La mascarilla termina de adueñarse del paisaje de Iruñea
Aunque ya era habitual en el paisaje de Iruñea, la nueva obligación de llevarla en lugares donde no se pueda mantener la distancia de seguridad de dos metros y de acceder a espacios cerrados con ella puesta, ha hecho que la mascarilla se haya convertido en un elemento mayoritario entre la población iruindarra.
Para leer este artículo
regístrate gratis o suscríbete
¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión
Se te han agotado los clicks
La realidad de Iruñea aparece envuelta entre brumas a pesar de que la mañana luce espléndida, con un potente sol. La explicación a esa neblina es que las gafas del redactor se empañan porque va ataviado con la mascarilla.
En los lugares más abiertos y en los espacios por donde pasean los iruindarras, no son tantas las personas que la llevan puesta para protegerse del temido coronavirus, pero una vez que se llega a Alde Zaharra, se convierte en una compañera omnipresente.
Las calles son especialmente estrechas en esta zona de la ciudad, así que la inmensa mayoría de los viandantes la luce tapándole la boca y la nariz. Las tenemos de todos los modelos, aunque la más pujante esta primavera es la ya clásica de color azul.
Uno de los lugares donde más se ve es en el mercado de Santo Domingo. Los cerca de veinte clientes que están realizando sus compras la lleva puesta, al igual que la mayoría de las personas que les atienden desde el otro lado del mostrador.
En la calle, se repite la situación, aunque se ven circunstancias para todos los gustos, desde los que no la llevan puesta, los menos, hasta los que se cubren con cuidado la mitad inferior del rostro, los que la portan en las manos en previsión de entrar en algún lugar cerrado y los que se cubren la parte inferior del rostro con ella pero sin tapar ni nariz ni boca, mientras hablan con otra persona con la que caminan.
Entre esos viandantes, hay dos que la llevan puesta y que critican el vaivén que ha sufrido esta medida a lo largo del tiempo. «Hasta hace unos días, solo tenían que llevarla los que tenían algún síntoma y los demás no, después había que llevarla obligatoriamente en la villavesa y ahora prácticamente en todas partes», recuerda uno de ellos.
«Alguno está haciendo su agosto ahora que ya saben que hay más mascarillas en el mercado», apunta convencido su acompañante. «Ahora que se puede comprar hasta en los supermercados, resulta que es obligatoria. ¡Qué casualidad!», apuntilla con ojos maliciosos por encima de la mascarilla de color azul.
Para otros, la explicación de la nueva obligatoriedad es consecuencia de que «cada vez se tiene más información sobre el virus y hay que ir tomando decisiones sobre la marcha. No es fácil y hay que entender a la gente que debe decidir». Así lo explica una farmacéutica de Alde Zaharra, quien demuestra su profesionalidad al insistir en que hay que colocarse bien la mascarilla, cubriendo la nariz y la boca, «porque si no, no hacemos nada».
Sobre posibles problemas de abastecimiento, se ciñe a la situación actual. «En estos momentos no hay ningún problema, pero sí que hemos vivido momentos con mayor o menor disponibilidad, pero ahora se cuenta con mascarillas».
También destaca que los clientes, en general, conocen la obligatoriedad de llevar mascarilla en espacios cerrados, como puede ser una farmacia. «La gente responde y es formal, está informada al respecto mayoritariamente», añade.
Clientes «responsables y con ganas»
La misma impresión tienen en una tienda de ropa, donde Richard también responde a las preguntas ataviado con la preceptiva mascarilla y guardando la distancia. Destaca que desde hace días venían haciendo una labor de concienciación entre los clientes sobre la necesidad de adoptar las medidas oportunas, como llevar mascarilla, «pero sin miedo, sin que se sientan cohibidos».
Las medidas de seguridad frente al coronavirus arrancan desde la misma puerta, «donde comprobamos que llevan mascarilla y después les pedimos que se limpien las manos con gel. Les invitamos a esperar a que se sequen antes de tocar las prendas y después ya pueden comprar con normalidad y posteriormente todo se desinfecta».
Richard se muestra optimista de cómo está funcionando el negocio desde que pudieron volver a abrir sus puertas. «Lo estamos viviendo mejor de lo que pensábamos. Si ya nos esforzábamos antes, ahora toca más, pero la gente está con ganas y vivimos el momento con esperanza, porque, como la desescalada va avanzando, la gente se quiere ver mejor y viene a comprar. Quizá hemos perdido la fase de bodas y comuniones, que han quedado para más adelante, pero tampoco nos podemos quejar».
Más mascarillas aguardan de nuevo en la calle, donde, a simple vista, no parece existir una especial vigilancia para comprobar que se cumple la nueva normativa. Los agentes de Policía Municipal están más centrados en reorientar el tráfico en el paseo de Sarasate, donde la nueva peatonalización de la parte norte ha supuesto un cambio en el sentido de la circulación que deben llevar los diferentes vehículos en la zona.
Entre los viandantes que caminan por ese lugar, por la plaza del Castillo o por la avenida de Carlos III, la mayoría también porta mascarillas a pesar de que hay espacio suficiente para no llevarla. Es la ‘nueva normalidad’ implantada por el coronavirus, que ha convertido en habitual caminar por la calle con el rostro medio tapado, aunque sea primavera.