un viaje singular, teñido de rebeldía y plenamente coherente con una década prodigiosa, la de los 60, que nace en Estados Unidos y culmina al otro lado de la muga. El director acierta de pleno a la hora de dotar a su protagonista de una personalidad enraizada en el ideario del Corto Maltés que una vez imaginó Hugo Pratt. Ello provoca que Manex no se limite a ser un mero testigo silente de los acontecimientos vertiginosos que transitan ante él sino que, con coherencia, toma parte activa en episodios que asoman en rincones tan dispares como Nueva York, Mexico D.F., La Habana o Monterrey.
Técnicamente es de agradecer que el diseño nos remita al encanto de un modelo de cine underground que coquetea con el anime japonés. Dicho mestizaje, en manos de Muguruza, se transforma en una vibrante paleta de colores y sonidos que marcan las pautas de un viaje revolucionario espoleado por la lisérgica, los sueños, la música, los besos y la idea de que es posible cambiar el rumbo de las cosas.
Más allá de lo que expone el argumento, lo que verdaderamente destaca en el conjunto de ‘Black is Beltza’ es la fiera alegría de un creador que se ha sentido libre de ataduras y ha encontrado en el territorio de la animación un conducto para viajar a un pasado que siempre ha tenido presente.