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La vuelta a la calle, desde los ojos de diez menores vascos

Estos 42 días hemos oído opinar a madres y padres, sicólogas y maestros, ministros y organizaciones... Pero quienes han padecido el cierre de puertas que acaba mañana son ellas y ellos, de bebés a adolescentes. Aquí van diez historias reales de 0 a 15 años.


TASIO 1 año, Gasteiz, familia monomarental

Aquel día durmió mejor

Tasio es el único de este reportaje que todavía no puede expresarse con palabras. Cumplió un año hace dos semanas, encerrado en un piso totalmente interior, solo con ventanas a un patio, de Gasteiz. Vive con su hermano de 8 años y su madre, es una familia monomarental. En las primeras semanas de confinamiento, dos municipales con exceso de celo le reprocharon que bajara con los dos a la calle para dejar la basura, le dijeron que el mayor podía haberse quedado en casa. Se supone que Tasio no se enteró de eso, ni de lo frío del patio, ni quizás de su cumpleaños. Pero su ama destaca que «estuvo mucho más tranquilo y durmió mejor un día de sol que salí con él en la mochila, abrazado al pecho».

IBAI 2 años, Zarautz, con nuevo hermano

De los celos a las preguntas

Soy Ibai, zarauztarra, un poco azpeitiarra también. Mi hermanito nació a comienzos de febrero, y tener que compartir a mis progenitores con un nuevo inquilino me trajo por el camino de la amargura. Enfadado con el mundo, me encargaba de hacerlo oír. Y entonces llegó el encierro...

Con amatxo y aitatxo 24 horas en casa y ambos de baja, se me abrió el cielo de repente. Sin ir a la ikastola, con pase VIP tanto para el móvil como el ordenador que antes tenía casi vetados, los pros han sido casi más que los contras, aunque la energía acumulada en el interior acabase por explotar en el momento menos esperado.

Aitatxo ya está de vuelta en el curro, algo que no mola, pero al menos coincidirá con la oportunidad de poder salir un poco a la calle. «Kontuz birusarekin», le digo cada vez que va al Eroski. Y luego preguntas, muchas preguntas, lo que toca a esta edad: «Birusa kalean dago? Eta parkean ere bai? Zergatik? Zergatik? Zergatik?».

MARA 3 años, Durango, tras la separación

Cuando la casa es un refugio

Me llamo Mara, tengo un hermano mellizo, una hermana de 7 años y dos madres separadas. Bailar y cantar es lo que más me gusta, y refleja que me adapto a un contexto marcado también por el cambio de domicilio cada semana tras la separación. Son una vía de escape: ¡cuántas veces estos 40 días me han pillado cantando y bailando sola por algún rincón de la casa...1

Me gusta jugar con mi mellizo, pero hay roces a veces. No estamos acostumbrados a pasar tantas horas juntos. Las temidas kasketas… Y a pesar de todo la casa es refugio, un espacio cómodo del que no siente necesidad de salir. No muestro un interés especial por este domingo. Pero la pregunta es inevitable, ¿qué ocurrirá después?

LOREA 4 años, Garinoain, un pueblo pequeño

Tristeza en el Edén

Hay una explosión de rabia inexplicable y una tristeza extrañísima que dura largo rato tras las cada vez menos frecuentes videollamadas de amigos. Soy Lorea, llevo tres días siendo pirata en un submarino, y si no, Robin Hood. La imaginación es una coraza fabulosa. Pero, si afinas el oído, cada vez me oirás tejer historias más crueles. «Ahora este se había muerto, ¿vale?», es una frase que puedo colar en cualquier momento.

Vivo en un pueblo de 5o0 habitantes, la casa tiene un patio de seis pasos por seis pasos, un lujo. Dos sillas al centro, unas tejas viejas para mantener la distancia y a correr dando vueltas a ver quién se queda sin asiento cuando pare la música. Aún necesito ganar casi siempre. Al fondo de la calle –cuatro portales más allá– hay una pieza sin cultivar. Bichos, hierba, piedras, charcos, barro y espacio para correr. Este Edén linda con un cementerio con cuatro tumbas nuevas.

A las 8 no salimos al balcón, sino al portal, como otros vecinos. De otro modo, no podría verme mi tía abuela desde la ventana por culpa de un almendro. Es imposible contenerme: «Píllame», digo, y ya he arrancado a correr hacia el Edén. Dentro de casa no me río así. Los niños esta edad corremos a carcajadas. Los vecinos me llaman «¡Lorea!» y me pongo aún más nerviosa. Pero todo acaba en cinco minutos.

AMANE 6 años, Bidarte, padres separados

Por si los policías preguntan

He cumplido seis años en plena cuarentena. Mi madre me compró un álbum y unos globos en el quiosco. Vivo en una casita unifamiliar de Lapurdi, rodeada de otra media docena de viviendas, y se organizó una fiesta con disfraz de pantera y zapatillas de felpa, entre la calle y el jardincillo.

Echo de menos a mi padre, aunque lo veo cada semana, porque no vive lejos. Pero como ahora son vacaciones escolares, ama me ha dicho que meta más ropa en la mochila porque no voy a pasar dos días sino ¡una semana entera! con aita. Es de verdad, porque ya lo han escrito en un papel, por si los policías le preguntan a aita.

