El hombre que fue Dios y no pudo resistirlo
Maradona nació en la pobreza extrema y alcanzó el mayor de los éxitos. Fue la expresión máxima de la hipérbole de un país que lo idolatró demasiado. Una vida intensa en la que nunca acabó de encajar su gloria.
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«Mis sueños son dos: el primero es jugar en el Mundial y el segundo salir campeón de octava [división] y lo que siga», dice en voz baja un Diego Armando Maradona de 10 años, en el registro audiovisual más antiguo que existe del ídolo fallecido este miércoles. Era 1970 y en un reporte sobre promesas de cantera, el pequeño y sus hermanos aparecían por primera vez en televisión.
Maradona, un mito viviente, cumplió su suelo largamente, como aquel expresado cuando crecía en los barrios pobres de Villa Fiorito, suburbios al suroeste de Buenos Aires. No sólo fue campeón de todo con su amado Boca Juniors sino que fue campeón con la selección de fútbol argentina en 1986, en el Mundial de México 86 y con la camiseta número 10. Allí se ganó la fama de ser el mejor jugador de todos los tiempos, título que sólo fue discutido por quienes preferían al brasileño Pelé o cuando Lionel Messi entró a escena.
En una entrevista, Maradona recordaba con sapiencia aquellos días de gloria absoluta y señalaba en referencia a cuando ganó la Copa del 86 como capitán del equipo: «Yo sólo estuve ahí arriba, había mucha gente pero cuando estuve ahí, estaba yo solo y sólo yo puedo entender lo que viví». Era una forma de explicar cómo el éxito más encumbrado es demasiado para un solo cuerpo, un alma singular que ya traía muchas heridas.
Nadie jamás en la historia deportiva de Argentina llegó tan alto ni hubo nunca un deportista tan idolatrado. Está acompañado por muy pocos en el Olimpo del país sudamericano, tal vez algún artista popular y Eva Perón. Pocas personas han alcanzado el nivel de devoción que conquistó Maradona en los 80 y 90, no sólo en Argentina sino en otros países. Como ejemplo basta caminar por las calles del Quartieri Spagnoli (barrio español) de Nápoles: su imagen aparece en las paredes, en las tazas, en los banderines, y en todo tipo de recuerdo de viaje que el marketing haya sabido crear.
La epopeya napolitana fue reflejo de su vida. Tras triunfar en Argentina en Argentinos Jrs y Boca, Maradona es la esperanza del club de camiseta azul claro, de la ex gran ciudad pujante de la península italiana, que desde la reunificación se había vuelto postrada y más pobre que las metrópolis del norte. Maradona capitaneó su primer campeonato en primera y el romance con el sur de Italia fue para siempre.
El fervor en Nápoli y Argentina tuvo ribetes esotéricos, como es la creación de la Iglesia Maradoniana, creada en 2001 para venerar al Dios pagano que les dio tantas alegrías. En esa vida de película que ha tenido Maradona, con todos los condimentos que un autor podría imaginar, no faltó el que lo marcaría para siempre: su adicción a la cocaína y luego al alcohol. Hace años, el jugador confesaba que su problema de drogas comenzaría en Barcelona y lo acompañaría, intermitentemente, hasta cuando tuvo su primera muerte, en enero de 2000.
En aquella oportunidad, Maradona estuvo dos días sin poder ser despertado en Punta del Este (Uruguay) y luego su representante avisó al hospital, que lo ingresó en coma. Estuvo clínicamente muerto incluso por unos momentos pero salió adelante, como siempre hasta hoy, aunque el 30% de su corazón quedó dañado para siempre. Luego vendría la profunda rehabilitación en Cuba, en la que entabló una amistad personal con Fidel Castro, con quien comparte, por esas vueltas del destino, la fecha de fallecimiento.
Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha
«Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha», dijo un lloroso Maradona al concluir el partido homenaje y despedida que le hizo el club Boca en el estadio conocido como ‘La Bombonera’, en 2001. Esa frase inmortal fue casi un pedido de clemencia de un hombre al que le fue humanamente imposible soportar tanta gloria, tanto amor y tanta furia.
La sociedad que lo idolatraba comenzó a cuestionarlo con dureza por sus comportamientos extradeportivos, sus declaraciones a veces machistas y la cantidad de hijos biológicos no reconocidos. Sobre el final recompuso la relación con dos de ellos: Diego (nacido en Italia antes de sus hijas matrimoniales) y Jana, con quienes se dio el gusto de tener una relación asidua los últimos años.
Un párrafo aparte son sus bandazos políticos e ideológicos: de amigo y propagandista del expresidente Carlos Menem y el exministro Domingo Cavallo, tándem abanderado del huracán neoliberal que arrasó Argentina en los 90, pasó tras la gran crisis de 2001 a relatar las bondades del régimen cubano y exhibir su amistad con Castro. A finales de la década pasada se acercó a la expresidenta Cristina Fernández y fustigó a Mauricio Macri, con quien arrastraba una vieja enemistad desde los tiempos en que el expresidente comandaba el Boca.

Soltero hacía bastante tiempo, distanciado con las dos hijas que crió (Dalma y Gianina), Maradona pasaba estos días en su casa en un barrio privado del municipio de Tigre, una hora al norte de Buenos Aires. Al mediodía (hora argentina) un médico privado constató su muerte, recibió RCP y no pudo ser resucitado.
El relator de fútbol Víctor Hugo Morales hizo en 1986 la que probablemente sea la narración de un gol más escuchada de la historia, cuando Argentina le ganó a Inglaterra, con un sabor muy particular porque hacía cuatro años de la guerra de las Malvinas. Fue el primer gol de un partido que sería histórico también por ‘la mano de Dios’, el gol que luego haría el Diez con la mano.
Ay barrilete cósmico, de qué planeta viniste, para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando Argentina
Maradona comenzó la jugada en la mitad de cancha propia, ‘gambeteó’ a varios ingleses en una demostración de destreza antológica. Víctor Hugo Morales lo describió así: «Maradona, es para llorar, perdonen, una recorrida memorable, la jugada de todos los tiempos. Ay barrilete cósmico, de qué planeta viniste, para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando Argentina». Por eso y por todo, por su gloria y sus miserias, Maradona es un dios pagano inmortal.