Mancini, la cara más visible de un profundo cambio estructural
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Quedarse fuera del Mundial de Rusia en 2018, 60 años después de su última ausencia, supuso un serio golpe para Italia. Cuatro años antes, la temprana eliminación en la copa del mundo disputada en Brasil provocó las inmediatas dimisiones del entonces presidente de la federación Giancarlo Abete y del seleccionador Cesare Prandelli. Llovía sobre mojado.
La acumulación de malos resultados para la nazionale, exceptuando la buena imagen ofrecida en las Eurocopas de 2012 y 2016, llevó al Comité Olímpico Italiano a tomar cartas en el asunto. Su primera decisión fue nombrar al antiguo defensa internacional Alessandro Costacurta como alto comisionado con la meta de enderezar el rumbo. No parecía una misión sencilla. Sin embargo, el que fuera discípulo de Sacchi, Capello, Tábarez o Ancelotti, comprobó rápidamente que mientras en la superficie todo ardía, en las categorías inferiores se estaba implementando una metodología que aspiraba a renovar conceptualmente el estilo de juego azzurri.
Costacurta tenía una serie de tareas urgentes sobre su mesa y, entre ellas, estaba la de elegir a un nuevo seleccionador. Tras el fiasco de Gianpiero Ventura, buscaban identidad y prestigio. Descartados Allegri, Ancelotti, Ranieri, Sarri, Gasperini o el propio Conte, finalmente, optó por Roberto Mancini. Coetáneos, ambos habían compartido duelos en la Serie A y vestuario en la selección. Después de conquistar tres scudettos con el Inter –rompiendo 18 años de sequía– y ganar la primera Premier League de la historia del Manchester City, la carrera de Mancini parecía haber iniciado una progresiva decadencia evidenciada en sus pasos por el Galatasary turco, el Zenit ruso o su fallido retorno a los nerazzurri. Pese a ello, Mancini seguía siendo un hombre con cartel en Italia.
Apoyado en otros mitos de la «Samp»
Como futbolista, debutó a los 17 años con la elástica del Bolonia, formó parte de la mejor Sampdoria de la historia y pasó por el excepcional Lazio de finales de los noventa. Descubierto por Marino Perani, fue entrenado por técnicos de gran prestigio como Renzo Uliveri –que además de ser un popular entrenador también es miembro del Partido Comunista italiano–, el mítico Vujadin Boskov y Sven-Goran Eriksson. El sueco, sin duda, fue el preparador más influyente de su carrera, ya que Mancini estuvo cerca de una década a sus órdenes, primero en la Samp y luego en la Lazio.
La Federación italiana confió en él, encomendándole dotar al equipo de un estilo de juego ofensivo y dar paso a los jóvenes. Junto a ello, le rodeó de una serie de profesionales de confianza y puso a su disposición el trabajo realizado durante casi una década por el coordinador de las selecciones inferiores Mauricio Viscidi. En la parte más visible, acompañándole en el banquillo, están Gianluca Vialli, Attilio Lombardo, Alberico Evani, Giulio Nuciari o Fausto Salsano, todos ellos con pasado en la Sampdoria. Le acompañan más mitos como Gabriele Oriali y Daniele de Rossi. Una forma de representar el hilo conductor de las últimas cuatro décadas y los nexos que unen los títulos mundiales de 1982 y 2006. Todos ellos vestidos con una elegante americana diseñada por Armani para el torneo. Una metáfora de lo que buscan en el terreno de juego: Identidad y estilo.

El equipo azzurri destaca por su frescura, verticalidad y versatilidad, dominante en ambas áreas e impulsado por una nueva generación que ha revitalizado las opciones de triunfo. A Mancini no le ha temblado el pulso en otorgar mayor peso y responsabilidad en su esquema a futbolistas como el ahora lesionado Spinazzola, Locatelli, Bastoni o Pessina. Asimismo, ha aprovechado la columna vertebral de aquel equipo de culto que era el Pescara de Zeman para dar a Verratti, Insigne e Immobile un protagonismo ofensivo total. Los resultados saltan a la vista, el equipo italiano encadena 32 partidos sin perder –su última derrota data de septiembre de 2018– en los que ha anotado 83 goles y únicamente ha recibido 9.
