Un largo estado de alarma bajo el paraguas de los Pactos de la Moncloa
La prolongación del estado de alarma durante 15 días más no sorprendió a nadie, pero el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, fue un poco más allá. Dijo que la actividad económica regresará tras Semana Santa, adelantó que no será la última prórroga que pida, y buscó para ello el abrigo de unos nuevos Pactos de la Moncloa.
Pedro Sánchez compareció ayer ante las cámaras –que no los periodistas– para anunciar que solicitará una nueva prórroga del estado de alarma, en esta ocasión hasta el 26 de abril. Aunque se haya ralentizado el ritmo, el coronavirus sigue expandiéndose, por lo que cualquier cosa que no hubiese sido una nueva prórroga hubiera sido una sorpresa. Pero en la intervención de Sánchez hubo bastante más que un anuncio previsible. El presidente advirtió de que habrá nuevas prórrogas y buscó el abrigo de unos nuevos Pactos de la Moncloa como marco político.
Por partes. Que el confinamiento seguirá más allá del 11 de abril estaba más o menos cantado, también en Nafarroa y la CAV. La tendencia en cuanto a hospitalizaciones y nuevos casos sigue siendo positiva, pero conviene no pasarse de optimismo en cuanto a la velocidad de la recuperación –el salto en las hospitalizaciones apuntado hoy se debe, en parte, a que Nafarroa ha empezado a dar cifras más detalladas, por lo que se han dejado fuera a los hospitalizados a domicilio, que hasta ahora se incluían–. Tampoco hay que olvidar que la cifra de fallecidos sigue siendo alta, con 53 nuevos muertos ayer en Hego Euskal Herria, entre ellos una profesional sanitaria.
En este sentido, hay que tener en cuenta que los síntomas suelen tardar entre una y dos semanas en aparecer. Es decir, muchos de los contagios que se han detectado en los últimos días se produjeron con el confinamiento en marcha. Quedarse en casa ha ayudado a que esos contagios diarios sean menos –por eso empieza a decrecer ahora el número de positivos diarios– y, sobre todo, ha evitado el colapso sanitario, al menos hasta el momento, pero para acabar con la epidemia hace falta más tiempo. Txisko Fernández ofrece algunas pinceladas en las próximas páginas.
También se requerirán nuevas actuaciones como los test masivos –prometidos hace tiempo– y, quizá, el uso generalizado de mascarillas, que parece que al final sí que son útiles para todos, pero que ahora mismo escasean. Tampoco se ha abierto de momento el debate sobre las aplicaciones que permiten realizar la trazabilidad de cada caso concreto, pero llegará. Epidemiológicamente, es la forma más efectiva de controlar el virus y buscar cada posible caso, pero el enfoque securócrata y castrense que el Gobierno español ha dado a la crisis sanitaria, incluidos alardes como el del viernes en Iruñea o ayer en el norte de Nafarroa, no ayudan a costruir la necesaria confianza en aplicaciones de este tipo.
Junto a estos debates llegarán otros sobre el alivio de las medidas más restrictivas del confinamiento social, como el que afecta a los menores. Sánchez se limitó a señalar ayer que un grupo de especialistas de diferentes disciplinas está preparando el regreso escalonado «a una nueva normalidad». Sin embargo, no tuvo problema en asegurar que el cierre de la actividad económica no esencial no se prolongará «una vez pasado el rubicón de la Semana Santa». Muchos desde ayer saben cuándo volverán a trabajar, pero nadie sabe cuándo va a poder salir a pasear a la calle.
Nuevas prórrogas
Con este panorama, y ya en el turno de preguntas, Pedro Sánchez fue muy claro a la hora de señalar que el estado de alarma «no va a durar otros 15 días, va a durar más». Los precedentes chino, italiano e incluso coreano hacen que esta previsión sea esperable, pero sorprendió la franqueza con la que Sánchez asumió la extensión de un estado que le otorga una amplia carpeta de poderes y que pone en suspenso buena parte de los derechos y libertades civiles.
En busca de un paraguas sobre el que cubrirse ante estas prórrogas, Sánchez habló ayer abiertamente de una reedición de los Pactos de la Moncloa, aquel acuerdo con vertientes económicas y políticas que en 1977 unió a la UCD, AP –antecesor del PP–, PSOE y PCE, además de PNV y Convergència, para ordenar el régimen económico tras la crisis del 73 y poner, de paso, los cimientos sobre los que, un año más tarde, se aprobaría la Constitución de 1978. La historia oficial de la transición, que como toda mitología tiene parte de realidad y parte de mito, sitúa también los Pactos de la Moncloa como el hito que permitió la recuperación de libertades como la de prensa y reunión.
La puesta en escena de la estrategia ha sido de manual. Un globo sonda situó a principios de semana el concepto en el radar –con la ayuda de Ciudadanos–, varios artículos de periodistas de referencia le dieron cuerpo a la idea, y en la siguiente rueda de prensa –la de ayer–, todos los periodistas corrieron a preguntar sobre esos Pactos de la Moncloa actualizados. Sánchez, que no mencionó la idea en su discurso, sacó una respuesta más que preparada: «Por supuesto, todos los partidos vamos a trabajar en unos nuevos Pactos de la Moncloa. No hay fuerza mayor para una nación que la unidad».
En el contexto actual, con el PP pagando anuncios diciendo que los muertos son muchos más que los que dice Sánchez, es difícil pensar que se vayan a dar esos nuevos acuerdos, pero el marco político está ya situado. Al fin y al cabo, de eso trata la gestión de una crisis así, de seguir haciendo política mientras se pide al resto que la aparque.
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