La Torre Olaso
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La torre originaria de los Olaso estaba en Elgoibar. Y allí sigue, bien visible, en lo alto de la loma del camposanto. Los Olaso se mudaron luego –cualquier paisano mío diría que con buen criterio– a Bergara, donde levantaron la casa-torre que lleva ahora su nombre, junto a la parroquia de San Pedro, entre Goiko Plaza y la calle del Convenio, de mucho eco histórico.
En esa casona, frente a un magnolio hermoso se vivieron muchos alfas y omegas. Nacimientos y óbitos. Bodas, bautizos y funerales. El de Telesforo, sin duda, uno de los más destacables, pero no el único. Allí nació también Isidro, el hermano menor y el mayor admirador de Telesforo.
Y, por decirlo de alguna forma, también nacieron allí mi amama Carmen y sus hermanos; mi ama, Rosa Mari, y su hermano. Y allí nacimos mis hermanos y yo mismo. Cosas de la vida.
En la Torre Olaso discurrieron hechos de gran trascendencia cultural, social y política. Fue foco de Ilustración en los días de Peñaflorida y los Caballeritos de Azkoitia. Y hasta el cura Santa Cruz halló refugio en los tiempos del carlismo sublevado y trabucaire. Pero narrar todo eso es tarea de historiadores. Yo les cuento lo que me tocó vivir, pasado el ecuador del siglo pasado.
Durante la guerra del 36, cuando el frente se estabilizó en Intxorta, el mando franquista se instaló en la torre que los Monzón habían desalojado, camino del exilio. Luego cayó Intxorta y tras los gudaris y milicianos marcharon también los militares fascistas, falangistas, requetés y las tropas moras de Abd El Crim.
Establecido ya el régimen perpetuo de Franco, la torre Olaso tuvo nuevos ocupantes. En la planta baja se instalaron los del Sindicato Vertical, o sea, el único. En la primera planta abrió sus puertas el Círculo Carlista. Y en el segundo piso, la Sección Femenina de la Falange. Arriba vivíamos nosotros, con el magnífico piano de media cola de los Monzón oculto bajo un telón.
En la casona también había una bodega en la que mi aitita Jose decía tener escondida una ametralladora ‘de peines’, algo que asustaba y admiraba a aquellos chavales que éramos. La verdad es que la ametralladora nunca apareció, por más que la busqué. Tal vez nunca estuvo allí. O la regalaría. Era muy espléndido.
Pero todo tiene un final. También Franco, que ha terminado en Mingorrubio, y la torre Olaso volvió a manos de los Monzón y también se fueron los guardias civiles que, abarrotado el cuartelillo local, vivían en las instalaciones del Circulo Carlista.
1981 empezó duro. ETA dio muerte a Ryan, ingeniero jefe de Lemoiz; Tejero entró a tiros en el Congreso de los Diputados y obedeció a Juan Carlos de Borbón; entre 70 policías mataron a Joxe Arregi... y en Baiona falleció Telesforo Monzón Ortiz de Urruela –Olaso'neko Monzon Telesforo–.
El último viaje de Telesforo hasta su casa es ya historia. Rodeado de tanquetas enemigas. Secuestrado pero no humillado. Allí, en la planta baja de la torre, miles de personas llegadas de toda Euskal Herria velamos a Telesforo en las horas previas a su entierro en el panteón familiar, desde donde se divisa la Torre Olaso. Esa casa y esa persona nos marcaron a muchos.
Jon Idigoras –otro gigante– le llamaba con cariño ‘Telescopio’. Tal vez por su capacidad de mirar muy lejos.