Donovan Mitchell le mete 71 puntos a Chicago, en un desquite histórico de los Cavaliers
La rivalidad entre la franquicia de Ohio y de Illinois viene de los años 80, cuando la mentalidad ganadora de Michael Jordan pudo con unos Cavs plenos de talento. La actuación de Donovan Mitchell, remontando 21 puntos de desventaja, entra entre las diez mejores anotaciones de la Historia de la nba.
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Donovan Mitchell entra en la Historia con mayúsculas de la NBA al anotar 71 puntos en el triunfo en la prórroga de los Cleveland Cavaliers sobre los Chicago Bulls por 145-134. El ex de los Utah Jazz entra entre los diez máximos realizadores de toda la historia de la competición, superando los 69 puntos de Michael Jordan y solo por detrás de Wilt Chamberlain, con 100 puntos, 73 y 72 en 1962, Kobe Bryant con 81 tantos en 2006, David Thompson, con 73 en 1978. A la par queda David Robinson, autor de 71 tantos en 1994, y merece mención Devin Booker, que llegó a los 70 puntos en 2017.
Pero si no queremos convertir la NBA en un inmenso pozo sin fondo de números que hoy son récords pero mañana ya no son nada, hay que mirar más allá. Y eso significa mirar no solo la tremenda anotación de Donovan Mitchell, su jugador franquicia, superando los 44 que ha encestado DeMare De Rozan, o que los Cavs hayan tenido que remontar los 21 puntos de renta que han tenido los Bulls.
Ni siquiera basta mencionar la espectacular forma en la que se ha gestado el empate a 130, un empate que el propio Mitchell ha forzado, errando su segundo tiro libre a falta de cuatro segundos, para, al más puro estilo Luka Doncic, hacerse con el rebote para forzar el tiempo extra para algarabía del Rocket Mortgage FieldHouse. Ni mucho menos basta con decir que los Cavs, esa misma franquicia que se quedó hecha un erial tras la marcha de LeBron James ahora es cuarta del Este con un balance de 24-14, mientras que los Bulls están por ahora en la undécima plaza de la Conferencia, con 16-21 en su récord, a un triunfo del último vagón del play-in, en manos de Washington Wizards.
Cierto es que en el deporte no hay desquite y que los resultados perduran para siempre, por dolorosasn que sean las derrotas. Pero allá por Ohio, los más viejos aficionados de los Cavs del lugar, los que en 2016 lloraron de alegría al ver a su franquicia hacerse con el anillo de la NBA tras remontar un 1-3 a los Golden State Warriors, quizá este 2 de enero –horario estadounidense– hayan sentido en su cabeza que por fin alguien les ha devuelto la moneda a los Bulls, cuando Donovan Mitchell les ha regalado semejante actuación ante una franquicia rival que, con Michael Jordan a la cabeza, fue su gran némesis durante el esplendor de Cleveland de los años 80, una némesis que les impidió optar por el anillo cuando sobraba talento en la franquicia de Ohio.
«The Shot» como piedra angular
Hay alguien que, por esos foros de Internet de Dios, escribió como firma que «si Xavi Fernández hubiera jugado en la NBA, la leyenda de Michael Jordan sería menor». Bastante bueno fue el exjugador del Elosúa León y el Barçá, pero no como para pedirle imposibles; sin embargo, una de las mayores víctimas de la historia como jugador de Michael Jordan fueron los Cleveland Cavaliers.
Si míticos fueron los duelos de los Bulls ante los Detroit Pistons, a los que superaron en el cuarto intento, los de Illinois primero tuvieron que deshacerse de unos Cleveland Cavaliers que apuntaban a franquicia histórica, con jugadores de la talla de Mark Price, Larry Nance senior, Brad Daugherty, Craig Ehlo, Ron Harper antes de romperse la rodilla, «Hot Rod» Williams y demás –incluyendo el fugaz jugador del Baskonia Rudy Keys, fugaz porque las lesiones lo dejaron sin poder demostrar su calidad en Gasteiz–.
Aquella franquicia de Ohio tal vez adoleciera la falta de un jugador duro a los Laimbeer, Ricky Mahorn o Rodman, y en el contexto de aquella NBA de los últimos años de la década de los 80, con unos Boston Celtics que se apagaban por culpa de la edad, las lesiones y la muerte por sobredosis de Len Bias la noche en la que fue drafteado por los «Orgullosos Verdes», y unos Detroit Pistons emergentes con su estilo de los «Bad Boys», la Conferencia Este se volvía por momentos tan salvaje como la histórica «Wild Wild West» de la Conferencia Oeste.
