INFO

El ministro Castaner acudirá hoy a inspeccionar «in situ» el dispositivo del G7

Mientras el paisaje de Euskal Herria se llena de uniformes de distintos colores y de un amplio panel de vehículos y otros instrumentos policiales, el ministro de Interior galo, Christophe Castaner, recalará esta tarde en Lapurdi para realizar una inspección del impresionante dispositivo de seguridad puesto en marcha con motivo de la cumbre del G7.

Vehículos policiales y barreras en una calle de Biarritz. (Guillaume FAUVEAU)

Segunda visita en poco más de un mes de Chistophe Castaner a tierras vascas. Aunque, a tenor de lo ocurrido con el periplo que le llevó a Lapurdi el pasado 4 de julio, con reunión incluida con su homólogo español, Fernando Grande-Marlaska en Hendaia, no pueda decirse que el «primer policía» del Estado francés venga a tomar contacto con el país y sus gentes, ya que entonces se limitó a saltar de una instalación militar a una sede institucional y a la inversa.

La visita que se anuncia hoy será más de lo mismo, aunque el hecho de que el grueso de la artillería securitaria francesa esté ya instalada en Euskal Herria reportará al desplazamiento un plus de propaganda. Habrá ‘tournées’ de cámaras para mostrar al mundo –y a los compradores de estos artilugios– que la gran parafernalia de la seguridad ha tomado plaza en la costa vasca.

La visita de Castaner arrancará, según el plan provisional comunicado por la prefectura, a las 14.30 en el colegio Villa Fal, de Biarritz, donde se ha instalado el puesto de mando interministerial o PCI que tendrá a su cargo «centralizar las informaciones y coordinar las acciones destinadas a garantizar el buen desarrollo del G7».

En el aeropuerto

Tras una primera exhibición ante los medios, tendrá lugar una reunión cerrada que está previsto que se prolongue por espacio de una hora, y después llegará la habitual comparecencia de prensa ante los medios acreditados para seguir una visita en la que Castaner estará acompañado del secretario de estado adjunto al ministro de Interior, el ex subprefecto en Baiona Laurent Nuñez.

Finalizada la rueda de prensa, el titular galo de Interior visitará los puestos de mando de uno de los puntos sensibles cara a la cita del G7, el aeropuerto, donde acudirá al encuentro del personal que coordinará la actividad aérea, estrictamente reservada a las delegaciones que acudan a la reunión internacional, ya que esa instalación estaría cerrada.

Ello en pleno periodo estival, y cuando en Biarritz más de uno empieza a sacar cuentas de lo que puede implicar el cierre del aeropuerto y, en general, convertir la ciudad en el parque temático de las élites capitalistas. El cálculo empieza a correr de voz en voz, y ha saltado ya a medios de comunicación locales.

10.000 no son 100.000

Si la estimación habitual de las autoridades turísticas en un fin de semana de agosto reporta la presencia en Biarritz de alrededor de 100.000 visitantes –los más con una cartera abultada– ¿va a resultar beneficioso cerrar la ciudad y reservarla al uso de las, como mucho, 10.000 personas que acarreará la cumbre del G7? 

Si en la cifra de los 10.000 se incluyen –como se hace, cara a abultar la cifra de tráfico humano de la cumbre– a la parte del personal de seguridad asignado al corazón de la ciudad y a los periodistas –que no podrán en todos los casos moverse con relativa libertad por los espacios hiper securizados, por no hablar de su poder adquisitivo...– los comerciantes biarrotas ya empiezan a tener bastante claro que van a ganar menos que cualquier año por estas fechas.

Una imagen poco atractiva

Conforme se acerca la apertura de la reunión anual del G7, sólo los más ciegos defensores de la cumbre-capricho de Macron defienden a capa y espada que esta será «una gran oportunidad para la ciudad y todo el País Vasco», como han venido proclamando desde el comité de pilotaje local, al que se sumaron instituciones como la Cámara de Comercio de Baiona.

La imagen de una ciudad sitiada no ayuda demasiado, tampoco el impacto visual de policías armados hasta los dientes en poblaciones y vías de comunicación cercanas –y no tanto–.

Pero ello no hará desistir a Castaner de enseñar a los medios su amplia gama de dispositivos, desde los servicios de socorro a los destinados a neutralizar armamento.

El cortejo ministerial acudirá desde allí a una presentación de los equipos de refuerzo de la Policía en el palacio de deportes de Aguilera (Biarritz), y luego a Baiona al cuartel de Marracq, donde se presentarán los equipamientos del escuadrón 242 de la Gendarmería Móvil.

Una visita más propia de un ministro de Defensa, que busca mostrar el potencial de fuerza del Estado, pero que no parece que vaya a servir para ampliar el club de fans del G7, no al menos entre una población vasca seriamente perturbada por lo aparatoso del despliegue y sus múltiples efectos colaterales.