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Me hubiera gustado contaros


El festival llega a su fin y, como cada Zinemaldia, se me han quedado demasiadas cosas que contaros en el tintero. Este año os hubiera contado por qué una mujer puede sentirse incómoda en algunas reuniones de trabajo dentro de la industria del cine y fuera de ella, de cómo hay tratos que no son, para nada, igualitarios en pleno siglo XXI.

Escribiría acerca de por qué en lugar de hablar de la huelga de las trabajadoras de las residencias, esas mujeres invisibles, los periódicos generan titulares y entradillas en torno a eso que llaman ‘la cultura de la cancelación’. Me gustaría haber escrito sobre lo amables que son muchas de las personas que trabajan en el festival y fuera de él, en Donostia. A veces, demasiado amables ante el sentimiento de superioridad de muchas de las personas acreditadas a la hora de dirigirse a ellas. Os hablaría de los abrazos y de la alegría que he sentido al ver que muchas personas que aprecio están sanas y siguen trabajando con ilusión. Podría haberos hecho un relato fantástico de lo que se vive en el interior de las salas cuando están a oscuras, hubiéramos creado varias películas juntas a partir de ese material.

Incluso, quién sabe, daría para un remake de ‘El ángel exterminador’ de Luis Buñuel. Lo estoy viendo, todo el público atrapado en el Kursaal esperando a que finalicen unos interminables títulos de crédito. Os cuento que, fuera de esas salas, para que sean posibles esas películas hay una cantidad ingente de mujeres superpotentes que trabajan en las bambalinas del cine, sin horarios, sin reconocimiento, sin ser Premios Donostia.

Os contaría que, un año más, he podido ver películas que me han inspirado, que me han gustado o disgustado. Os cuento que me hubiese gustado hablaros de la película de Jane Campion, de las ocurrencias de Paolo Sorrentino, de Celine Sciamma, de Maider Oleaga… En otra ocasión quizá, este festival va llegando a su fin.