Luchar es de izquierdas, votar también
Para leer este artículo
regístrate gratis o suscríbete
¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión
Se te han agotado los clicks
Recuerdo cierto run-rún ya cuando Iñigo Urkullu convocó a las urnas en 2016 el día 25 de setiembre. La campaña empezó el 8 de setiembre, con buena parte de Euskal Herria aún en fiestas. Se votó con las playas todavía llenas; atrás quedaron los tiempos en que el verano acababa el 31 de agosto. Se votó poco, apenas un 60%. Ganó Urkullu.
Lo traigo a colación porque fue la primera vez que escuché algunas voces desde la izquierda sobre la pereza que daba ir a votar. Ahora suenan un poco más y un poco más alto. ¿Y cómo no? dirá alguno. Las urnas no se pondrán el 25 de setiembre sino el 12 de julio, en Sanfermines para entendernos; anómalo. Será tras dos meses de encierro estricto y dos más de nueva anormalidad; inoportuno. Habrá miedo al contagio y medidas excepcionales; incómodo. Ocurrirá cuando todo ha cambiado pero los mensajes electorales parecen fosilizados; distópico. Quizás la participación no supere ni el 50%; ¿legítimo?...
Podemos seguir poniendo excusas.
Pero los entrenadores de fútbol lo aprendieron hace años: no eliges cómo está el campo (lo hace por ti la meteorología), tampoco el horario (la televisión), ni el árbitro (la Federación). Puedes presionar antes para conseguir condiciones igualitarias. Pero una vez que todo está determinado, no te queda otra que saltar al césped centrándote en lo que está en tu mano, tu equipo, y pensando en ganar.
Este país también sabe otra cosa hace décadas, siglos. Ha sido la lucha de la izquierda la que lo ha mantenido vivo, «zutik» como dice ahora el candidato de la derecha. Lucha sin días ni noches, sin veranos ni inviernos, sin vacaciones ni fines de semana, con épica o sin ella.
De entre todas las acciones de militancia política actuales, votar es la más cómoda. La que más. Aunque sea en 12 de julio, con mascarilla y guantes, con distancia de seguridad, quizás con algo de cola para entrar. Votar es también lo que da derecho a quejarse después.
De hecho, en 2020 y en Euskal Herria votar da mucho más sentido a ser de izquierdas que quejarse.