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Aquel niño inquieto que no soltaba el balón

El capitán Oier Sanjurjo vive sus últimos días como jugador de Osasuna. Aquel chaval que dio sus primeros pasos en la Ikastola Lizarra se ha convertido con el tiempo en estandarte del conjunto rojillo. Una brillante carrera labrada a pulso, tal y como relatan los que han estado cerca de él.

Oier se agarra el escudo tras marcar un gol en El Sadar (Idoia ZABALETA | FOKU)

A gran tamaño, en el bar de las instalaciones rojillas de Tajonar hay una imagen icónica que representa el valor de la cantera para Osasuna. Realizada ya hace unos cuantos años, muestra a los capitanes por aquel entonces de los equipos de las diferentes categorías. Oier está ubicado en segunda posición, portando el brazalete del Promesas, orgulloso y con el convencimiento en sus ojos de que a futuro iba a ser un futbolista importante en la historia de la entidad osasunista.

Y, a ciencia cierta, aquel chaval que comenzó a darle patadas a un balón en la Ikastola Lizarra ha dejado su impronta en el club rojillo, al que llegó en edad juvenil, de la mano de Mari Jornada, quien fuese técnico del fútbol base del Izarra y también de Osasuna. «Seguramente no destacaba por su técnica, pero era rápido y resistente. Y, sobre todo, era un futbolista muy centrado, sabía colocarse, anticiparse y marcar», le describe.

Cualidades que no pasaron desapercibidas para los grandes clubes. Antes de unir su destino futbolístico a Osasuna, un Oier en edad infantil llegó a desplazarse en varias ocasiones a las instalaciones txuri urdines de Zubieta, ya que el equipo en el que jugaba en aquella época era el Salvat, filial de la Real, donde durante una temporada coincidió con Carlos Martínez.

Ahí también seguiría su progresión como cadete, donde destacó por su «madera de líder». «Físicamente era muy potente, con mucho recorrido. Por eso, siempre jugaba en medio campo, e incluso de interior. Con su actitud, daba ejemplo al resto de compañeros», destaca Juan Bermejo, que le dirigió en la temporada 2000-01.

Lo cierto es que Oier siempre estaba con un balón entre los pies desde muy txiki, tal y como rememora su ama, Ana Maté, quien, junto a su marido, Rafa Sanjurjo, se trasladaron a vivir a Lizarra en 1979 para trabajar como administrativa y profesor, respectivamente, en la Ikastola de la localidad. «Incluso a la hora de comer estaba con la pelota debajo de la mesa» aquel chaval inquieto, pero también «súper cariñoso». «Oiertxo es un osito de peluche, también ahora», le define su ama.

Lo realmente difícil era conseguir que permaneciese quieto durante un rato. «Terminaba los deberes en dos minutos y no me quedaba otro remedio que borrárselos para que los hiciese de nuevo», recuerda Ana. O como cuando intentaron que los genes musicales familiares –Rafa toca el acordeón– brotasen en el espíritu de su hijo. «Lo llevamos a una academia y optó por el trombón. Le consiguió sacar cuatro notas. Aquello de estar sentado en una silla no iba con él», rememora Maté.

Semejante manantial de adrenalina acabó incorporándose en su segundo año de juvenil al equipo de División de Honor rojillo y midiéndose a rivales de la entidad de un Barcelona que estaba moldeando a un tal Messi. «Le costó dar el paso, porque no quería dejar a su familia y amigos, pero le convencimos», admite su ama. Y fue una decisión muy acertada, porque en la Ikastola San Fermín conoció al amor de su vida, Joana, con quien también compartió los posteriores estudios de Magisterio.

«Si algo le hemos inculcado siempre es que en su DNI tenía que aparecer una profesión para disponer de salidas diferentes, porque lo del fútbol siempre lo hemos ido viendo ahí como algo en lo que iba dando pasos hacia adelante, pero que podía torcerse en cualquier momento para llegar arriba del todo», señala su aita, Rafa.

Imposible de compatibilizar con los entrenamientos por tener que irse fuera a estudiar dicha materia, Oier siempre ha sido un apasionado de la meteorología, una disciplina que sigue ahora con la misma pasión que cuando era niño y observaba ensimismado cómo nevaba a través de la ventana de su casa.

No solo el deber de estudiar se le ha insuflado desde el seno familiar, también el de unos valores humanos que ha ido poniendo en práctica a lo largo de su vida. Nunca se ha escondido ante causas solidarias, en especial relacionadas con la población infantil o su pueblo, además de ser un acérrimo defensor del euskara y enamorado del bertsolarismo aquel niño inquieto que no soltaba el balón.

Lugar y año de nacimiento: Lizarra, 25 de mayo de 1986. Trayectoria deportiva: Comenzó a los diez años en la Ikastola Lizarra, posteriormente jugó en el Salvat e Izarra, con el que ascendió a División de Honor. En su segundo año como juvenil fichó por Osasuna y fue cedido al Burladés para posteriormente formar parte de la plantilla del Promesas. Debutó con el primer equipo en 2008. En 2011 salió a préstamo en dirección a Vigo, siendo una de las piezas importantes del ascenso del Celta a Primera. Regresó a Osasuna, donde posteriormente fue capitán y lleva 354 partidos oficiales disputados. Estudios: Ha estudiado en las ikastolas Lizarra y San Fermín. Ha cursado Magisterio.