INFO

GAL, Cabacas, Zaldibar; tres vigas en el ojo de Urkullu y su «doble vara»

Iñigo Urkullu cargó este domingo contra quienes, a su juicio, mantienen una «doble vara de medir» en derechos humanos. Sin embargo, la historia reciente de su partido ante otras violencias (vuelve a hablarse estos días de lo que el PNV sabía sobre los GAL) y la trayectoria personal en el caso Cabacas o Zaldibar cuestionan este discurso.

Iñigo Urkullu, junto a otros dirigentes y candidatos del PNV (Marisol Ramírez I FOKU)

Iñigo Urkullu declaró este domingo en Donostia que no puede haber «dos varas de medir los derechos humanos». «El compromiso ético significa que nos comprometen siempre y en todos los casos», insistió en un acto celebrado en Tabakalera.

Sus palabras fueron interpretadas por algunos medios como una réplica a lo manifestado el día anterior por Maddalen Iriarte, quien le había reprochado que mantuviera una posición «equidistante» entre el fascismo y el antifascismo. Como telón de fondo, las protestas convocadas por el acto de Vox en Sestao, que derivaron en cargas de la Ertzaintza, tras las cuales el candidato del PNV criticó a los manifestantes, a los que acusó de «atentar contra la pluralidad y la tolerancia».

Fuera o no una respuesta a la candidata de EH Bildu, Urkullu dejó claro en el acto del domingo que sus palabras iban dirigidas a la izquierda independentista, y redondeó su intervención considerando «inaceptable» que «haya quienes ante unas vulneraciones de derechos humanos pongan el grito en el cielo y, ante otras, miren para otro lado o las jaleen y aplaudan».

Ocurre, sin embargo, que apenas unas horas antes de que el lehendakari lanzara esta andanada, el nombre de su partido fue citado en relación a un tema que ha cobrado presencia en esta campaña y que nos remite a la guerra sucia del Estado español contra el independentismo vasco.

Fue el periodista Pedro J. Ramírez quien, en un programa nocturno de La Sexta, recordó algo que no es nuevo pero que quizá muchas personas desconocen, como es el modo y las razones por las que “Diario 16”, periódico del que fue director, comenzó a investigar las tropelías de aquel grupo parapolicial.

«El “Diario 16” tuvo que empezar la investigación sobre los GAL porque un redactor del diario “Deia“, que pertenecía al PNV, llegó a nuestra redacción con muchísima información que el PNV no permitía que se publicara en “Deia”», señaló el periodista riojano, explicando los motivos de esta manera: «¿Por qué? Porque gobernaban en coalición en el País Vasco y porque el PNV apoyaba a Felipe González en el Parlamento».

Desde que hace dos semanas se difundiera que papeles desclasificados de la CIA señalan a Felipe González como elemento clave en la creación de los GAL, muchos ojos han mirado a la respuesta del PSOE, que salvo contadas excepciones ha salido en defensa de su ex secretario general, pero no han sido pocas las voces que también han recordado la estrecha relación que mantuvieron PSOE y PNV en aquellos años y que se han preguntado cuánto sabían los jeltzales sobre los GAL y las manos que movían los hilos de ese grupo conformado por policías, guardias civiles y mercenarios.

Esa pregunta, cuánto sabía el PNV sobre la implicación de los cuerpos policiales y los servicios de información españoles en la guerra sucia, lleva sobrevolando el debate político vasco desde hace décadas. Y, a este respecto, resulta elocuente lo que escribía el pasado 20 de junio días Iñaki Anasagasti en el blog que tiene en “Deia”.

En un artículo en el que explicaba cómo se frustró la comisión de investigación de los GAL, el exportavoz jeltzale en Madrid explica la presión que sufrieron por parte de dirigentes del PSOE para que no se abordara lo que en 2020 tampoco se ha querido investigar, y detalla de esta forma cómo acabó su recorrido en el Senado: «Lo que ocurrió es que un general del Ejército que había desempeñado tareas de Gobierno, anunció que tenía documentación sobre cuarenta casos de terrorismo de Estado ocurridos en la etapa de UCD». Se refería a José Antonio Sáenz de Santamaría, cerebro gris y dueño de las cloacas del Estado durante muchos años.

Según el relato de Anasagasti, la relación entre ambos partidos era tan íntima como para que Txiki Benegas y demás les instaran a parar la investigación: «Estamos de mierda hasta  el cuello y vosotros nos queréis meter la mierda en la boca», dice que les espetó la delegación del PSOE, a lo que el PNV respondió que Felipe González tenía tablas suficientes para torear todo aquello.

La empatía del candidato

En estas aguas ha estado chapoteando el partido de Urkullu. El candidato podría alegar que él no estaba entonces en primera línea, pero cuando sí lo ha estado ha tenido oportunidad de mostrar igualmente hasta dónde llega su «compromiso ético y democrático» con todos los derechos humanos y cuántas varas tiene para medir sus vulneraciones.

Algo pueden contar, por ejemplo, el padre y la madre de Iñigo Cabacas, a quienes el secretario general de Paz y Convivencia de Lakua, Jonan Fernández, les espetó, ante su insistencia de que se hallara al autor del pelotazo que mató a su hijo, que no estaban «en situación de buscarse enemigos». Manu y Fina han tenido que ver cómo en todo el doloroso proceso judicial el Ejecutivo se ha escorado indisimuladamente en favor de los ertzainas que participaron en aquel operativo que acabó con la muerte del joven de Basauri.

Y tampoco deja en buen lugar la empatía del lehendakari lo manifestado en marzo por la familia de Joaquín Beltrán, uno de los dos trabajadores que todavía permanece sepultado en el vertedero de Zaldibar. Tras explicar que habían abandonado una reunión fijada con Urkullu por haber sido filtrada a los medios, los allegados denunciaron que el director de Comunicación del Gobierno, Julian Beloki, les advirtió de que «mucho cuidado con todo lo que decís en los medios de comunicación».

«No se trata solo de empatizar. No se trata solo de estar a la altura institucionalmente. No se trata solo de cumplir con la palabra dada. Se trata de humanidad, respeto y decencia», señalaba entonces la familia de Joaquín.

Urkullu probablemente no se sintiera aludido ni entendiera el reproche. Parece tan obcecado en buscar pajas en ojos ajenos que ni ve ni siente la enorme viga que tiene metida en el suyo.