En ese sentido, los Bulls de Chicago, con un trabajo meticuloso de un talentoso pero ególatra y acomplejado como Jerry Krause al mando –Jerry Seinsdorf era y sigue siendo el propietario de la franquicia, pero el ya difunto pequeño gordinflón de Jerry Krause fue quien «maquinó» la gloriosa franquicia de los seis anillos–, que supo hallar la manera de rodear a Michael Jordan con los mejores jugadores posibles –Scottie Pippen, Horace Grant o Bill Cartwright llegaron a los Bulls a disgusto del bueno de MJ– y un casi un desconocido Phil Jackson a los mandos del banquillo –sustituyendo a Doug Collins, el entrenador con el que los Bulls alcanzaron su primera Final de Conferencia– y los ya mencionados Cleveland Cavaliers formaban una especie de pareja de franquicias de buen juego, a los que separaría de la gloria al fracaso el detalle de la mentalidad ganadora.
«The Shot» es la gran falla que separó la franquicia de Chicago de la de los Cavs. Pese a tener ventaja de campo, Cleveland sucumbió en primera ronda de los play-offs de la temporada 1988/89 con un tiro ganador de Michael Jordan en el partido de desempate. Con solo tres segundos en el reloj, aquel histórico 7 de mayo de 1989 ponía a los Cavs con un punto de ventaja, 100-99, después de que el escolta tirador Craig Hodges se despistara en su marca y Mark Price se le colara por la espalda. Previamente, Cleveland había dejado escapar una ventaja de hasta 18 puntos.
Pero el tiro final correspondía a los Bulls. Un espectacular Craig Ehlo obligó a Jordan a rectificar el tiro decisivo, pero no pudo evitar la canasta del mítico dorsal con el número 23 de los Bulls. Aquel 100-101 supuso una piedra más en la forja de la leyenda de Michael Jordan y, en rigor, terminó por machacar a los Cavs, que masacrados por las lesiones y el definitivo despegue de Chicago, jamás volvieron a optar el ingreso en esas alturas.
El 28 de marzo de 1990 fue el segundo y definitivo clavo en el ataúd para los de Ohio. Pese a las lesiones que ya empezaban a pasarles factura, los Cavs forzaron la prórroga, pero no evitaron que un sideral Michael Jordan liderara a los Bulls a una victoria por 117-113, con 69 puntos, 18 rebotes, 6 asistencias, 4 robos, 2 pérdidas y un tapón en 50 minutos de juego de Jordan. «Este día será recordado por ser el partido en el que Stacey King y Michael Jordan sumaron 70 puntos», declararía, guasón, el pívot de los Bulls. Aquellos Bulls aún tendrían que esperar un año más para hacerse con su primer anillo. Los Cavs ya nunca tendrían una oportunidad en serio.
Turno para el éxito
El último intento de Cleveland fue en las Finales de Conferencia de la campaña 1991/92, que se sadó por 4-2 para Michael Jordan y compañía, y un 4-0 de nuevo ante los Bulls en Semifinales de Conferencia de la temporada 1992/93. Hasta la llegada de LeBron James, los Cavs pronto entrarían en un marasmo en el que nunca pasarían de la primera ronda de la postemporada.
Con LeBron llegaron las Finales de la NBA en 2007, 2015, 2017 y 2018, y el anillo de 2016, pero desde que el alero de Akron se marchara definitivamente de los Cavs, la franquicia de Ohio no ha vuelto a los play-offs.
Ahora, con Donovan Mitchell al frente y un sinfín de jóvenes talentos –y a la espera de ver cómo va a encajar Ricky Rubio cuando regrese a las canchas en breve–, los de Ohio empiezan a verse con opciones de regresar a la postemporada con todas las de la ley. Tienen un líder anotador y todo tipo de recursos. Habrá que ver si los 71 puntos de Mitchell, sobre todo por la forma en la que han llegado, es fruto del talento que ha explotado en un día señalado, o es sinónimo de la mentalidad que hace falta para alcanzar el siguiente nivel.