Las 4.830 jugadas a balón parado de Giovanni Vio
Otro de los puntos fuertes del combinado transálpino son las jugadas a balón parado. Un desempeño en el que Mancini cuenta con la ayuda de Giovanni Vio, un antiguo empleado de la banca Unicredit en Venecia y que dispone de un catálogo de más de 4.830 acciones de estrategia. Apasionado del fútbol, a primeros de siglo creó su propia página web y en 2004, junto al psicólogo Alessandro Tettamazzi, creo que libro «That extra: 30 per cent». Una obra, acompañada de un disco explicativo, en el que efectúa un cálculo del porcentaje de goles que puede conseguir un equipo a través de las jugadas a balón parado.
El libro llegó a las manos de Walter Zenga cuando dirigía al Estrella Roja de Belgrado y tras un intercambio de correos electrónicos comenzaron a colaborar. No obstante, su primera gran experiencia se desarrolló en el Catania, también de la mano del antiguo portero del Inter. El equipo mejoró sustancialmente sus cifras, aunque el técnico que más partido sacó a sus ideas fue Vincenzo Montella. Así, en la temporada 2012-2013, la Fiorentina anotó 30 de sus 72 tantos mediante acciones de pelota parada. Vio, que define a las jugadas de estrategia como «un delantero de 15 goles que no se lesiona» ha colaborado también con el Milan, el Brendford o el Leeds United. Fue llamado por Mancini para la selección en setiembre de 2020. Durante la Eurocopa, la incidencia de su libreto ha sido visible en los saques de esquina o las faltas favorables al combinado transalpino, siendo el gol de Pessina ante Gales el ejemplo más tangible.
Viscidi, el coordinador contracultural
Una conjunción de talento que no sería posible sin la labor de Maurizio Viscidi. Nacido en el Veneto hace 59 años, se diplomó en el Instituto Superior de Educación Física y obtuvo la licencia UEFA Pro como primero de su promoción en 1997. La tesis con la que logró dicha graduación supone toda una declaración de intenciones: «El movimiento de ataque en el sistema 4-3-3». Comenzó su carrera en el juvenil del Padova, equipo en el que coincidió con un imberbe Alessandro del Piero, y posteriormente fue reclutado por Sacchi para las categorías inferiores del Milan. Rozando la treintena dirigió al filial del conjunto lombardo. Sin embargo, en el fútbol profesional no pasó de entrenar a equipos de Segunda y Tercera como Pescara, Modena o Treviso.
En 2010 fue llamado de nuevo por Arrigo Sacchi. Su gran mentor había recibido el encargo de la federación, a través de Demetrio Albertini, de modernizar todas sus estructuras formativas. El mito no dudó en nombrar a Viscidi como vicecoordinador de las categorías inferiores.
Con o sin Sacchi, su trabajo siempre ha estado en el alambre, debido a su vocación vanguardista y contracultural. Las primeras decisiones que tomó fueron el programar partidos contra rivales más fuertes, crear un nuevo equipo sub 15, renovar las ligas juveniles y dotar de una nueva metodología a los entrenadores.
Su filosofía se basa en el concepto «C-A-R-P»: Construcción, Amplitud, Refinamiento y Profundidad. Viscidi considera que los equipos deben desde atrás, ocupar todo el ancho del campo, sorprender entre líneas y no desguarnecerse en defensa. Algo tasado en sus IPO (Índice de Peligrosidad Ofensivo) e IRD (Índice de Riesgo Defensivo), parámetros con los que pretende medir tanto la efectividad del juego atacante como la amenaza a la que se exponen. En mayo, poco antes de la Eurocopa, presentó «La matriz Viscidi», una guía para explicar desde la racionalidad «un partido perfecto». En el mismo, relaciona peligrosidad y posesión de un modo cartesiano.
Los resultados le avalan. En la última década, Italia ha alcanzado en dos ocasiones las semifinales del mundial juvenil y ha hecho lo propio en otras tantas ediciones del Europeo Sub 21. Algunos de los protagonistas de esos éxitos como Barella o Pessina han llegado a la absoluta, abriendo también el abanico de equipos que cuentan con internacionales. Además, la selección femenina se clasificó para la copa del mundo de 2019 tras 20 años de ausencia. Con esas credenciales y parafraseando a la gran Raffaella Carra, Italia quiere que siga «esta fantástica fiesta». Su juego y propuesta, desde luego, le acercan al objetivo.