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El último pistolero del franquismo

‘BILLY’
Estado español. 2020. 71’. Dtor. y guion: Max Lemcke. Prod: Max Lemcke, Miguel Mora y Javier Palacios/ Brutos Films/ Ctxt (Contexto y Acción). Int.: Alberto Alonso López, Josefa ‘Asturias’ Rodríguez, Chato Galante, Lidia Falcón.

Cartel con la imagen del pistolero y los fantasmas del franquismo. (NAIZ)

Pocas figuras tan siniestras y repulsivas como la de Antonio González Pacheco, tristemente conocido con el alias de Billy El Niño. Se podría decir que hasta el cine le temía, porque han tenido que pasar muchos años, apenas uno desde su muerte por Covid, para que alguien se decida por fin a denunciar sus crímenes contra la humanidad en una película.

Y todavía cuesta hablar sobre este asesino y torturador del franquismo, porque sigue existiendo una censura, también en democracia, que si no es oficial se sirve de la presión económica para que determinados proyectos comprometidos no salgan adelante.

Cómo será la cosa que en principio ‘Billy’ iba a ser un biopic de ficción, pero ninguna de las televisiones o plataformas se dignó a producirla a pesar de su potencial interés histórico y sociológico, por lo que al final ha tenido que quedarse en un documental autofinanciado por medio de una campaña de micromecenazgo, con más de 1.500 aportaciones particulares hasta conseguir un total de 61.000 euros.

Y de nada ha servido que su director venga del cine profesional, donde Max Lemcke ha demostrado su buen hacer con ‘Casual Day’ (2007) y ‘Cinco metros cuadrados’ (2011). Pero las circunstancias le obligan a volver a sus inicios, cuando se dio a conocer con la producción independiente ‘Mundo fantástico’ (2003).

‘Billy’ (2020), presentada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, surgió a raíz de la noticia en el 2004 de la nulidad por parte de la Audiencia Nacional de la extradición a Argentina para ser allí juzgado, por considerar que los delitos que se le imputaban habían prescrito.

Otras denuncias de sus víctimas habían sido igualmente rechazadas acogiéndose a la Ley de Amnistía. Ahora los testimonios tantas veces ignorados se dejan oír, con un eco que resuena en las paredes de celdas vacías como testigos mudos del horror vivido.