A ama le han contado por wathsapp que el mes que viene puede que empiece la ikastola. Podré ver a mi amiga Leyla, que tiene una amona en Marruecos que le da besos por videollamada. Pero no sé si mis padres querrán que vaya a clase...

IKER Y EGOITZ 5 y 7 años, Basauri, vaya par

Ama y aita juegan por turnos

Iker y Egoitz, Egoitz e Iker, somos de esos que no paran ni dormidos, y en cuanto salimos de clase vamos corriendo a jugar al frontón de la escuela. Pero nos apañamos también en casa, con los legos y unos folios nos vale. Al menos al principio... Los días se han vuelto cada vez más monótonos. Ama y aita están en casa, pero ocupados con el ordenador. Solo pueden jugar por turnos, hacen lo que pueden. A veces hay que protestar para que nos hagan caso. Y hasta llorar.

Como soy el pequeño, me aprovecho y he vuelto a meterme en la cama de mis padres, cada vez más. Y yo, como soy el mayor, entiendo más todo esto, aunque de vez en cuando necesito que me digan que las cosas van bien. Cuando nos dijeron que saldremos a la calle, respondimos que no, que fuera está el coronavirus. Lo que más añoramos son las huertas de aitite y amama; nos da igual la de Bizkaia que la de Araba, cualquiera.

AMETS 9 años, Donostia, otra persona

Basket, serie... y aquella bronca

De la ventana se ve la plaza donde jugábamos a fútbol toda la tarde, pero ahora siempre hay gente con mascarillas y haciendo colas. Me gusta ponerme la camiseta de la Real porque me acuerdo de lo bien que lo pasaba en Anoeta. Aunque ahora me gusta más ver por la tele partidos de la NBA y hemos puesto una canasta en la puerta de la cocina, con un cubo. Hago mates como Zion Willianson y dicen que al final tiraré la puerta abajo. También veo una serie con ama y aita por las noches, ‘El pequeño Sheldon’, tiene 9 años como yo pero va a la universidad.

Un día fui con ama a comprar el pan y vi una bronca que me dio miedo. Unos policías le dijeron a una señora que siempre estaba en la calle con el perro, y ella les gritó «gilipollas, poneros un bozal»; igual estaría mal de la cabeza. Conozco a Simón y a Iglesias, han dicho en la tele que podremos correr, pero no jugar al balón y yo siempre voy con el balón. No sé si quiero salir para eso... ¿y si está la señora loca otra vez?

KAIENE 10 años, Berriozar, encierro activo

Redecorando el balcón

Me llamo Kaiene y dicen que tengo «agenda social completa»: juego a fútbol en un equipo, estudio música, me gusta estar en las plazas del pueblo.... Ahora aporreo la batería –de momento no ha habido quejas vecinales–, ensayo técnica en el pasillo como si fuera El Sadar y hago algún sprint.

Tengo una hermana de 13 años que se llama Nahikari. Me hace compañía y hacemos videollamadas con amigos y familia. Aunque también hay que hacer tareas con el ordenador y ahí llegan los líos. Como me gusta hacer construcciones, he resideñado el balcón. Lo que más me preocupaba es que mi cumpleaños es el 9 de mayo; si puedo salir a la calle como dicen, ¡eso sí será un regalo!

IZARO 14 años, Errenteria, el «insti»

La cuadrilla y el móvil

A los 14 años, el mundo gira en torno a la cuadrilla del «insti». Salir a la calle o no da igual si no es para eso. Puestos a elegir, mejor quedarse en casa que ir a clase. He salido para comprar pan o el periódico, o bajar los plásticos y los papeles al contenedor de reciclaje... pero porque me lo han dicho mis padres, para que me dé el aire.

Juego a fútbol y bailo hip hop, pero puedo pasar sin ello, quedarme en mi cuarto pintando o en el sofá viendo la tele o jugando a la consola. Ahora paso mucho tiempo tirada en la cama con el móvil. En estas semanas sí que he notado a veces bajón, desgana... y mucha mayor necesidad de abrazos.

AIMAR 15 años, Bilbo, la impotencia juvenil

Play, pizzas y tira millas

Yo también he cumplido años en el confinamiento. Fue el tercer día. Quince años. Cambió el plan de celebrarlo, pero bueno... No fueron malos días, recuperé el teléfono movil y la play que me habían quitado mis padres, por portarme mal, dicen. Ahora ya no tengo que usar los suyos.

El primer domingo me ofrecí a bajar a la calle a comprar pan y periódico pero no vi mucho aliciente. Otro día he bajado a comprar chuches y a echar unas caladas con un amigo. Ya no pregunto cuándo volverá la competición de fútbol, estoy en cadetes.

Un amigo del portal vecino tenía la llave de la azotea, me apetecía ver el barrio desde las alturas, pero no ha podido ser. Nada divertido aparte de la play; hemos machacado a un tío que se metió al Fornite y algún día hemos estado jugando ocho horas. El resto, ver youtubers, Instagram... lo de todos.

Por la noche, al menos estoy comiendo todo lo que me gusta: pizzas, hamburguesas... la dieta, para después. Con los colegas hablo hasta la madrugada, llevamos tiempo pensando en el «día D», pero ahora dicen que para salir no somos ni pequeños ni mayores. Mientras tenga móvil y la play, se puede aguantar. Y además, no hay que esmerarse en el aseo diario.